15 de marzo de 2021 por Stefano Palombarini
Mario Draghi, elegido fuera de la arena política, acaba de ser nombrado jefe del nuevo gobierno italiano; podrá apoyar su acción en una gran mayoría que va desde la extrema derecha de la Liga hasta el Partido Demócrata, e incluso una parte de Liberi e Uguali (LeU), un ensamblaje de pequeños movimientos que representan todo lo que queda de la izquierda parlamentaria. Quien conozca la historia política italiana reciente sabe que tal situación no es inédita: tiene tres precedentes en los últimos treinta años. El primer gobierno de unidad nacional encabezado por un tecnócrata fue el de Carlo Azeglio Ciampi (1993-94), seguido por el gobierno de Dini (1995-96) y, más recientemente, por el presidido por Mario Monti (2011-13) [1].
En todas estas experiencias se formaron coaliciones heterogéneas durante la legislatura y en respuesta a una gran crisis política. Tres de los cuatro tecnócratas llamados a «salvar» a un país presentado como al borde del colapso eran anteriormente banqueros centrales, el único que no había tenido tal función, Monti, estaba a su vez estrechamente vinculado al mundo bancario. La dimensión europea de las crisis políticas en el origen de los gobiernos super partes también es una característica recurrente. La llamada a Ciampi siguió a la liberación de la lira del SME en el otoño de 1992. Monti reemplazó a Berlusconi que, en octubre de 2011, fue abiertamente deslegitimado en una conferencia de prensa por Merkel y Sarkozy, lo que se tradujo en tasas elevadas de la deuda
Deuda
Deuda multilateral La que es debida al Banco Mundial, al FMI, a los bancos de desarrollo regionales como el Banco Africano de Desarrollo y a otras organizaciones multilaterales como el Fondo Europeo de Desarrollo.
Deuda privada Préstamos contraídos por prestatarios privados sea cual sea el prestador.
Deuda pública Conjunto de préstamos contraídos por prestatarios públicos. Reescalonamiento. Modificación de los términos de una deuda, por ejemplo modificando los vencimientos o en relación al pago de lo principal y/o de los intereses.
italiana. Draghi llega con la misión principal de negociar los fondos del Plan de Recuperación que la Unión Europea ha elaborado ante la caída de la actividad determinada por la epidemia del Covid.
El perfil del gobierno indica que la utilización de los fondos europeos es la causa determinante del giro político. En la búsqueda de un equilibrio con los partidos que le apoyan, Draghi les ha asignado importantes ministerios: relaciones exteriores, defensa, salud. De los veintitrés ministros, quince son la expresión directa de fuerzas políticas, solo ocho son independientes. Pero los tres ministerios que tendrán voz en las condiciones para la obtención y destino de fondos europeos se han otorgado a hombres de confianza del Presidente del Consejo: Vittorio Colao será responsable de la innovación tecnológica y la transición digital, Roberto Cingolani de la transición ecológica, Daniele Franco, que pasó la mayor parte de su carrera en el Banco de Italia, de la economía y las finanzas. Estos tres ministros no hacen referencia a ningún partido político, y es en el nombre del nuevo titular de la Economía en el que vale la pena detenerse, porque permite que el nuevo gobierno esté conectado con el de Mario Monti.
Sabemos que la crisis que terminó en 2011 con la dimisión de Berlusconi se abrió con una carta del BCE
BCE
Banco central europeo
El Banco Central Europeo es una institución radicada en Fráncfort, creada en 1998. Los países de la zona euro* le transfirieron sus competencias en materia monetaria y su funcióin oficial es el de asegurar la estabilidad de precios (luchar contra la inflación) en dicha zona. Sus tres órganos de decisión (El Consejo de Gobierno, el Comité Ejecutivo y el Consejo General) están compuestos por los gobernadores de los bancos centrales* de los países miembros y/o de “reconocidos” especialistas. Sus estatutos le hacen “independiente” políticamente pero está directamente influenciado por el mundo financiero.
firmada por Jean-Claude Trichet y... Mario Draghi. En esta carta, el Gobernador del Banco Central
Banco central
Entidad que, en un Estado, se encarga generalmente de la emisión de billetes de banco y del control del volumen de moneda y crédito. En España es el Banco de España quien asume dicho rol, bajo el control del Banco Central Europeo (BCE, ver más abajo).
