10 de octubre por Lovely Yesmin
[Hace ya más de un año que cayó el régimen autoritario de Sheikh Hasina en Bangladés. Tras la imagen de un levantamiento liderado por estudiantes y jóvenes, decenas de miles de trabajadores y trabajadoras también se levantaron en favor de la democracia. Pero sus voces, sus sacrificios y su ira siguen estando en gran medida silenciados. ¿En qué situación se encuentran hoy?
En el centro de la economía bangladesí late el corazón de la industria de la confección: primera fuente de divisas del país, se basa casi por completo en el sudor y la explotación de las mujeres. Bangladesh se ha convertido en el segundo exportador mundial de ropa, solo por detrás de China. Camisetas, pantalones, jerséis, chaquetas: la producción se destina a los mercados de Estados Unidos, la Unión Europea (Alemania, Reino Unido, España) y Canadá. En 2024, este sector por sí solo proporcionó casi el 84 % de los ingresos por exportación del país.
Cuatro millones de trabajadores y trabajadoras están empleados en él, de los cuales más del 80 % son mujeres. Para dar cuerpo a esta realidad, Alternative Viewpoint se reunió con Lovely Yesmin, presidenta de la Federación de Trabajadores de la Confección. Entró en la fábrica a los doce años como niña explotada y hoy, como dirigente sindical, da testimonio de la precaria vida de las trabajadoras, las crisis que sacuden la industria y el futuro incierto de las luchas sociales en Bangladés. – Red.]
Háblenos de las condiciones de trabajo de las personas trabajadoras textiles en Bangladés.
Lovely Yesmin – En la actualidad, las mujeres que trabajan en la industria textil en Bangladés se enfrentan a diversos retos. Aunque la situación ha mejorado ligeramente, siguen existiendo muchos problemas. En el lado positivo, estas trabajadoras son más conscientes que antes, sus competencias técnicas están mejorando y muchas tienen ahora voz y voto en las decisiones económicas del hogar. Sin embargo, la realidad sigue siendo brutal. En muchas fábricas, las condiciones de trabajo siguen estando lejos de las normas: la seguridad es prácticamente inexistente, la atención sanitaria es insuficiente y las prestaciones por maternidad son irrisorias. Un reto aún mayor es la seguridad del empleo: debido al descenso de las exportaciones, ha aumentado el riesgo de despidos. La carga de trabajo es pesada, mientras que los salarios siguen siendo relativamente bajos. Además, entre las personas que han perdido su empleo, las mujeres constituyen la mayoría, y muchas, por pura desesperación, trabajan ahora en fábricas subcontratadas por la mitad del salario habitual. Sus ingresos, que antes eran insuficientes, ya no les permiten sobrevivir dignamente. Se puede imaginar lo que esta situación significa para su calidad de vida. Los precios de mercado de los productos de primera necesidad, en particular el pescado y la carne, son extremadamente elevados. Alimentarse únicamente de huevos, lentejas y verduras de hoja verde, mientras se producen prendas de alta calidad para el mercado internacional dominado por el dólar, no es viable para el cuerpo humano; todos comprendemos muy bien estas realidades.
Sean cuales sean las circunstancias y la forma en que se describan, como sindicalista quiero subrayar que la situación de las trabajadoras del sector de la confección siempre ha sido mala. Permítanme darles algunos datos contextuales. Durante los años ochenta y noventa, un número considerable de mujeres procedentes de familias campesinas pobres, devastadas por la erosión fluvial, la falta de tierras y las dificultades del trabajo diario, abandonaron las zonas rurales y se trasladaron a Dhaka en busca de empleo en las fábricas de confección. La mayoría de estas mujeres tenían entre 15 y 20 años, pero también había entre ellas mujeres divorciadas y viudas. Además, mujeres de entornos urbanos, casadas o solteras, también buscaban trabajo en las fábricas de confección. La mayoría de estas trabajadoras habían recibido poca educación y muchas eran totalmente analfabetas. Estas mujeres trabajaban duro en esta industria, día tras día, año tras año. Además, había una presencia considerable de niños trabajadores, muchos de ellos menores de quince años.
