15 de febrero de 2017 por Carlos Gómez Gil
Desde que a principios de la década de los ochenta del siglo pasado comenzaran a extenderse por todo el mundo, los microcréditos se han presentado como uno de los dogmas más exitosos en la lucha contra la pobreza, repletos de aparentes bondades, impostados éxitos y engañosos beneficios. Sin embargo, éstos no han cumplido las numerosas promesas que los organismos internacionales y ONG hicieron, hasta el punto que se puede afirmar que los microcréditos representan uno de los mayores fracasos en las políticas de cooperación al desarrollo, siendo utilizados en no pocas ocasiones de forma fraudulenta para impulsar políticas e intervenciones neoliberales radicalmente contrarias a los supuestos beneficios que con frecuencia se publicitan hacia sus destinatarios. De hecho, las microfinanzas viven en todo el mundo un proceso de cuestionamiento y desmoronamiento muy profundo, tanto por algunos sucesos de enorme gravedad que han alimentado, como por el resultado de investigaciones, evaluaciones y publicaciones de relevancia, prácticamente desconocidos en España. Bueno es que hagamos un repaso rápido de la situación actual de las microfinanzas en el mundo y de las principales conclusiones extraídas de una investigación llevada a cabo por el autor.
Los microcréditos son el mayor fracaso de la cooperación al desarrollo
Desde que a finales de los años 70 se pusieron en marcha hasta ahora, los microcréditos se han visto sacudidos por un buen número de sucesos que han evidenciado su fragilidad instrumental, sus elevados riesgos hacia los solicitantes así como muchos de sus peligros como herramienta de la cooperación al desarrollo. Todo ello se ha acompañado de una amplia batería de evaluaciones, libros e investigaciones académicas aparecidos recientemente que, con sólidas evidencias empíricas, coinciden en demostrar numerosos problemas poco conocidos en el funcionamiento de las microfinanzas e incluso el carácter fraudulento en algunos de sus componentes instrumentales habitualmente utilizados así como en el comportamiento de relevantes instituciones que han venido trabajando en su expansión. Todo ello es algo muy alejado de las aparentes bondades y virtudes que se difunden habitualmente sobre las microfinanzas, como dogmas incuestionables, en oposición a buena parte de la literatura que se ha escrito sobre los microcréditos que tienen como denominador común alabar sus aparentes ventajas y supuestos éxitos en todo el mundo, algo que no parece ni mucho menos tan evidente.
Por si todo ello fuera poco, los graves problemas de sobreendeudamiento en algunas de las poblaciones sobre las que se han extendido los microcréditos durante las últimas décadas que han originado amplias contestaciones sociales a los mismos, las prácticas especulativas que se han conocido protagonizadas por importantes instituciones microfinancieras, los procesos regresivos que han generado en las economías de muchos países y comunidades donde las microfinanzas se han extendido y los graves problemas instrumentales y estructurales que los microcréditos han demostrado en numerosos proyectos e intervenciones han sumado argumentos concluyentes para revisar a fondo buena parte de las intervenciones que se han financiado con este instrumento, contándose además en estos momentos con evaluaciones y estudios concluyentes que señalan, negro sobre blanco, la multitud de riesgos y la improcedencia de esta herramienta financiera en las políticas de cooperación al desarrollo, algunas de las cuales he realizado en calidad de evaluador en España, siendo por tanto conocidas de primera mano.
De esta forma, no es exagerado afirmar que los microcréditos representan uno de los mayores fracasos entre los instrumentos de la cooperación mundial que se han impulsado en las últimas décadas, siendo utilizados en no pocas ocasiones de forma fraudulenta para impulsar políticas e intervenciones neoliberales radicalmente contrarias a los supuestos beneficios que con frecuencia se publicitan sobre sus destinatarios. Bien es cierto que, como en otros importantes debates de la cooperación internacional, España parece vivir ajena a este proceso de contestación mundial que atraviesan los microcréditos, e incluso se siguen impulsando campañas, mensajes y proyectos muy costosos basados en estos cuestionados elementos, en lo que parece ser una huida hacia adelante de espaldas al conocimiento y a la experiencia que está acumulando la comunidad internacional en esta materia, algo que se repite frecuentemente en las políticas de cooperación internacional.
