14 de mayo de 2021 por Mats Lucia Bayer
Fuente: Espacio Público
La relación entre la extrema derecha y las reivindicaciones del movimiento feminista ha demostrado moverse en un terreno ambiguo en estos últimos años. Como señala Judith Carreras, los posicionamientos varían según la organización y el país. Mientras que en algunos casos la extrema derecha adopta discursos abiertamente antifeministas, en otros se dan fenómenos de apropiación de algunas de las reivindicaciones feministas con el objetivo de apoyar una agenda xenófoba (el llamado “purplewashing”). Ambas vertientes redundan de una u otra manera en el hecho de desposeer a una parte de la población (las mujeres y/o las personas migrantes) de sus condiciones de existencia. En cualquier caso, ambos enfoques se oponen al movimiento feminista existente, deslegitimando tanto su expresión y como sus aspiraciones en tanto en cuanto pongan en duda el statu quo existente.
Resulta sorprendente que en la izquierda alguna gente haya comprado el discurso de que estas polarizaciones constituyen una “guerra cultural” (se sobreentiende que en oposición a una guerra “social” o “material”). Sin embargo, y como apunta igualmente Amelia Martínez en otra contribución a este debate, se trata de cuestiones muy materiales.La pandemia de la Covid-19ha supuestoun punto de inflexión en la historia de la humanidad reciente, tratándose de un fenómeno de escala planetaria que ha sacado a relucir grandes disfunciones del sistema en el que vivimos. Esta pandemia hapuesto de manifiesto la importancia delabores como elsector de sanitario (en todas sus ramas), el sector del comercio de bienes esenciales, y obviamente todo el trabajo de cuidados. Trabajos ocupados mayoritariamente por mujeres. Podemos decir que,en el momento enelque por culpa de la pandemia el capitalismo se vio obligado a ralentizar su entramado productivo, salió a la luz toda una infraestructura de trabajo femenino, en su inmensa mayoría precario (incluso no reconocido como tal), que hace posible queel sistema funcione y que en última instancia la sociedad no colapse.
Es importante señalar además que, en todos estos casos, la pandemia no ha hecho más que llover sobre mojado, ya que, como denunciaba el movimiento feminista, las sociedades en las que vivimos llevan años ya lidiando con una grave crisis social y de cuidados. Nos encontramos en un sistema que subordina la reproducción de la sociedad a la reproducción del capital, en una espiral altamente inviable e insostenible. Un fenómeno consecuencia de décadas de políticas cuya máxima era la de poner al mercado en el centro de todas las mediaciones. El mecanismo más importante para poder ir sometiendo más y más espacios de la sociedad a la lógica del capital ha sido el de la deuda. La deuda
Deuda
Deuda multilateral La que es debida al Banco Mundial, al FMI, a los bancos de desarrollo regionales como el Banco Africano de Desarrollo y a otras organizaciones multilaterales como el Fondo Europeo de Desarrollo.
Deuda privada Préstamos contraídos por prestatarios privados sea cual sea el prestador.
Deuda pública Conjunto de préstamos contraídos por prestatarios públicos. Reescalonamiento. Modificación de los términos de una deuda, por ejemplo modificando los vencimientos o en relación al pago de lo principal y/o de los intereses.
ha disciplinado sociedades e individuas, desembocando en políticas de austeridad que han precarizado la vida de la mayoría (y de las mujeres en particular). Nancy Fraser nos recuerda que, con los recortes en servicios sociales, anteriormente asumidos por el Estado, el neoliberalismo ha operado un doble movimiento: ha mercantilizado el trabajo de reproducción y cuidados para aquellas que se lo pueden permitir, y privatizandolopara el resto.
Este tipo de movimientos son definitorios del capitalismo en el que vivimos. Desde la izquierda radical siempre se ha subrayado la naturaleza contradictoria del sistema capitalista. Sin embargo, en las últimas décadas el grado de crisis crónica es tal, que la única manera vía la cual el capital puede seguir asegurándose su funcionamiento es mediante un eterno movimiento de desplazamiento de sus contradicciones. Estos desplazamientos se han producido tanto a nivel temporal (mediante la deuda se pretenden trasladar los problemas rentabilidad productiva del hoy al mañana), como espacial (con crecientes conflictos territoriales en torno a la relocalización productiva o a la extracción de recursos) y entre las esferas pública y privada (con la reprivatización de los cuidados como indica Nancy Fraser).
En definitiva, es indispensable tener en cuenta la relación entre un sistema en crisis crónica y la presión creciente que opera, por medio del patriarcado, en las mujeres, puesto que nos indica también de qué hablamos cuando hablamos de centralidad del movimiento feminista. La obsesión de la extrema derecha con el feminismo debe entenderse también desde la capacidad de este movimiento de ser la fuerza motriz que ponga en duda las relaciones sociales y en particular el sistema económico desde la parte que el patriarcado se había empeñado en invisibilizar durante décadas.
Fuente: Espacio Público
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