Las trabajadoras solían trabajar desde primera hora de la mañana hasta las 22 ó 24 horas, y a veces incluso toda la noche. Sus salarios eran muy bajos: las ayudantes solo recibían entre 300 y 500 takas al mes (1 dólar estadounidense equivale a 121,50 takas), mientras que las operarias de máquinas ganaban entre 1000 y 1500 takas.
No existía ningún concepto de prestaciones sociales más allá del salario diario. Los trabajadores no recibían ninguna carta de nombramiento ni tarjeta de identidad, y los despidos arbitrarios eran moneda corriente. Los mandos intermedios solían abusar de los trabajadores, tanto verbal como físicamente. Los empleadores reducían regularmente los salarios sin compensación alguna y robaban o retenían las horas extras. Además, ni siquiera proporcionaban agua potable en las fábricas.
Al principio, muchas fábricas funcionaban como viviendas, donde se amontonaban unas cuantas máquinas. A pesar de estas condiciones peligrosas, el número de fábricas siguió aumentando. Cuando finalmente se construyeron edificios más grandes, a menudo no se respetaban las normas de construcción, lo que los hacía peligrosos. Habitualmente no existían salidas de emergencia ni equipos contra incendios. Esta negligencia culminó en 1990 con un trágico incendio en Saraka Garments, en Mirpur 10, que causó la muerte de 27 personas, entre ellas uno de los propietarios, que perecieron entre las llamas, pisoteados o asfixiados por el humo. Este incidente fue la primera gran tragedia de la industria.
En los últimos 40 años, innumerables trabajadores han perdido trágicamente la vida en fábricas textiles como consecuencia de incendios o derrumbes de edificios. Además, miles de personas siguen viviendo con discapacidades permanentes. Durante cuarenta años, los incendios y los derrumbes han matado a miles de personas... Es la sangrienta historia de este sector.
Durante los años 80 y 90, las calles de Dhaka estaban casi desiertas después de las 10 ó 11 de la noche. Había pocos medios de transporte disponibles, las tiendas eran escasas, solían cerrar temprano, las farolas eran pocas y apenas iluminaban. En este entorno, las trabajadoras solían volver a casa a pie. Durante el trayecto, eran víctimas frecuentes de acoso por parte de delincuentes y, en ocasiones, de agresiones sexuales. Llegar tarde a casa por la noche también provocaba malentendidos y sospechas en el seno de las familias, lo que hacía insoportable su vida doméstica.
Las mujeres del sector textil de Bangladesh han impulsado esta industria, soportando sin descanso los abusos, el abandono, el desprecio y las privaciones. Pero, ¿hemos reconocido realmente su lucha?
Lovely Yesmin – Hoy en día, en todo el mundo, los dirigentes y las élites visten prendas producidas por estas trabajadoras, que han desempeñado un papel decisivo en el desarrollo del mercado textil internacional. Sin embargo, el camino de las trabajadoras textiles nunca ha sido fácil.
Los propietarios de las fábricas de confección han pasado de gestionar una sola fábrica a controlar conglomerados industriales enteros, amasando una riqueza considerable tanto a nivel nacional como internacional. El trabajo y la perseverancia de estas trabajadoras han enriquecido a los propietarios, que han amasado fortunas colosales que ascienden a miles de millones de takas, mientras que las que producen el «Made in Bangladesh» para el mercado mundial siguen atrapadas en la pobreza.
Antes de la Covid-19 había unas 4500 fábricas de confección registradas en la Asociación de Fabricantes y Exportadores de Ropa de Bangladesh (BGMEA), que empleaban a unos 5,5 millones de trabajadores, de los cuales entre el 75 y el 85 % eran mujeres.
Entre 800 y 1000 fábricas, principalmente pequeñas y medianas empresas de las categorías B y C, cerraron sus puertas durante la pandemia de Covid-19. Como consecuencia, el número de fábricas en funcionamiento se redujo a poco más de 3500 en la era post-COVID.
Las elecciones de la BGMEA se celebraron en mayo de 2025. Según sus declaraciones, el número actual de fábricas afiliadas es de 1806, lo que también refleja el número de votantes en estas elecciones. La mano de obra total de estas fábricas es de 2,7 millones de personas.
