Los dirigentes de los países de África, incluso cuando han sido elegidos, en primer lugar son «protegidos» de las multinacionales y las finanzas mundiales. Así, esos países están dirigidos por personas que se alían con grandes potencias, redes mafiosas o grandes empresas estratégicas. La Francáfrica, analizada minuciosamente por François-Xavier Verschave y la asociación Survie (1), tiene buenos discípulos que se eternizan en el poder y sirven los intereses de quienes les permitieron acceder a tan altos puestos: Blaise Compaoré en Burkina Faso (verdugo de Thomas Sankara), Paul Biya en Camerún, Denis Sassou Nguesso en el Congo (verdugo de Marien Ngouabi), Eyadema Gnassingbé en Togo (2) (verdugo de Sylvanus Olympio), Omar Bongo en Gabón, Idriss Déby en Chad o Zine el-Abidine Ben Ali en Túnez.
Esta red de intereses inconfesables se refuerza con algunos recién llegados, por ejemplo François Bozizé en la República Centroafricana, Joseph Kabila en la República Democrática del Congo o Mohammed VI en Marruecos. Otros dirigentes están controlados por EEUU, como Paul Kagamé en Ruanda, Yoweri Museveni en Uganda, Olusegun Obasanjo en Nigeria o Marc Ravalomanana en Madagascar. A veces saben aparentar hábitos democráticos, pero las elecciones regulares y el multipartidismo pueden ser, perfectamente, una simple coartada.
Siempre son los intereses económicos los que arrastran a Abdoulaye Wade en Senegal, Amadou Toumani Touré en Malí, Mamadou Tandja en Níger, John Kufuor en Ghana o Thabo Mbeki en Sudáfrica. Algunos de ellos, como Mwai Kibaki en Kenia o Levy Mwanawasa en Zambia, consiguen suscitar durante algún tiempo la esperanza de un nuevo estilo. Sólo algunas voces discordantes, que no son habituales ni mucho menos, se oyen realmente, como la de Robert Mugabe en Zimbabue, marginado por la comunidad internacional por haber avalado la expropiación forzosa de grandes propiedades agrícolas de los blancos.
Generalmente, muchos de estos poderosos declaran que aman a África, que la apoyan, que la ayudan; está de moda. Pero no debemos fiarnos porque, en el fondo, todos traicionan a los pueblos africanos: las grandes potencias del norte, que siempre imponen medidas que sirven a sus propios intereses geopolíticos y comerciales; las clases dirigentes africanas que siempre optan por pisotear el desarrollo de las poblaciones para aumentar su propio poder y acatar la voluntad de sus protectores. Económica, comercial, medioambiental, humana… detallamos esa traición en sus múltiples aspectos.
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Este texto ha sido traducido por Caty R. que pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
professeur de mathématiques en classes préparatoires scientifiques à Orléans, porte-parole du CADTM France (Comité pour l’Annulation de la Dette du Tiers Monde), auteur de L’Afrique sans dette (CADTM-Syllepse, 2005), co-auteur avec Frédéric Chauvreau des bandes dessinées Dette odieuse (CADTM-Syllepse, 2006) et Le système Dette (CADTM-Syllepse, 2009), co-auteur avec Eric Toussaint du livre Les tsunamis de la dette (CADTM-Syllepse, 2005), co-auteur avec François Mauger de La Jamaïque dans l’étau du FMI (L’esprit frappeur, 2004).
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