El Banco Central de un país gestiona la política monetaria y tiene el monopolio de la emisión de la moneda nacional. Proporciona moneda a los bancos comerciales a un precio determinado por las tasas directoras, que son fijadas por el proprio banco.
Europeo y su sucesor designado condicionaban la compra de valores de deuda italianos a medidas de restricción fiscal y a una serie de reformas estructurales (liberalización de los servicios públicos, paso de la negociación por rama a acuerdos salariales por empresa, revisión de las normas de despido, reforma del sistema de pensiones). Una verdadera agenda gubernamental para la que Berlusconi finalmente será considerado no lo suficientemente fiable; Monti tomará su lugar y hará de la carta del BCE su hoja de ruta.
Hay un episodio menos conocido en esta historia, que fue contado en un libro escrito en 2014 por Renato Brunetta [2], ministro de Berlusconi en el momento de los acontecimientos y ministro de Draghi hoy. Tres meses antes de renunciar, después de haber sido informado de la inminente publicación de la carta, Berlusconi llamó a Draghi, le dijo que entendía el mensaje (decidiría, sobre la marcha, aumentar algunos impuestos) y le preguntó si podía leer la carta antes de que se distribuyera públicamente. Draghi respondió que era Daniele Franco, en el Banco de Italia, quien estaba trabajando en la redacción de la carta, y fue el mismo Franco, al día siguiente, quien trajo una primera versión al Primer Ministro.
El gobierno técnico de Monti, nacido para implementar las políticas «aconsejadas» por la carta del BCE, inauguró una experiencia de tipo bloque burgués en Italia [3], basada en el vínculo entre el compromiso europeo y las reformas neoliberales, que fue extendida hasta 2018 por los gobiernos de Letta, Renzi y Gentiloni. Para entender plenamente la naturaleza paradójica de la situación actual, hay que recordar que desde un punto de vista electoral, esta experiencia terminó catastróficamente para sus protagonistas y triunfalmente para sus oponentes.
El partido fundado por Monti, Scelta Civica, dejó de existir tras obtener menos del 1% de los votos en las elecciones legislativas de 2018, Renzi abandonó el Partido Demócrata tras perder su control, y al movimiento que fundó, Italia Viva, se le atribuye alrededor del 3% de los votos en las encuestas, Letta abandonó la vida política, Gentiloni fue nombrado comisario europeo y así se alejó de la lucha política italiana [4]. En el otro frente, la Liga y especialmente el Movimiento 5 Estrellas (M5S), que entró en el parlamento en 2013 y se convirtió cinco años después en el primer partido italiano, se convirtieron en protagonistas esenciales de la escena italiana: en 2018, los dos partidos que se habían opuesto frontalmente a los gobiernos del bloque burgués obtuvieron juntos más del 50% de los votos.
Diez años después del surgimiento de un bloque burgués al que Draghi y Franco contribuyeron activamente, tres años después del colapso electoral del mismo bloque burgués, Italia se encuentra, por lo tanto, con un gobierno liderado por Draghi, con Franco de responsable de la Economía, que podrá contar con una mayoría parlamentaria casi unánime ¡sin que unas nuevas elecciones hayan venido a modificar el resultado de 2018!.
Sin embargo, objetan la mayoría de los medios de comunicación y políticos italianos, sería un error imaginar que el período que está comenzando, con Draghi distribuyendo el dinero del Plan de Recuperación, se asemejará de alguna manera al de austeridad impuesto por Monti. Una objeción que requiere dos respuestas de orden diferente.
En primer lugar, deben relativizarse las cantidades destinadas a Italia por el Plan de Recuperación. Los 209 mil millones esperados como lluvia salvadora que caerá del cielo, consisten en 127 mil millones de préstamos y 82 mil millones de donaciones durante un período de seis años. Para los préstamos, que se contratarán a un tipo obviamente muy favorable, lo que importa es la diferencia con los intereses que Italia habría pagado por préstamos en su nombre. Según los cálculos presentados en el Financial Times por Emiliano Brancaccio y Riccardo Realfonzo [5], Italia ahorrará por ellos, en el mejor de los casos en los próximos seis años, es decir, haciendo suposiciones pesimistas sobre la evolución de las tasas italianas, 24 mil millones.
En cuanto a la parte de subvención, cabe recordar que a falta de un nuevo impuesto europeo improbable destinado a financiar el Fondo, éste será financiado por los países de la Unión según su PIB
Producto interno bruto
PIB
El PIB es un índice de la riqueza total producida en un territorio dado, estimada sobre la base de la suma de los valores añadidos.
