4 de julio de 2022 por Arya Meroni
Women_s_March_Washington,_DC_USA
Desde hace algún tiempo, las personas trans son cada vez más visibles en la sociedad. Esto se debe en parte al auge del movimiento feminista y también a una mayor aceptación, especialmente por parte de los más jóvenes. Al mismo tiempo, las corrientes feministas transfóbicas se organizan para intentar devolver a las personas trans al armario y que no perturben el orden establecido por cierto feminismo burgués. Encuentran ecos a nivel mundial en una parte de la derecha y de la extrema derecha que se oponen a cualquier posibilidad de avance de derechos para las personas trans, de vivir con dignidad, de esperar salir de la marginalidad y de la extrema precariedad.
Cuando las corrientes reaccionarias hablan de las personas trans, el debate suele centrarse en la identidad, en la posibilidad de que una «mujer con pene» acceda a espacios de un solo sexo, en la posible «traición» de los hombres trans o en el exotismo y sexualización de las personas trans.
Sin embargo, a menudo parece olvidarse un aspecto esencial: las condiciones materiales de vida de las personas trans. ¿Cuáles son las posibilidades de trabajo e ingresos para una población que todavía no está en igualdad de derechos al resto y que, por tanto, está relegada a los márgenes del proletariado? ¿Cómo actúa la transfobia como factor de asignación a la marginalidad dentro de los propios márgenes del proletariado? Para una población que depende tanto de la sanidad para existir, ¿cuáles son las posibilidades materiales de acceso a servicios de calidad? Y, por último, ¿de qué manera las políticas de austeridad en la sanidad, con el pretexto de pagar la deuda
Deuda
Deuda multilateral La que es debida al Banco Mundial, al FMI, a los bancos de desarrollo regionales como el Banco Africano de Desarrollo y a otras organizaciones multilaterales como el Fondo Europeo de Desarrollo.
Deuda privada Préstamos contraídos por prestatarios privados sea cual sea el prestador.
Deuda pública Conjunto de préstamos contraídos por prestatarios públicos. Reescalonamiento. Modificación de los términos de una deuda, por ejemplo modificando los vencimientos o en relación al pago de lo principal y/o de los intereses.
pública, refuerzan la marginación y el desarrollo de la deuda privada entre las personas con ingresos muy bajos?
Este artículo no pretende dar una respuesta exhaustiva a todas estas cuestiones, sino introducirlas.
Una población fuertemente marcada por la precariedad
En general, las personas trans se encuentran en una situación muy precaria debido a las leyes transfóbicas que dificultan el cambio de su estado civil, que no permiten una lucha eficaz contra la transfobia e incluso refuerzan la discriminación. Esto se refleja en la exclusión casi sistemática de los mercados laborales «oficiales»: casi el 80% de las personas trans de todo el mundo no tienen acceso a un contrato de trabajo. Las cifras son elevadas en todas partes: en Francia, casi el 36% de las personas trans están en paro o en el RSA (Renta de Solidaridad Activa) [1] . Se calcula que un tercio de las personas trans ha perdido su empleo tras salir del armario y que el 46% de las personas trans no se atreve a buscar trabajo remunerado por miedo a la transfobia [2].
Por estas razones, la única alternativa de subsistencia puede ser la economía informal, y a menudo el trabajo sexual. Para las personas trans menos aisladas, la vida suele organizarse de forma colectiva y comunitaria. A menudo esto significa trabajar en empleos de reproducción social no remunerados para mantener un espacio de vida colectivo para sobrevivir junto a sociedades transfóbicas, misóginas, racistas y violentas. Por supuesto, esto no es exclusivo, y no es raro que las personas trans desempeñen a la vez funciones de cuidado y servicio dentro de las comunidades y cubran sus necesidades básicas a través de la economía informal.
Este breve y no exhaustivo panorama de la organización económica de la vida de las personas trans permite captar la dimensión precaria de sus condiciones de vida. Para «salir» de este patrón y esperar tener una vida «normal» (insertada en la economía neoliberal), hay que «pasar desapercibida/o», es decir, para una mujer trans, poder ser confundida con una mujer cis, y para un hombre trans, con un hombre cis. Es importante destacar este hecho, ya que es la razón por la que la transición es tan importante en la vida de las personas trans es que no hay otra opción para intentar escapar de la extrema precariedad... y del riesgo constante de violencia física y sexual e incluso de asesinato.
