En los países del Norte las conquistas feministas corren peligro

18 de junio de 2010 por Denise Comanne




Cuando los opresores pretenden ser las víctimas... Hace poco, en Bélgica, empresarios de todo tipo se unieron para hacer un llamamiento desgarrador a la comunidad: «¡Nosotros no somos culpables de la crisis! ¡Estamos hartos de que se nos acuse de provocar todos los males! ¡Dejadnos hacer nuestro trabajo!» (Le Soir, 25 de enero de 2010). Sin embargo, ellos respaldan el sistema capitalista que les permite exigir una parte (enorme) del pastel.

Curiosamente, este hecho me hizo pensar en ciertos grupos de hombres que reivindican una ideología masculinista. A pesar de que son, en su inmensa mayoría, privilegiados por el sistema patriarcal que subsiste en todas nuestras sociedades, estos hombres tienden a afirmar que son víctimas de los «excesos» de las mujeres. Las mujeres habrían «exagerado». Habrían conquistado «demasiados» derechos, libertades, y, actualmente serían incontrolables, sería el momento de llamarlas al orden.

Frente a esta recuperación del sistema patriarcal, las mujeres deberán reanudar la lucha para no perder las conquistas que tan caro les costaron. [1]

El masculinismo

Según Michèle Le Dœuff, [2] que inventó el término, el masculinismo hace referencia a cualquier discurso, a cualquier pensamiento que esté centrado únicamente en los hombres y en sus intereses. Esta ideología —de hecho muy antigua, puesto que se puede afirmar que todo patriarcado es masculinista— se ha convertido en el transcurso de las últimas décadas en un movimiento de extrema radicalidad, cuyo objetivo, no confesado pero evidente, es obstaculizar la libertad de las mujeres.

¿Podemos igualar el masculinismo al feminismo?

No, en la medida en que el feminismo es una actitud progresista que promueve el avance de derechos iguales para todos y todas, hombres y mujeres, y que tiene por objetivo la plenitud de todos los seres humanos. Los masculinistas, en cambio, adoptan una posición regresiva, que retira y niega los derechos de las mujeres, a las que, por otro lado, no consideran sus iguales. En efecto, el grupo más privilegiado en nuestra sociedad patriarcal pretende estar gravemente vejado y se expresa en ese sentido desde hace unos cuarenta años. Lo más frecuente es que estos hombres denuncien el feminismo como la primera causa de su malestar y que deseen abiertamente una vuelta atrás. Otra diferencia fundamental es que el feminismo se coloca en el plano de la reflexión constructiva sobre los problemas de la sociedad: propone cambios para un mejoramiento social global, incluso integrando cuestiones que corresponden al medio ambiente (se habla del ecofeminismo). [3] Por el contrario, los masculinistas no se interesaron nunca sobre las verdaderas causas del aumento de los divorcios, muy raramente abordaron el tema de la violencia dentro de la familia o del trabajo específico de madre o padre.

¿De dónde viene el masculininismo?

En los años cincuenta, cuando se instauró el divorcio en Estados Unidos, un creciente número de hombres divorciados se encontraron con la obligación de pagar una pensión alimentaria a sus ex esposas y una parte contributiva para la educación de sus hijos. Sin embargo, durante los años setenta y ochenta el discurso cambió sensiblemente. Ya no fue sólo cuestión de dinero, un argumento que no hacía que su causa fuera muy simpática, sino de la angustia de no ver más suficientemente a sus hijos. De este modo, con la mediatización de este sufrimiento, los grupos de padres consiguieron atraer la simpatías de la sociedad (por ejemplo, las películas Kramer contra Kramer o La sra. Doubtfire).

¿Quiénes son?

Los masculinistas forman grupos más o menos originales, más o menos provocadores. El abanico es amplio, desde personajes como los que proclaman «estar contentos de ser chicos» (Yves Pageau, animador del sitio internet garscontent.com, que rebosa de injurias contra las feministas y los jueces), o «hombre y orgulloso de serlo» (Yvon Dallaire, que se define como psicólogo, sexólogo, autor y conferencista), hasta quienes en Estados Unidos pagan 300 dólares para pasar el fin de semana entre hombres y así despertar «al salvaje dormido» (ducha fría, no afeitarse, etc.), o los que promueven y reivindican los valores patriarcales de jefe de familia, de protector y de padre (como los evangelistas Promise keepers).