Además, hay unas 2000 fábricas subcontratistas, que emplean a casi un millón de trabajadores. Tras el movimiento de julio de 2024 y el levantamiento masivo del 5 de agosto, muchos empresarios del sector de la confección favorables a la Liga Awami se escondieron, tanto a nivel nacional como en el extranjero, abandonando sus fábricas. Durante el último año, estas fábricas han cerrado continuamente sus puertas. El cierre de estos establecimientos ha privado a los trabajadores de sus derechos legales. Tras 20 ó 25 años de empleo, los trabajadores regresaron a sus hogares con un salario simbólico, sin beneficiarse de sus prestaciones sociales y otros derechos. Solo en unas pocas fábricas, el Ministerio de Trabajo del Gobierno provisional asumió sus responsabilidades y pagó los salarios, acompañados de prestaciones sociales mínimas. En consecuencia, los trabajadores y los sindicatos han tenido que aceptar estas condiciones, lo que no tiene precedentes en el pasado.
Las estadísticas indican que, como consecuencia de la pandemia de COVID, el número de fábricas registradas en la BGMEA ha pasado de 4500 a 1806, de las cuales 248 están clasificadas como fábricas ecológicas.
Mientras tanto, cerca de 1,5 millones de trabajadores de las fábricas cerradas se han quedado sin empleo y las mujeres se han visto especialmente afectadas. Las encuestas realizadas por los sindicatos y los debates mantenidos en seminarios organizados por ONG centrados en las trabajadoras revelan que estas mujeres han señalado una disminución significativa de sus ingresos. Anteriormente, trabajaban como operarias de máquinas en fábricas del grupo y ganaban un salario de 17 000 takas. Hoy en día, se ven obligadas a aceptar puestos en fábricas subcontratistas, donde sus salarios se han reducido hasta los 9000 ó 10 000 takas. Además, los ayudantes de maquinistas perciben salarios de entre 5000 y 7000 takas, lo que constituye una violación del derecho laboral. Por el contrario, el salario mínimo legal para los ayudantes de maquinistas en las fábricas del grupo está fijado en 12 500 takas.
Antes ha mencionado las empresas subcontratistas. ¿Podría darnos más detalles sobre el número de estas empresas, la mano de obra que emplean y las condiciones en las que operan?
Lovely Yesmin – Hay unas 2000 fábricas que no son miembros de la BGMEA y que no están autorizadas en virtud de la ley sobre fábricas; en otras palabras, operan sin licencia comercial. Los propietarios de estas fábricas aceptan pedidos de grandes fábricas pertenecientes a grupos que tienen contratos con marcas internacionales y, por lo tanto, funcionan como subcontratistas. La mano de obra de estas fábricas subcontratistas supera el millón de personas.
Los propietarios de las fábricas subcontratistas ignoran abiertamente la legislación laboral, lo que les permite imponer sus propias condiciones arbitrarias a los trabajadores. Estas condiciones incluyen, entre otras cosas, edificios y lugares de trabajo peligrosos. También se incluyen salarios bajos, el impago de las horas extras legalmente obligatorias, retrasos en su pago mensual, entornos insalubres, ausencia de vacaciones, despidos ilegales, cierre de fábricas sin previo aviso, despidos arbitrarios... Es la norma.
Las autoridades competentes siguen haciendo la vista gorda ante estos problemas. Los dirigentes de la BGMEA afirman: «No son miembros registrados nuestros». Por su parte, el inspector jefe adjunto del departamento de fábricas y establecimientos declara: «No hemos aprobado estas fábricas». Además, las marcas y los compradores desconocen que estas fábricas producen sus pedidos.
Entonces, ¿quién es responsable de estas violaciones masivas? ¿Cómo se atreven a infringir la ley repetidamente, explotar a los trabajadores y operar ilegalmente?
Ha mencionado la migración de los trabajadores. ¿Este escenario se aplica solo a las trabajadoras o también afecta a los hombres?
Lovely Yesmin – En esta situación, tanto los hombres como las mujeres han perdido sus puestos de trabajo. Durante el último año, más de 155 fábricas de confección, tejidos y textiles han cerrado sus puertas en Bangladesh. Esto incluye 76 fábricas de confección registradas en la BGMEA, más de 50 pertenecientes a la Asociación de Fabricantes y Exportadores de Tejidos de Bangladesh (BKMEA) y 14 asociadas a la Asociación de Fábricas Textiles de Bangladesh (BTMA).