: la contribución italiana será del orden de 40 000 millones, lo que reduce la subvención neta a 42 000 millones. En total, por lo tanto, bajo la hipótesis más favorable para Italia, llegamos a 66 mil millones de ayuda europea en seis años, once mil millones al año, que debe compararse con una caída del PIB de alrededor de 160 mil millones solo durante el año 2020. Por lo tanto, estamos muy lejos de un relanzamiento masivo con una huella keynesiana.
La segunda observación es de orden más general y se refiere al papel de la austeridad en la estrategia del bloque burgués. El necesario control del déficit público, el riesgo de una dinámica fuera de control de la deuda, el peso que haría recaer en las generaciones futuras... son elementos del lenguaje que ocupan muy a menudo un lugar importante en el discurso de los tomadores de decisiones que se refieren al bloque burgués. Sin embargo, su objetivo fundamental no es, y nunca ha sido, la austeridad, que se utiliza como una imposición al servicio de las reformas estructurales. Lo mismo podría decirse del ideal europeo, que, en la estrategia de estos tomadores de decisiones, nunca ha sido otra cosa que un instrumento para facilitar la transición del capitalismo italiano al modelo neoliberal.
Por lo tanto, el paralelo entre los gobiernos de Monti y Draghi es totalmente pertinente; si el primero presentó las reformas como esenciales para evitar la explosión de la deuda, el segundo dirá que son necesarias para obtener ayuda europea. Y fueron las reformas estructurales que redujeron la protección social, debilitaron los servicios públicos, precarizaron las relaciones salariales -hay que recordar, por ejemplo, la Jobs Act de Renzi, que no incluía ningún ahorro presupuestario- las que engendraron la fuerte reacción de la sociedad italiana a los gobiernos del bloque burgués y produjeron el gran cambio del equilibrio de fuerzas electorales, incluido el ascenso de la Liga y la erupción en la escena del M5S.
Por lo tanto, debemos preguntarnos por qué extrañas razones los partidos políticos que crecieron oponiéndose a los gobiernos del bloque burgués (M5S y Liga), y los partidos que, debido a su apoyo a los mismos gobiernos, han perdido un gran número de votantes (Partido Democrático y Forza Italia, la formación Berlusconi), se encuentran juntos apoyando, con entusiasmo variable, a Mario Draghi, cuya estrategia volverá a ser la de un bloque burgués renaciendo de sus cenizas. Es cierto que por el momento solo se conocen las grandes líneas del programa del nuevo gobierno.
Pero no es sorprendente que en su primer discurso público como Primer Ministro, el 17 de febrero en el Senado, Draghi insistiera en la necesidad de reformas rápidas para fortalecer la competencia, simplificar el sistema fiscal, reducir los impuestos, hacer que la administración pública sea más eficiente y promover la aparición de polos de excelencia en el sistema público de investigación. El marco general sigue siendo el de las políticas estructurales que facilitarían la innovación, el crecimiento y, Plan Europeo de Recuperación obliga, la transición ecológica.
En este sentido, el apoyo a las empresas en dificultades por la recesión económica será selectivo, y la lucha contra el aumento del desempleo se confiará una vez más en su totalidad a las políticas activas de empleo. En el Senado, Draghi no ha tenido ni una sola palabra para las formas contractuales, la negociación salarial que ahora se realiza principalmente a nivel de empresa, el salario mínimo que todavía le falta a Italia, el nivel de las remuneraciones, mientras afirmaba firmemente el compromiso europeo de su gobierno, que tendrá que incluir transferencias adicionales de soberanía en materia fiscal. Incluso los elementos retóricos, con la exhortación de no sacrificar el futuro de las generaciones más jóvenes al egoísmo de las generaciones mayores, están en perfecta continuidad con la época de los gobiernos del bloque burgués.
Entonces, ¿cuáles son las razones del apoyo casi unánime al nuevo gobierno? La respuesta radica, en parte, en la dinámica interna de cada partido: me limitaré a un breve análisis de la situación de las tres principales fuerzas parlamentarias, a saber, M5S, Partido Democrático y Liga. Pero otra parte, importante, de la respuesta está vinculada a la reestructuración de las divisiones políticas impulsada por el bloque burgués, que ha dejado una profunda huella en la configuración del conflicto político y social italiano. Volveré sobre esto en la última parte de este artículo.