El problema reside en que este fenómeno tiene cada vez mayor proyección, más allá de la esfera de influencia de las propias asociaciones. La compasión que despierta la condición paternal/masculina se ha convertido en un tema clásico de la prensa desde hace varios años. En muchos medios —en el cine, entre numerosos autores, en sociólogos y filósofos— encontramos esta misma compasión respecto a los hombres, a los padres y sobre todo a los padres divorciados. Hasta tal punto que organismos públicos de la Región bruselense sostuvieron y subsidiaron en la ciudad de Bruselas, en el marco de la política de la igualdad de posibilidades, un congreso internacional llamado «Palabras de hombres» del movimiento «masculinista» en octubre de 2008. Esta actividad facilitó una tribuna a individuos que cuestionaban sin ambages los derechos que las mujeres tan duramente conquistaron y negaban o relativizaban ¡la existencia misma de la opresión masculina! Esta compasión generalizada podría ser interesante y constructiva ya que podría, efectivamente, ser el comienzo de una reflexión sobre la mejor manera de ayudar al mismo tiempo a las mujeres y a los hombres. El problema es que, bajo la lacrimosa máscara que los masculinistas presentan a la sociedad, se esconde un programa reaccionario temible para los derechos fundamentales de las mujeres.

¿Qué es lo que quieren?

Más allá de la oposición a las disposiciones post divorcio relativas a los hijos y al dinero, hay algo mucho más grave. El masculinismo niega la violencia doméstica, cuestiona las estadísticas y/o afirma que los hombres al menos son tan víctimas como las mujeres. Así, el sitio internet del movimiento de la condición paternal (www.interpc.fr) osa titular uno de sus artículos: Las violencias conyugales: una realidad muy maquillada, y explica: «Cuando se os da a conocer las importantes cifras sobre la violencia conyugal, todos lo encontráis escandaloso y tomáis partido inmediatamente en contra de esas violencias. Toda la astucia de la propaganda por lo tanto está en esas cifras. Ahora bien, en las cifras de la violencia conyugal, contrariamente a lo que todo el mundo imagina, no se trata solamente de golpes y heridas sino de todo lo que ciertas mujeres CONSIDERAN COMO VIOLENCIA: simples desacuerdos conyugales sin ningún acto físico o virulencia verbal, decepciones amorosas, contrariedades de cualquier tipo, la simple negativa de un marido a un gasto o bien a un pedido extravagante, simple rechazo, “violencias” llamadas psicológicas, en fin, todo lo que una mujer puede sentir como una violencia de cerca o de lejos, a veces de muy lejos...» Nosotras, sin minimizar del todo el alcance de la violencia psicológica respecto a las mujeres, hablamos de daños tan graves que van hasta el asesinato. Encontramos en los grandes medios ejemplos extremos de esta negación de la violencia doméstica respecto a las mujeres: Libération, el 21 de mayo de 1993 tituló Una familia se suicida para anunciar que un hombre había matado a su esposa, a sus hijos y después se había suicidado.

Otro grave aspecto de los masculinistas es su rechazo al derecho de abortar y a los métodos anticonceptivos. Reclaman el derecho de tener un poder de codecisión sobre la continuación o no de un embarazo, sobre la decisión de tener o no tener hijos (o sea sobre la libertad de la mujer de decidir de utilizar o no utilizar un anticonceptivo). Este aspecto de su discurso no siempre es fácil de descubrir y por eso es el más peligroso. El derecho a la concepción y al aborto es realmente una conquista de las luchas feministas en los países del Norte industrializado: es la mujer que lleva al hijo en su seno y quien tiene todas las probabilidades de tener que ocuparse de sus hijos, en cualquier situación (vida cotidiana tradicional, disminución psíquica o física de la criatura, partida del padre, etc.). Es por lo tanto ella quien, en última instancia, debe conservar el poder de decisión de lo que hará con su cuerpo.

