Veinte años de lucha contra el Libre Comercio.

¿Resistencia o Alternativas?

3 de octubre de 2016 por Luciana Ghiotto


En 1989 se firmó el primer tratado de libre comercio (TLC) del continente americano entre EEUU y Canadá. Desde entonces hemos sido testigos del avance imparable de la agenda de liberalización comercial. El contexto
de derrota de los años noventa se presentaba como absoluto y definitivo. Sin embargo, en las Américas se hicieron visibles diversas organizaciones sociales que instalaron la idea de que el libre comercio era antagonista a la
construcción de una sociedad más igualitaria. Las organizaciones sociales del continente (de campesinos, indígenas, sindicatos, organizaciones ambientalistas, feministas, movimientos territoriales urbanos, piqueteros, etc.) identificaron a los TLC como uno de los ejes de la reorganización capitalista contemporánea. Cada organización introdujo el tema del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) en su agenda, estuviera ésta orientada por el anti-neoliberalismo, o el bolivarianismo, o el neo-desarrollismo, o el autonomismo.



En 1997 nació la Alianza Social Continental (ASC) que pronto dio sus frutos: entre 1998 y 2005, se convirtió en un espacio de referencia continental y global de lucha contra el libre comercio. Los Encuentro Hemisféricos contra el ALCA que se realizaban anualmente en La Habana se convirtieron en un epicentro de construcción de la estrategia política continental. Pero lo que articulaban estos espacios era el rechazo: el No al ALCA se puso por encima de las especificidades temáticas y cosmovisiones políticas de las organizaciones. Luego del 2005, lo que el espanto al ALCA había unido, fue desunido por los posicionamientos frente a los gobiernos progresistas y por la priorización de las agendas sectoriales. Así, lo que primó fue la desarticulación y la ASC fue lentamente perdiendo su peso político y representatividad.

Exploremos qué sucedió. Era simple identificar al ALCA como el “imperialismo yanqui”: éste beneficiaba esencialmente a las corporaciones norteamericanas. Sin embargo, hoy no tenemos el mismo escenario que en las negociaciones del ALCA. Esto no quiere decir que EEUU haya perdido su gravitación. El proyecto del Acuerdo Transpacífico (TPP) lo demuestra, donde compite con China por liderar el Pacífico. El TPP ha sido identificado por los movimientos como un nuevo gran peligro, especialmente por las exigencias de “coherencia regulatoria”, y las innovaciones en inversiones y propiedad intelectual. Además, la vocación del TPP es expandir el alcance de esas cláusulas
a nuevos acuerdos comerciales que se firmen en la región.

El TPP entra por el Pacífico, especialmente vía el bloque de la Alianza del Pacífico. Por el lado Atlántico el tema se vuelve más complejo. Allí está el Mercosur Mercosur El Mercosur es una zona regional de cooperación económica del Cono Sur (mercado del Cono Sur) que reúne a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, más dos países asociados, Chile y Bolivia , que hasta hace poco sostenía una agenda orientada a la industria local y al fortalecimiento de la “burguesía nacional”, con un discurso más anti-norteamericano. No obstante, desde 2012, Brasil, de la mano de sus grupos económicos “nacionales”, empezó a apurar la firma de un tratado con la Unión Europea (UE), y el nuevo gobierno en Argentina le permite ahora avanzar en ese sentido (con apoyo de Uruguay y Paraguay). Con la UE, otro actor se sube al escenario. Pero no hay que olvidar que los países de la Alianza del Pacífico, mismo si identificados con los intereses norteamericanos, ya firmaron Acuerdos de Asociación con la UE.

En un tercer plano, los países bolivarianos del ALBA hasta ahora se resistían a la firma de algún TLC. Sin embargo, la caída del precio de las commodities Commodities Las commodities agrupan el mercado de materias primas (productos agrícolas, minerales, metales y metales preciosos, petróleo, gas…). ha apurado nuevas definiciones más claramente pragmáticas. Hace dos años Ecuador adhirió al Acuerdo de Asociación [1] con la UE que ya habían firmado Colombia y Perú (adhesión aún no ratificada por la Asamblea Nacional). Sin embargo, el discurs odel propio Rafael Correa sigue sosteniendo que lo que se firmó con la UE “no es un TLC”.

¿Y China? Otro actor que aparece sobre el escenario, este más novedoso. Desde 2012 China ha desplegado una estrategia de inserción de sus empresas estatales en el continente americano, especialmente en sectores extractivos y de infraestructura. También el gobierno chino ha sido el salvataje de última instancia para los países atados al vaivén del precio de las commodities, como Venezuela y Ecuador con el petróleo, o Brasil y Argentina con el poroto de soja. En su interés Interés Cantidad pagada como remuneración de una inversión o percibida por un prestamista. El interés se calcula sobre la base de la cantidad de capital invertido o prestado, de la duración de la operación y del último tipo aplicado en ese momento. en América Latina, China lleva firmados TLC con Chile y con Perú, y hoy Argentina también se incluye en la lista de los interesados. Esta descripción del escenario reciente muestra que la firma de TLC no es sólo una estrategia norteamericana. También lo es de la Unión Europea, de China, de Japón, y de todas las grandes o medianas potencias. El impulso de los TLC responde a los nuevos modos de internacionalización del capital y a la división internacional del trabajo a partir de la constitución de las corporaciones transnacionales. Todas las empresas compiten entre sí y deben garantizarse bajos costos de producción y mercados para el consumo de sus productos. Se trata de producir barato y vender, o morir, es decir, quebrar como capitalista individual. Y todos los Estados se ven beneficiados por el hecho de que a sus empresas les vaya bien, porque así garantizan la entrada de dinero vía impuestos, la generación de empleo, y con ello, la gobernabilidad interna. Por eso, la experiencia de los últimos cuarenta años nos permite dejar de identificar a “los malos” del libre comercio detrás de una u otra bandera: con el libre comercio las empresas más poderosas compiten entre sí y garantizan su ganancia.