Ninguna sociedad capitalista es realmente tolerante con la existencia de las personas trans. La ausencia de políticas de educación, el no cuestionamiento de los estereotipos y de la masculinidad hegemónica, la escasez de verdaderas políticas feministas que desestabilicen fundamentalmente los roles de género asignados en la sociedad hace que las personas trans sigan siendo marginadas y convertidas en un espantajo. Incluso hoy en día, ser trans, en el imaginario colectivo, es ser un monstruo que intenta engañar a los hombres, robarles el sitio a las mujeres y los hombres trans son percibidos como lesbianas travestidas.
…dependientes del sistema de salud…
Por lo tanto, para tener la esperanza de escapar de este destino monstruoso, la «transición» biológica -médica, hormonal y quirúrgica- es fundamental en el recorrido de las personas trans. Este recurso a la medicina tiene un coste. En Francia, un tratamiento hormonal «clásico» no reembolsado cuesta unas decenas de euros al mes. Una sesión de depilación láser puede costar entre 90 y varios cientos de euros. Una operación para feminizar el rostro puede costar desde unos cientos hasta varios miles de euros. Lo mismo ocurre con la extirpación de los pechos. Una sesión de logopedia cuesta 60 euros. Por último, una operación de reasignación de sexo cuesta varias decenas de miles de euros.
En Francia es posible obtener un ALD [3] (affection longue durée) para que la seguridad social asuma el 100% del coste del tratamiento, pero los trámites para obtenerlo pueden ser engorrosos. Como todo depende de la buena voluntad del equipo médico -en su mayoría hombres cis, heterosexuales, blancos y de clase media- hay que cumplir con las expectativas de estos profesionales. No es infrecuente que las personas trans se pongan en peligro para demostrar a este cuerpo médico, todavía muy transfóbico, que son realmente trans: tomar hormonas sin remedio, comportarse de forma sexual para demostrar a los psiquiatras que somos realmente trans y no «sólo homosexuales», hacerse un cambio de «ropa» sin transición, etc. El engorro que supone en sí seguir todos estos procedimientos, que además pueden durar varios años, resulta desalentador sobre todo para las personas más jóvenes, precarias y aisladas.
Además, también suele ocurrir que las instituciones bloquean las solicitudes o que el personal administrativo se muestra demasiado celoso. Una casilla mal marcada por el médico en el documento de solicitud de ALD o una firma que no se corresponde perfectamente, pueden ser motivos para denegar la concesión o la renovación de dicha asignación, dejando a algunas personas sin ella durante varios años. Sin ALD, pero no sin tratamiento: en el caso de una negativa a renovar, por ejemplo, la persona que ya ha iniciado su transición no dejará de tomar su tratamiento ni interrumpirá determinados procedimientos quirúrgicos (porque no es un proceso que se pueda pausar de la noche a la mañana), la diferencia es que tendrá que pagarlos de su bolsillo.
... fuertemente afectadas por los planes de austeridad.
En esta situación, los sucesivos planes de austeridad, con el pretexto de pagar la deuda pública, están precarizando cada vez más las condiciones de vida de las personas trans. De hecho, los recortes masivos en los sistemas de salud pública dificultan el acceso a toda una serie de procedimientos, lo que se ve acentuado por la transfobia de la profesión médica. Es decir, donde una persona que desea tener una cita para cualquier tipo de atención médica tendrá que esperar varios meses para tenerla con un facultativo cualquiera (a causa del colapso del sistema sanitario público), una persona trans además de asumir ese tiempo de espera tendrá que sumar como dificultad el encontrar un facultativo/a que acepte atender a una persona trans. Además, con la privatización de la sanidad, no es raro que algunos centros privados (que ofrecen un sistema de citas mucho más accesibles) rechacen los ALD para maximizar sus beneficios, jugando con las ambigüedades, sobre todo en lo que se refiere las operaciones que se consideran vitales o de «confort»: pero cuando uno se arriesga a ser asesinado en la calle si parece “anormal”, ¿qué es vital y qué es de confort?