El giro espectacular de la Liga, que ha entrado en la mayoría Draghi después de haber hecho campaña durante mucho tiempo, hasta las elecciones legislativas de 2018, por la salida de la moneda única (que es, dixit Draghi en el Senado, irreversible), es sorprendente solo para aquellos que no conocen el poder predominante, dentro del partido, de su componente tradicional, vinculada esencialmente a las PYME en Véneto, Lombardía y Piamonte, es decir, a la parte más rica e industrializada del país. Durante un tiempo, el proyecto de Salvini fue transformar su partido, que en 2017 todavía se llamaba Liga del Norte para la Independencia de Padania, en un partido de vocación nacionalista presente y fuerte en todo el país, capaz de dirigirse también a las clases trabajadoras del centro y el sur en gran medida sacrificadas por las reformas estructurales y la austeridad.
Sin embargo, el mundo productivo del norte, y en particular en el noreste del país, muy integrado desde un punto de vista comercial y productivo con Alemania, considera cualquier perspectiva de una ruptura con la UE, especialmente si es unilateral, como una amenaza intolerable. Justo después del resultado de las elecciones de 2018 y el acceso al poder en alianza con el M5S, Salvini declaró rápidamente que había «cambiado de opinión» sobre el euro [6]. Un año más tarde, el fin del primer gobierno de Conte fue causado por la negativa del M5S a otorgar una fuerte autonomía fiscal a las regiones que la Liga, bajo el liderazgo de los gobernadores del norte, consideraba una prioridad. El partido nacional y nacionalista que Salvini quería construir tenía, por lo tanto, dos almas; pero cada vez que se imponía una decisión, fue la vieja Liga, representante del norte industrializado, la que dictaba su línea, sin buscar el más mínimo compromiso con las expectativas del nuevo electorado, estrechamente vinculado a las clases trabajadoras del centro y el sur.
También había que decidir entre oponerse a Draghi o integrar su mayoría; y de nuevo, fueron las expectativas de las clases vinculadas al mundo de las pequeñas y medianas empresas las que resultaron determinantes. Este mundo no tiene ningún deseo de una confrontación con las instituciones europeas, no solo acepta muy bien, también pide, una fuerte liberalización de la relación salarial, y espera aprovechar parte de los recursos del Plan de Recuperación. Por lo tanto, no entendería encontrarse en oposición a Draghi. Salvini también declaró que todo lo que está pidiendo al nuevo gobierno es reducir el impuesto sobre la renta, evitar la introducción de un impuesto al patrimonio y no aumentar el impuesto a la propiedad inmobiliaria [7].
Es fácil ver a qué intereses sociales corresponden tales objetivos, y también es comprensible que marque el final del proyecto nacional de la Liga y el regreso a sus bases tradicionales. También hay que destacar que este reajuste no implica necesariamente un debilitamiento de la coalición de la derecha; porque Fratelli d’Italia, un partido neofascista aliado con la Liga en todas las elecciones y que se posicionó, solo, en la oposición, está apuntando exactamente al electorado que la Liga está abandonando. Por lo tanto, la estrategia de Salvini es perfectamente legible: renuncia al apoyo popular que había ganado rápidamente en la región centro-sur, pero al apoyar a Draghi, tiene la intención de fortalecer el papel de la Liga como representante del mundo productivo del norte.
Las cosas son más complicadas para el Partido Demócrata y el M5S, que en otoño de 2019 se encontraron un poco por casualidad gobernando juntos. Como he recordado, fue Salvini quien, bajo la presión de los gobernadores de las regiones del norte, decidió poner fin al primer gobierno de Conte; y fue sobre todo para evitar elecciones anticipadas cuya victoria parecía corresponder a la derecha para lo que los dos movimientos (PD y M5S) decidieron dar vida a un nuevo gobierno, sin cambiar de Primer Ministro. La característica de la nueva alianza, al menos inicialmente, fue ver representar los papeles principales a partidos en plena crisis estratégica.
El Partido Demócrata fue, desde 2011 hasta 2018, el pilar principal del bloque burgués. Tras apoyar a Monti, nombró a los tres primeros ministros de los gobiernos que se referían a este bloque social (Letta, Renzi y Gentiloni). Pero las consecuencias electorales de la experiencia son claras: después de obtener el 33% de los votos en las elecciones de 2008 que no obstante había perdido, el partido cayó al 25% en 2013, luego al 18% en 2018. Después de esta amarga derrota, la línea de Renzi, que coincide de forma casi caricaturesca con la del bloque burgués, fue puesta en minoría; el propio Renzi finalmente abandonó el partido y fundó su propio movimiento (Italia Viva).