El sector de los jerséis se ha enfrentado a numerosos retos durante el último año, entre ellos el cierre de la fábrica Natural Wool Wears Limited, que dejó sin trabajo a casi 900 trabajadores de la noche a la mañana. Esta ola de cierres de fábricas ha creado un clima de incertidumbre en la industria del jersey, lo que ha afectado directamente a la vida de los trabajadores. Es importante señalar que la mayoría de los trabajadores de estas fábricas de jerséis son hombres, que suelen trabajar con un sistema de remuneración a destajo: cuanto más producen, más ganan. Por término medio, los trabajadores remunerados a destajo pueden ganar entre 25 000 y 30 000 takas al mes.
Cuando cerraron las fábricas de jerséis, los trabajadores varones se vieron afectados de manera desproporcionada. Muchos de los que perdieron su empleo en estas fábricas tuvieron que buscar trabajo en fábricas textiles. Al principio tuvieron que adquirir nuevas habilidades para este trabajo y se les pagó un salario fijo en lugar de a destajo. Sin embargo, la mayoría de ellos tuvieron dificultades para sobrevivir en el sector textil debido a los salarios significativamente más bajos. Por lo tanto, para llegar a fin de mes muchos tuvieron que convertirse en conductores de rickshaws, jornaleros o vendedores ambulantes. La economía informal está en auge, alimentada por la desesperación en sus diferentes formas. Recientemente, Dhaka ha experimentado un aumento en el número de conductores de rickshaws motorizados, vendedores ambulantes y modestos puestos de comida, todos ellos directamente relacionados con el aumento del desempleo entre los trabajadores.
El cierre de fábricas ha obligado a muchas personas a aceptar estos empleos en contra de su voluntad, solo para sobrevivir. Muchas de ellas no disponían del capital necesario para crear una microempresa. Algunas regresaron a sus pueblos para vender sus tierras y emigrar. Muchas mueren al intentar cruzar las fronteras. Otras se arriesgaron y lograron encontrar trabajo en el extranjero. Además, muchas trabajadoras emigraron legalmente a Oriente Medio, donde encuentran empleo como empleadas domésticas en diversos hogares.
¿Ha observado alguna discriminación en cuanto a la calidad del trabajo o el salario entre los trabajadores masculinos y femeninos en la industria textil?
Lovely Yesmin – Sí, la discriminación es evidente, especialmente en los puestos intermedios, ocupados mayoritariamente por hombres. También existe una disparidad salarial en algunas funciones: los hombres suelen cobrar más por el mismo trabajo y obtienen ascensos más rápidamente, mientras que las mujeres tienden a quedarse atrás. Sin embargo, en el caso de los operarios de máquinas de coser, las mujeres constituyen la mayoría. Poseen las mejores competencias y realizan un trabajo de alta calidad. En la teoría, no hay diferencias salariales; en la práctica, las diferencias persisten. Nosotras, las sindicalistas, exigimos una igualdad real, sin excusas.
Como líderes sindicales, nuestro objetivo es garantizar la igualdad salarial y de oportunidades en función de las cualificaciones y competencias, y no de la identidad de género.
Recientemente, los trabajadores se han enfrentado a un gran reto: la introducción de un arancel del 35 % sobre las exportaciones de prendas de vestir de Bangladesh al mercado estadounidense. El arancel del 35 % impuesto por Estados Unidos es un golpe terrible. No se trata solo de una guerra comercial, es una guerra contra nuestras trabajadoras. Debido a este impuesto, nuestros productos son ahora más caros que los de los países competidores, lo que incita a muchos compradores a recurrir a otros mercados. Como consecuencia, las exportaciones están disminuyendo y las fábricas se enfrentan a una pérdida de pedidos. Las repercusiones directas de esta situación las sufren nuestras trabajadoras; muchas pierden su empleo, mientras que otras no reciben su salario a tiempo.
Como líder sindical, sostengo que esta guerra arancelaria no es solo una cuestión comercial, sino también una crisis humana y social. Nuestro sector de la confección depende en gran medida de las trabajadoras y estos aranceles han puesto en grave peligro su sustento. Lo que se necesita ahora es una iniciativa diplomática enérgica por parte del Gobierno, medidas para restablecer la confianza de los compradores y acciones contundentes para proteger a los trabajadores. Por encima de todo, debemos garantizar, especialmente para las trabajadoras, salarios dignos, condiciones de trabajo seguras, eliminación de la discriminación salarial y garantía de los derechos laborales. Solo así podremos resistir el impacto de estos aranceles injustos.