Volver a poner a las alternativas sobre la mesa de discusión

Cuando derrotamos el ALCA teníamos ante nosotros una tarea clara, aunque no sencilla: construir la integración alternativa. Pero mientras desmantelábamos virtualmente la ASC, y discutíamos si la integración la debían hacer los Estados, los pueblos o las comunidades; si debía hacerse usando el dólar, o con trueque o con una moneda regional; si primero había que tomar el Estado o si se debía construir poder popular; si el capitalismo nacional es un paso hacia el socialismo o si se puede construir espacios socialistas al interior del capitalismo, la agenda librecambista avanzó. Y no hemos podido o sabido construir las alternativas. Claro que imaginar y realizar sociedades alternativas en el marco de las relaciones sociales capitalistas, que nos atraviesan como sujetos, no es tarea fácil. Pero a pesar de la urgencia, no hemos estado a la altura del momento histórico que heredamos de las luchas y estallidos sociales de fines de los noventa y principios del siglo XXI.

Hoy la idea que gana terreno es que el libre comercio es la única opción. No hay alternativas, nada se discute, no hay análisis posibles. Los Estados que discutían profundizar las relaciones comerciales de complementariedad y crear una arquitectura financiera regional, hoy compiten para colocar sus exportaciones. El resultado de la desintegración es la competencia, y la exacerbación de los nacionalismos. Ahora continúa libremente la carrera por la desregulación y la liberalización, parte esencial de la reproducción del capitalismo.

Los próximos años mostrarán una tendencia al aislamiento (económico y financiero) de los países que no firmen TLC, con presiones para que se sumen a los procesos liberalizadores. En este contexto, los movimientos hacemos lo que sabemos hacer: resistir. La defensiva es siempre un lugar cómodo, donde muchos estamos de acuerdo. Volvemos a decir No al libre comercio, porque conocemos sus efectos. Pero, ¿seremos capaces de continuar los debates sobre las alternativas políticas?

La concentración e internacionalización del capital de los últimos cuarenta años ponen en tensión la idea de desarrollar una construcción política alternativa desde una óptica estadocéntrica. Hoy entendemos que los Estados no son entes autárquicos, y que el objetivo de construir un “capitalismo nacional” resulta ser una quimera. Los Estados se mueven al vaivén de la reconfiguración capitalista mundial, y no pueden cerrarse sobre sí mismos. La globalización Globalización (ver también Mundialización)

Origen y sentido de este término anglosajón: en inglés, la palabra «global» se refiere tanto a fenómenos que interesan a la (o las) sociedad(es) humana(s) a nivel del globo como tal (es el caso de la expresión «global warming» que designa el efecto invernadero), como a procesos que poseen la característica de ser «globales» únicamente en la perspectiva estratégica de un «agente económico» o de un «actor social» preciso. En lo que estamos viendo, el término «globalización» nació en las bussiness schools norteamericanas y reviste el segundo sentido. Se refiere a los parámetros pertinentes de la acción estratégica del gran grupo industrial. Lo mismo sucede en la esfera financiera. A la capacidad estratégica del gran grupo de adoptar una aproximación y una conducta «globales». En un debate público, el patrón de uno de los mayores grupos europeos explicó, en sustancia, que la «globalización» representa «la libertad para su grupo de implantarse donde quiera, cuando quiera, para producir lo que quiera, aprovisionándose y vendiendo donde quiera, y en donde tenga que soportar las menores obligaciones posibles en materia de derechos laborales y convenciones sociales» (extraido de Chesnais, 1997[a]).
nos permite reconocer al capital en toda su crudeza: como una relación social global de explotación y dominación. Queda en las organizaciones sociales pensar las alternativas, poniendo en el centro del análisis los peligros que el libre comercio puede significar para la vida humana y el medio ambiente, pero sin oponer a éste la idea de que cerrando las fronteras comerciales nos podemos salvar como Estado-nación individual.

La discusión no puede reproducir ciegamente viejas fórmulas que tenían que ver con pactos de gobernabilidad o, más crudamente, con la paz de clases. El nuevo contexto, las nuevas agendas, nos proponen la urgencia de pensar no desde la óptica de los Estados, sino desde la crítica de lo existente.


En Dossier de America Latina en Moimiento (Alainet), «El poder Transnacional y los nuevos TLCs», Nº 517, septiembre 2016. ISSN: 1390- 1230. Disponible en: http://www.alainet.org/sites/default/files/alai517w.pdf

Notas

[1La UE no firma TLC, firma Acuerdos de Asociación (AdA), debido a la propia estructura de negociaciones
de la UE. No obstante, las cláusulas de un Acuerdo de este tipo son similares a las que se incluyen en los TLC, incluso si no incorpora capítulo de solución
de diferencias ni remite al arbitraje internacional. De todos modos, la UE ha empezado a renegociar sus AdA, por ejemplo con México y Chile, con el objetivo de incluir estos capítulos.

Luciana Ghiotto

Doctora en Ciencias Sociales
por la Universidad de Buenos Aires. Es
investigadora de FLACSO/RRII. Es miembro de
ATTAC Argentina y de la Asamblea “Argentina
mejor sin TLC”. Ha participado activamente
en la Campaña Continenta-l contra el ALCA.
Colaboradora de Transnational Institute (TNI).

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