Entre los objetivos masculinistas también se encuentra el cuestionamiento del derecho al divorcio. Muchos hombres y padres han expresado esta idea abiertamente puesto que para ellos el divorcio es una catástrofe: se encuentran de la noche a la mañana con la obligación de asumir solos las tareas domésticas y paternales que hasta ese momento descuidaban, y pagar la pensión alimentaria y una prestación compensatoria.

¿Qué hacen y qué resultados obtienen?

Los masculinistas utilizan numerosas estrategias para expandir su mensaje y alcanzar sus objetivos, mediante: una poderosa red en internet, el lobbying ante los órganos legislativos (multiplicando las antenas asociativas locales, acosando a los diputados con visitas, correos electrónicos, etc.), la infiltración en instancias parajudiciales (centros de mediación familiar, por ejemplo), mediatización extrema, intimidaciones, amenazas (Patrick Jean, realizador del documental La dominación masculina, no se atrevió a ir a Quebec debido a las amenazas proferidas por los masculinistas de esa región), violencias (ataques a centros de interrupción voluntaria del embarazo, por ejemplo) y calumnias.

Todo este arsenal tiene ya consecuencias directas y nefastas para las mujeres. Las reformas del Código Civil votadas en menos de dos décadas en Francia (en 1987 y en 2002) se inclinan en el sentido deseado por los grupos de padres. Un ejemplo: en febrero de 2002, la ley relativa a la autorización parental es una verdadera trampa para las mujeres. Al instaurar el régimen de residencia alterna obligatoria de los hijos en caso de separación conyugal, el legislador condena a las mujeres, por una parte, a renunciar a cualquier cambio o promoción profesional, o simplemente a una oferta de empleo que no esté en el lugar de residencia de los hijos; por otra parte, a continuar a merced de un cónyuge violento.

El veredicto del tribunal correccional de Dunkerque (en el norte de Francia) emitido el 26 de julio de 2007 deja estupefacto a cualquiera. Una mujer víctima de violencia de género se había refugiado con sus hijos en la asociación SEDIRE, sin conocimiento de su marido. Y esta mujer fue condenada a tres meses de prisión, con condena condicional, y a multas en beneficio Beneficio Resultado contable positivo neto fruto de la actividad de una sociedad. El beneficio neto es el beneficio después de impuestos. El beneficio a distribuir es la parte de aquél que puede ser repartido entre los accionistas. de su marido. Esa vez, la asociación no fue imputada, pero desde ese momento, cualquier militante que tome la iniciativa de socorrer a una víctima de la violencia y a sus hijos podrá ser objeto de una denuncia ante la justicia. En efecto, el tribunal dictaminó con precisión que la asociación no puede ser enjuiciada por hechos anteriores a enero de 2006, lo que tiene por consecuencia que hechos similares posteriores a enero de 2006 pueden ser perseguidos por la justicia... Semejante decisión aumenta las dificultades de todas las mujeres y de todas las asociaciones.

Las luchas en el Norte

Es evidente que hay algunos hombres que no pueden situarse adecuadamente ante la emancipación de las mujeres. Atraviesan una crisis de identidad que algunos quisieran resolver a fuerza de «valores viriles».

Para las feministas no es suficiente hablar de vigilancia, es necesario aprender de nuevo a luchar. Es que sin caer en la paranoia, debemos ser conscientes de que estos grupos se suman a poderosos movimientos de pensamiento y de acción. Por muy poco, la Unión Europea no fue calificada de «cristiana» en su «Constitución», pero aquellos que lo propiciaban siguen con sus manejos en las esferas del poder. La entrada en la UE de países con tintes retrógrados, como Polonia, los ayuda en su empeño.
El terreno religioso continúa siendo el campo predilecto para reconducir las mujeres a los «valores» ancestrales de la sumisión y de su papel doméstico. Los masculinistas se encuentran a sus anchas en el ambiente repugnante del integrismo religioso. En Bélgica, las mujeres deberán estar codo con codo ya que monseñor Léonard, un obispo conservador reaccionario, fue elegido por el papa para dirigir la iglesia belga. Este papa va instalando sus peones: ¡atención!