¿Cuál es su valoración del papel actual del Gobierno?
Lovely Yesmin – Por primera vez en 52 años un Gobierno interino en Bangladesh ha creado varias comisiones de reforma. Se trata, en particular, de (1) la Comisión de Reforma Laboral, (2) la Comisión de Asuntos de la Mujer y (3) la Comisión de Administraciones Locales. Cada una de estas comisiones es esencial para el progreso de Bangladesh.
La creación de la nueva Comisión de Reforma Laboral, presidida por Syed Sultan Uddin Ahmed, ha infundido un sentimiento de esperanza entre nosotros, los líderes sindicales. Con una amplia experiencia en el ámbito de las políticas y la investigación sobre leyes y reglamentos laborales, y habiendo sido él mismo dirigente sindical, su experiencia nos da confianza en el proceso de reforma. Ya ha organizado numerosas reuniones con representantes de diversas federaciones sindicales, en las que nos ha animado a presentar nuestras reivindicaciones por escrito. Hemos preparado memorandos en los que se solicita el reconocimiento de los trabajadores de los sectores formal e informal y la modificación de las leyes laborales que vulneran los derechos de los trabajadores. Si el Gobierno sigue sinceramente decidido a servir a la población, creemos que la reforma de la legislación laboral, si el Gobierno es sincero, puede cambiar la vida de las trabajadoras.
Desde el movimiento de julio de 2024 y el levantamiento del 5 de agosto, muchos propietarios de fábricas de confección alineados con la Liga Awami han abandonado sus fábricas y se han escondido, ya sea en el extranjero o en el país. En este contexto, hemos sido testigos de casos aberrantes e injustos, como la presentación de la misma acusación de asesinato contra la ex primera ministra Sheikh Hasina y un modesto vendedor de té. Varios propietarios de fábricas son ahora objeto de múltiples procesos judiciales, en particular por asesinato, y han optado por esconderse. Para nosotros, los sindicalistas, la realidad es que debemos colaborar con el Gobierno de turno, sea cual sea, para resolver los problemas a los que se enfrentan los trabajadores. Durante los últimos 16 ó 17 años, los propietarios de fábricas de confección han prosperado cómodamente bajo el patrocinio de Hasina, obteniendo millones en préstamos; sin embargo, hoy han desaparecido, dejando a los trabajadores sin empleo.
Cuando los trabajadores salen a la calle para hacer oír sus reivindicaciones, a menudo se les tacha de colaboradores de los «fascistas». Nunca he estado afiliada a ningún partido político y nuestra federación siempre ha funcionado de forma independiente para defender los derechos de las trabajadoras. Sin embargo, desde que el actual Gobierno llegó al poder, algunas federaciones que se dicen alineadas con él han lanzado ataques contra nosotros, tachándonos de «colaboradores fascistas ». Durante este periodo, el Ministerio de
Trabajo ha creado varios comités en los que participan algunos dirigentes sindicales, pero nosotros hemos sido excluidos, a pesar de llevar años luchando allí donde los trabajadores nos llaman. Nuestra contribución a este sector no es en absoluto inferior a la de los demás.
El principal recurso de nuestro sindicato son los propios trabajadores. Las cuotas de los trabajadores y las modestas donaciones cubren los gastos relacionados con el alquiler de las oficinas y el funcionamiento general de la organización. A veces recibimos el apoyo de algunos simpatizantes en el país.
Independientemente del partido político que esté en el poder, siempre hemos participado en negociaciones tripartitas con el Gobierno para tratar cuestiones relacionadas con los trabajadores. Por ejemplo, incluso con el Gobierno actual hemos logrado resolver varios conflictos a nivel de fábrica mediante conversaciones directas. El Gobierno tiene la facultad de embargar los activos de las fábricas y utilizar fondos públicos para garantizar que los trabajadores reciban lo que les corresponde. Así pues, en última instancia son los trabajadores quienes sufren las consecuencias de ser injustamente tildados de colaboradores fascistas y de los intentos de intimidación contra los activistas sindicales como nosotros.