Por último, hay que tener en cuenta que algunas operaciones no se realizan en Francia, o que hay muy pocos facultativos, como ocurre con el cambio de sexo: lo que supone pagar hasta 20.000 euros para poder operarse en buenas condiciones.
La consecuencia de todo esto es que muchas personas trans no tienen más remedio que pagar sus transiciones de su bolsillo. Y como hemos visto, estamos hablando de una población que ocupa el extremo inferior del subproletariado más que el extremo superior de la clase media alta. Esto significa financiar operaciones costosas -o el tratamiento diario- con muy pocos recursos económicos. En América Latina, muchas personas trans optan entonces por recurrir a médicos clandestinos o a la automedicación, que es una de las principales causas de enfermedad y muerte de las personas trans.
En general, y en todo el mundo, la desinversión de los Estados en la financiación de servicios sanitarios públicos de calidad y la ausencia de apoyo social a las transiciones han provocado una explosión de la deuda privada de las personas trans.
Esta deuda puede ser, por supuesto, con los bancos, aunque el acceso al crédito para una persona trans suele ser complicado dada la transfobia generalizada, más aún si se trata de decir que el préstamo solicitado es para financiar una transición. Se trata de endeudarse con amistades, miembros de la comunidad o acreedores informales vinculados a las redes mafiosas.
En este contexto, en los últimos años se ha producido una explosión en el uso de grupos de colectas de dinero online para financiar operaciones o la compra de medicamentos. Esto también permite a las personas precarias y aisladas llegar a las redes. Aunque esto pueda parecer más colectivo y comunitario en la gestión de la deuda, las plataformas que gestionan los fondos comunes son empresas privadas que se llevan comisiones. En realidad, se trata de empresas que se lucran con la miseria, de la desinversión de los Estados en materia de salud y de la ausencia de verdaderas políticas de lucha contra la transfobia.
Frente a esto, el desarrollo y la politización de las comunidades, así como su anclaje en los movimientos sociales, podrían permitir encontrar al mismo tiempo la forma de tratar con garantías a las personas trans y de poner el foco en estas cuestiones para que no permanezcan en los márgenes en los que están confinadas.
Se trata también (y, sobre todo) de denunciar y luchar contra los planes de austeridad y los recortes presupuestarios en sanidad bajo el disfraz de deuda pública, que condenan a las personas a recurrir a «soluciones» individuales -que van desde la deuda privada hasta la obligación de aceptar todo tipo de trabajos- para sobrevivir y acceder a los servicios sanitarios necesarios.
Por el contrario, se trata de luchar por una sanidad universal, pública, gratuita y de calidad al servicio de la ciudadanía, para que el dinero público esté realmente al servicio de todas las personas.
Este artículo es una traducción al castellano de un artículo publicado en francés en el nº81 de la revista “Les autres voix de la planète”, cuyo monográfico está dedicado a “Deudas y feminismos, por un impago feminista de la deuda” editada en Bélgica por el Comité por la abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM).
Traducción: Beatriz Ortiz
[1] La Renta de Solidaridad Activa (RSA) en Francia es una prestación social en el trabajo destinada a reducir la barrera de la vuelta al trabajo. El Gobierno francés lo puso en marcha el 1 de junio de 2009.
El RSA sustituye al RMI (Renta mínima de inserción); su objetivo es proporcionar unos ingresos mínimos a trabajadoras/es desempleadas/os y subempleadas/os, con el fin de animar a estas personas a encontrar trabajo, y proporcionar un complemento a los trabajadores/as con salarios bajos para que no sufran los efectos perversos de ganar menos con el empleo que con el desempleo.
[2] Véase el trabajo de Arnaud Allessandrin para los escasos datos existentes. Por ejemplo: https://www.cairn.info/revue-cahiers-du-genre-2016-1-page-193.htm)
[3] La asignación de afección de larga duración (allocation d’affection longue durée) se refiere a cualquier persona que padezca una enfermedad crónica. El sistema de seguro de salud pagará el 100% de los costes de atención de dicha enfermedad.