Otras esferas de influencia de tipo racista y neofascista también entran en simbiosis con el movimiento masculinista. John Bellicini, un «entrenador» masculinista que se califica con mucho gusto de nazi y de racista, declaraba al Spiegel: «Los hombres ya no deben tener vergüenza de su sexo. Perdieron toda confianza en ellos mismos al buscar una madre en cada mujer. Debemos aceptar el diablo misógino que todos tenemos dentro y no combatirlo. El marido se debe afirmar como el jefe y cumplir con sus deberes para poder ser feliz. En cuanto a la mujer, ella tiene necesidad de seguridad afectiva. Pero hay que tener cuidado, es un error monstruoso creer que la mujer es un ser bueno...De hecho, es la mayor broma de la historia humana». [4]

Conservar el Norte para ganar el Sur

El feminismo no tiene fronteras. Luchar por las conquistas de las mujeres en una parte del mundo es luchar por la condición de las mujeres en todo el mundo. Si bien el siglo pasado permitió algunos avances, debemos ser conscientes de que, en el nivel planetario, el patriarcado es y continuará siendo virulento. Sólo citaré un ejemplo: la desaparición de fetos femeninos en India y las consecuencias que tiene para las indias esta selección prenatal después de la detección del sexo por ecografía. El diario Le Soir del 23 de febrero de 2010 titulaba: «A millones de indios les faltan mujeres». Los crudos datos dicen: «Cada día, en la India, de 1.000 a 4.000 futuras mujeres son tachadas de la carta»; «Por cada 1.000 niños , la ratio está en menos de 800 niñas, contra las 962 que había en 1981». Primera observación: la cuestión se trata desde el punto de vista del déficit, del problema para los hombres y no del de los millones de fetos femeninos abortados, de las missing women. Segunda observación: los padres que prefieren los fetos masculinos «¿son simplemente víctimas de una obsesión?» «¿quién es el gran culpable? La mentalidad». Ningún análisis sobre el papel del patriarcado, ni del capitalismo que refuerza la elección de las clases pobres y medias a penalizar las hijas a causa de su «coste» (el coste de las hijas de alguna manera es doble: el «mantenimiento» durante su niñez y adolescencia y luego la dote que hay que dar a su marido). Las mujeres indias que sobrevivieron ¿están más valoradas a los ojos de los hombres? No, según la organización Vatsalya «estas mujeres son tratadas como máquinas de producción de bebés y para la satisfacción de las necesidades sexuales». La Asociación de mujeres democráticas de la India señala un avance de la rigidez patriarcal. Para proteger la tan codiciada virginidad, las mujeres estarían muy controladas y casadas cada vez más jóvenes. Secuestros, violaciones y tráfico de mujeres son el corolario de esta situación.

Piensen lo que piensen los masculinistas, las mujeres nos debemos arremangar...

Traducido por Griselda Piñero


Notas

[1Este artículo está inspirado en un texto de Hélène Palma «La percée de la mouvance masculiniste en Occident», comunicación leída en octubre de 2007, en el Espacio Internacional de Mujeres de Ginebra (EFIGE), en cuya revista fue publicado. http://lgbti.un-e.org/spip.php?article50

[2Le Dœuff, Michèle, L’etude et le rouet, volumen 1, 15.

[3Mies, Maria y Shiva, Vandana (1993), Ecofeminismo, Icaria Editorial, Barcelona, 1997

[4Citado en Dimanche matin, 8 de noviembre de 1992.

Denise Comanne

Féministe engagée dans les luttes locales et internationales contre le capitalisme, le racisme et le patriarcat, Denise Comanne avait créé le CADTM aux côtés d’Éric Toussaint et d’autres militant-e-s.
Révolutionnaire infatigable, Denise aura milité jusqu’au bout dans les mouvements sociaux.
Elle est décédée le 28 mai 2010, brutalement, peu après avoir participé activement à un Forum sur le cinquantenaire de l’indépendance de la RD Congo.

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