Tras una serie de enfrentamientos el Gobierno parece haberse dado cuenta de que los movimientos sindicales, independientemente de su afiliación política, deben colaborar inevitablemente con quienes están en el poder. Nuestro objetivo principal es garantizar los derechos de los trabajadores. Para ello, nuestra lucha debe trascender las lealtades partidistas y mantenerse firmemente anclada en los intereses de los trabajadores.
Sus comentarios sugieren que el Gobierno interino es, al menos en cierta medida, sincero en sus esfuerzos por abordar las cuestiones relacionadas con los trabajadores, como lo demuestra la creación de estas comisiones de reforma. Sin embargo, dado que no se trata de un gobierno elegido, ¿puede realmente promulgar nuevas leyes en favor de los trabajadores? Al fin y al cabo, la aplicación de leyes favorables a los trabajadores suele encontrar la resistencia de los ricos, lo que podría provocar la caída del gobierno. Además, sin un mandato electoral, siguen existiendo dudas sobre la verdadera base social del gobierno. ¿Qué opina al respecto?
Lovely Yesmin – Es fundamental destacar que el actual gobierno interino funciona independientemente de cualquier partido político. Por el contrario, los gobiernos elegidos en el pasado solían estar estrechamente vinculados a los intereses comerciales, ya que muchos empresarios formaban parte de los comités del partido en el poder y posteriormente se convertían en diputados, ministros o alcaldes. Por lo tanto, cualquier iniciativa para introducir una legislación favorable a los trabajadores se veía sometida a una presión considerable por parte de esos mismos grupos comerciales. Sin embargo, este gobierno interino tiene una oportunidad única para abordar las numerosas complejidades jurídicas y las injusticias de larga data a las que se enfrentan los trabajadores del sector de la confección, sin sufrir tales influencias.
Como sindicatos, hemos abogado por la ratificación de Bangladesh de los convenios fundamentales de la OIT. Es alentador ver que este gobierno ha demostrado un compromiso sincero con la aprobación de convenios como el C155, el C187 y el C190.
Uno de los principales obstáculos para nuestra legislación laboral es la obligación de que al menos el 20 % de los trabajadores de una fábrica rellenen el formulario D [(55)K] para formar un sindicato. En las grandes industrias, donde cada fábrica emplea a miles de personas, alcanzar ese umbral del 20 % resulta muy difícil y se ha convertido en un obstáculo estructural para la sindicalización. Con el fin de facilitar la formación de sindicatos libres y accesibles, hemos recomendado a la Comisión del Trabajo la supresión total de este requisito porcentual.
Otra injusticia flagrante se refiere al permiso por maternidad. Las trabajadoras del sector de la confección solo tienen derecho a cuatro meses de permiso, mientras que las empleadas del gobierno y de otros sectores disfrutan de seis meses. Esto es inaceptable. Exigimos la igualdad total. Hemos insistido en que las trabajadoras del sector de la confección también disfruten de un permiso por maternidad de seis meses. En esta cuestión, el Gobierno provisional se ha alineado con nuestra posición.
Sin embargo, mucho depende aún del próximo Gobierno electo. Aunque el Gobierno provisional apruebe las recomendaciones de la comisión en forma de boletín oficial, corresponderá al nuevo Parlamento adoptarlas oficialmente en forma de ley. Las elecciones están previstas para febrero, por lo que el Gobierno provisional aún tiene tiempo para publicar estos boletines oficiales. A continuación, la verdadera prueba consistirá en ver si el Gobierno electo podrá resistir la presión de las empresas y promulgar estos decretos. Si no lo consigue, o peor aún, si intenta suavizarlos o anularlos de una manera que vaya en contra de los derechos de los trabajadores, los sindicatos no tendrán más remedio que llevar a cabo un movimiento contundente.
Gracias por compartir estas reflexiones. Si desean comentar la situación política actual, no duden en hacerlo. Si tienen algún mensaje para los lectores, también son bienvenidos.
Lovely Yesmin – Comencé mi trayectoria como niña trabajadora a los doce años, primero como ayudante. Con el tiempo, fui ascendiendo hasta convertirme en operaria cualificada, luego supervisora y, finalmente, jefa de línea. Después de pasar casi una década en la fábrica, entiendo las condiciones a las que se enfrentan los trabajadores no a través de informes o estadísticas, sino desde mi propia experiencia.