Sin embargo, y ese es todo el problema, nunca ha habido un verdadero debate contradictorio y de confrontación dentro del Partido Demócrata entre líneas políticas diferentes. Renzi, por así decirlo, se ha derrotado a sí mismo, dejando atrás una formación sin brújula política. La conciencia de los estragos sociales y de las desigualdades producidas por las «necesarias reformas» está ampliamente difundida en el partido, pero el único pegamento que le permite existir es la adhesión fuerte e incondicional a la integración europea; y este pegamento obviamente dificulta un verdadero análisis crítico de los años del bloque burgués, un requisito previo necesario para la elaboración de un proyecto político alternativo.
La situación es, si es posible, aún más confusa para el M5S, cuya trayectoria parece estar determinada más por las vicisitudes coyunturales que por orientaciones políticas. Durante mucho tiempo opuesto a la casta de los partidos y decidido a rechazar cualquier alianza, después de triunfar en las elecciones de 2018, el M5S propuso en primer lugar al Partido Demócrata formar un gobierno; tras la negativa de Renzi, que todavía lo dirigía, el M5S se coaligó con la Liga; cuando Salvini decidió poner fin a esta experiencia, el M5S volvió hacia el Partido Demócrata; y ahora que Renzi, al retirar el apoyo de Italia Viva, ha terminado con el segundo gobierno de Conte, el M5S se encuentra aliado tanto con la Liga como con el Partido Demócrata en la nueva mayoría.
Sin embargo, este tortuoso recorrido se organiza en torno a unas pocas líneas directrices. El importante resultado (33%) obtenido por el movimiento en 2018 se explica por una oposición frontal al bloque burgués estructurada en torno a la defensa de los bienes públicos, la denuncia de los privilegios de los muy ricos, y también la atención prestada a las cuestiones ecológicas, oposición acompañada de una vaguedad deliberadamente mantenida en temas esenciales como la fiscalidad, la moneda única, las relaciones con la Unión Europea. Esta vaguedad, en la que participaron posiciones muy variables sobre la gestión de la inmigración, permitió al M5S reunir a votantes penalizados por la acción del bloque burgués tanto de derecha como de izquierda.
El contenido conflictivo de las relaciones con la Liga dentro del primer gobierno de Conte, y luego la relación más cooperativa con el Partido Demócrata durante el segundo gobierno de Conte, condujeron gradualmente al M5S a posicionarse con bastante claridad a favor de la progresividad de los impuestos, contra la precarización de la relación salarial, y también por un intento de modificar los tratados europeos a través de la negociación y sin ruptura importante. De forma bastante lógica, el M5S ha perdido así su componente proveniente de la derecha, y ahora se le atribuyen en las encuestas alrededor de la mitad de los votos que obtuvo en 2018.
El segundo gobierno de Conte se basaba, por tanto, en la alianza entre dos partidos, el Partido Demócrata y el M5S, en crisis estratégica, pero que, entre vacilaciones y conflictos internos, se movía de cierta manera hacia una dirección común. Es por otra parte para detener la perspectiva, todavía hipotética pero concreta, de un nuevo centro-izquierda, ciertamente condicionado por un europeísmo insuficientemente reflexivo, pero atento a las desigualdades sociales y a los problemas que plantean la precariedad y la pobreza, particularmente en las regiones del centro y del sur, y crítico respecto a la flexibilidad de la relación salarial, por lo que Renzi decidió retirar la confianza de sus parlamentarios en Conte y abrir la crisis que ha llevado a la formación del gobierno Draghi.
Las vicisitudes de los principales protagonistas de la escena italiana, y el paradójico resurgimiento de un gobierno que seguirá una estrategia conectada con el bloque burgués, pueden convivir en un marco unitario. El bloque burgués no es simplemente una alianza social que reúne a las clases media y alta provenientes de la derecha y de la izquierda en torno a una reforma neoliberal del capitalismo legitimada por el proceso de unificación europea. También es un proyecto ideológico que implica una reestructuración completa de las divisiones políticas. La debacle electoral del Partido Democrático versión Renzi y de la formación Berlusconi, es decir, de los partidos que sostenían este proyecto, no borró las consecuencias de la experiencia del bloque burgués en la estructuración del conflicto social y político.
En este conflicto, la división derecha/izquierda se ha minorizado en los últimos diez años en favor de otros, que oponen Europa a la nación, las élites al pueblo, cosmopolitas a identitarios, mundialistas a soberanistas. El bloque burgués reúne una alianza en torno a uno de los polos de estas divisiones; una alianza que ha visto su superficie social reducirse gradualmente hasta volverse completamente minoritaria, pero que sigue siendo compacta en sus objetivos y en el apoyo a la estrategia, europeísta y neoliberal, que le permite existir.
El otro polo de estas divisiones reúne a una parte mayoritaria pero totalmente heterogénea de la población. Una heterogeneidad que, como hemos visto, socava decisivamente el proyecto de Salvini de una Liga Nacional, y que está en la raíz de las vacilaciones estratégicas y el debilitamiento que siguió a la afirmación del M5S en 2018. Del mismo modo, la adhesión incondicional a la construcción europea, que la lleva a descalificar como populista cualquier posición verdaderamente crítica respecto a la UE, corresponde a un posicionamiento del Partido Demócrata dentro de las divisiones impulsadas por el bloque burgués que dificulta un cambio real de línea política.
Hay parte, pero solo parte, de verdad en los discursos de los medios dominantes, que denuncian la incapacidad del personal político de todo tipo para proponer un programa de gobierno sólido, y que por lo tanto ven a Draghi como el único capaz de sacar al país de su crisis. En realidad, el problema no proviene de las cualidades personales de las y los responsables políticos, sino de una hegemonía del bloque burgués que sobrevive a su declive social.
Esta hegemonía tiene el efecto directo de dejar en los márgenes del conflicto político cuestiones tan esenciales como el futuro de la protección social, de los servicios públicos, de las relaciones salariales, y obliga a los opositores al bloque burgués a definirse sobre la base de las diferenciaciones que él ha impuesto. En la estructuración del conflicto impulsada por el bloque burgués, hay espacio para una única estrategia política coherente: la del bloque burgués. Lo que explica que, frente al imperativo de gestionar una crisis económica sin precedentes en el período de posguerra, una amplia mayoría política se haya unido para apoyar un proyecto socialmente minoritario.
Esto no impide que las consecuencias sociales de la política Draghi serán con toda probabilidad del mismo orden que las causadas por la acción de los gobiernos del período 2011-2018. Las clases sacrificadas por las reformas del bloque burgués habían buscado una ruta electoral para expresar su descontento y sufrimiento. ¿Y ahora qué? ¿Volverán a tener la oportunidad de hacerse oír democráticamente, y la persistencia para hacerlo? Nada es menos seguro. Aunque ver repetirse con demasiada frecuencia las mismas citas de un autor complejo como Gramsci pueda caricaturizar su pensamiento, me parece que no hay conclusión más pertinente que la suya para esta reflexión sobre la crisis italiana: «La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: durante este interregno observamos los fenómenos mórbidos más variados».
http://www.contretemps.eu/italie-draghi-europe-bloc-bourgeois-palombarini/
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
[1] Un listado de los sucesivos Gobiernos italianos se puede consultar en https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Presidentes_del_Consejo_de_Ministros_de_Italia. Ndt.
[2] R. Brunetta: Berlusconi deve cadere. Cronaca di un complotto, Editore Il Giornale, 2014
[3] B. Amable, E. Guillaud, S. Palombarini: L’Économie politique du néolibéralisme. Le cas de la France et de l’Italie.(La economía política del neoliberalismo. El caso de Francia e Italia), Ediciones Rue d’Ulm, París, 2012
[4] S. Palombarini: L’Italie est malade du néolibéralisme (mais elle ne le sait pas (Italia está enferma de neoliberalismo (pero no lo sabe)” , Blog personal Mediapart, 9/04/ 2020
[5] E. Brancaccio, R. Realfonzo: “Draghi’s plan needs less Keynes, more Schumpeter”, Financial Times,«El plan de Draghi necesita menos Keynes, más Schumpeter», Financial Times, 12702/2021
[6] "Italy has done a lot, maybe too much” (Italia ha hecho mucho, tal vez demasiado),, Salvini entrevista con Salvini en el Washington Post, 19/07/2018.
[7] Declaración de Salvini en el programa «1⁄2 ora in più», Rai 3, 14/02/2021.