A los diecisiete años, mientras trabajaba en una fábrica llamada Sparrow Apparel en Mirpur, organicé junto con mis compañeros a los trabajadores para formar un sindicato, que logró registrarse. Ocupé el cargo de secretaria adjunta de este comité. Sin embargo, la respuesta fue brutal. Cuando presentamos nuestra lista de reivindicaciones, Chayon Islam, el hijo del Dr. Mazharul Islam, contrató a matones locales armados con pistolas para intimidarnos y expulsó por la fuerza a todos los líderes sindicales. Al día siguiente, los trabajadores salieron a la calle a manifestarse. Durante seis meses nuestra lucha continuó, marcada por marchas, mítines, negociaciones con los líderes políticos, demandas judiciales en nuestra contra y ataques violentos contra nuestras manifestaciones. En respuesta, presentamos una denuncia, solicitando nuestra reincorporación ante el tribunal laboral e iniciando acciones penales, en las que fui demandante durante años.
Esta experiencia refleja la realidad del liderazgo sindical en nuestro país: no es una posición cómoda, sino una posición que exige grandes sacrificios. He soportado innumerables batallas legales y ataques incesantes. En 2008, cuando mi hija solo tenía diez años, tuve que dejarla atrás y esconderme durante varios meses. A pesar de mi situación, seguí compareciendo ante los tribunales y al cabo de un año, fui absuelta de todos los cargos que se me imputaban. Mi trayectoria nunca ha sido fácil; se ha vuelto cada vez más ardua y peligrosa con el paso del tiempo. Sin embargo, perseveramos, porque alguien tiene que defender a los trabajadores.
Los trastornos políticos del año pasado nos han colocado en una situación precaria. Hemos perdido la confianza de muchos importadores, lo que ha provocado el cierre de innumerables fábricas. La vida de los trabajadores se ha vuelto cada vez más inestable con el paso de los días. Antes, el mundo elogiaba a los trabajadores de la industria textil de Bangladesh por su competencia y productividad. Hoy en día, incluso aquellos que poseen una experiencia significativa se enfrentan al desempleo.
En la actualidad nuestro reto más urgente va más allá de la cuestión de los salarios y las horas de trabajo; se trata, simple y llanamente, de supervivencia. La pregunta que se nos plantea es la siguiente: ¿cómo podemos garantizar que nuestros trabajadores sigan vivos, con dignidad, en medio de estos trastornos mundiales y nacionales? Aunque no puedo predecir si el futuro será como el pasado, estoy segura de que nuestra lucha —por leyes justas, igualdad y dignidad— debe continuar, cueste lo que cueste.
En estos tiempos difíciles para los trabajadores del sector textil, ¿han mostrado su apoyo los empleados de otros sectores de Bangladés, así como la ciudadanía de a pie?
Lovely Yesmin – ¡Por supuesto! Bangladesh cuenta con más de 70 millones de trabajadores en los sectores formal e informal, muchos de los cuales están directa o indirectamente relacionados con la industria textil. Nuestras vidas y nuestros medios de subsistencia están estrechamente vinculados en muchos aspectos. Este vínculo fomenta la solidaridad, especialmente en momentos críticos, lo que incita a los trabajadores de diferentes sectores a apoyarse mutuamente.
Históricamente, los trabajadores del sector textil solían ser menospreciados, ya que su trabajo se consideraba poco respetable. Sin embargo, esta percepción ha cambiado. Hoy en día, se reconoce ampliamente el papel esencial que desempeñan los trabajadores del sector textil en la economía nacional. Antes menospreciados, los trabajadores y trabajadoras de la confección son ahora respetadas por su papel central en la economía.
Así, cuando los trabajadores de la industria textil expresan reivindicaciones legítimas, ya sea en materia de salarios justos, derechos o seguridad, es nuestra comunidad la que se moviliza. Los trabajadores de diversos sectores de todo el país, así como la ciudadanía, se muestran solidarios con nosotras. En nuestras luchas, no estamos solas.
Traducido por Fernanda Gadea para CADTM.
Fuente : Alternative Viewpoint