Estableciendo un paralelismo con algunos de los instrumentos financieros
Instrumentos financieros
Los instrumentos financieros son los títulos y contratos financieros.
Los títulos financieros son: títulos de capital emitidos por las sociedades por acciones (acciones, participaciones, certificados de inversión, etc.), los títulos de crédito, con excepción de papel comercial y certificados de depósito (obligaciones y títulos similares), las participaciones o acciones de organismos de inversión colectiva en valores mobiliarios).
Los contratos financieros, también denominados “instrumentos financieros a término” son los contratos a término sobre tipos de interés, los contratos de permutas (swaps), los contratos de futuros sobre todo tipo de mercancías, contratos de opciones de compra o venta de instrumentos financieros y todos los demás instrumentos de mercado de futuros.
tóxicos que en España se utilizaron para extraer de forma delictiva ahorros de numerosos ciudadanos por parte de bancos y cajas de ahorros, se puede afirmar sin exageración que los microcréditos han sido las preferentes de la cooperación al desarrollo, al succionar importantes recursos de la cooperación internacional para enriquecer, en no pocas ocasiones, a las instituciones que recibían estos fondos así como a sus dirigentes, agravando por el contrario el sufrimiento y la vulnerabilidad de sus destinatarios. Naturalmente que hay ejemplos puntuales en sentido contrario, de la misma forma que también encontramos a ahorradores que obtuvieron notables rentabilidades gracias a su dinero invertido en preferentes, cuotas participadas o deuda subordinada
Deuda subordinada
Se trata de una deuda en la que la devolución, en caso de liquidación, no tiene lugar más que después de otras deudas (denominadas privilegiadas o sénior). Los acreedores subordinados soportan entonces un mayor riesgo que el resto, lo que justifica una tasa de interés más alta para ellos.
, si bien a estas alturas, se puede afirmar que en ambos casos son la excepción. Pero mal anda la cooperación al desarrollo cuando tenemos que destacar experiencias por el buen uso de los recursos aplicados.
Por ello, podemos hablar sin exageración de un colapso generalizado en el sistema mundial de microfinanzas y particularmente de su producto estrella, los microcréditos a los pobres desde las políticas de cooperación al desarrollo, en coincidencia con la crisis de la deuda
Deuda
Deuda multilateral La que es debida al Banco Mundial, al FMI, a los bancos de desarrollo regionales como el Banco Africano de Desarrollo y a otras organizaciones multilaterales como el Fondo Europeo de Desarrollo.
Deuda privada Préstamos contraídos por prestatarios privados sea cual sea el prestador.
Deuda pública Conjunto de préstamos contraídos por prestatarios públicos. Reescalonamiento. Modificación de los términos de una deuda, por ejemplo modificando los vencimientos o en relación al pago de lo principal y/o de los intereses.
que vivimos. Todo ello de la mano de sucesos de alcance mundial de un importante calado que se han multiplicado en diferentes países y continentes, especialmente allí donde los microcréditos han tomado más fuerza y han tenido más extensión sobre la población más desheredada en los últimos años. La geografía mundial de la crisis de los microcréditos es demasiado extensa como para pasarla por alto y no reflexionar sobre sus causas y consecuencias, tratando de arrojar luz acerca de las razones que han llevado a este monumental fracaso en uno de los instrumentos estrella de la cooperación mundial, junto a la responsabilidad que tienen las instituciones y agencias internacionales de ayuda al desarrollo que tantos esfuerzos y recursos han puesto.
Los defensores de los microcréditos alegan que son un instrumento ideal para los pobres, ya que al solicitarlos tienen en su mano la posibilidad de salir de la situación de pobreza extrema en que se encuentran. Al mismo tiempo, avalan la bondad de su uso con argumentos como que en su mayor parte son demandados por mujeres, siendo estas solicitantes puntuales pagadoras, registrándose así unos índices de morosidad prácticamente nulos, lo que demostraría, a su juicio, la capacidad de los mismos pobres por salir de su situación de miseria y, en definitiva, que la solución a la pobreza está en manos de los mismos pobres al insertarse de lleno en el capitalismo de mercado impulsado por la globalización
Globalización
(ver también Mundialización)
Origen y sentido de este término anglosajón: en inglés, la palabra «global» se refiere tanto a fenómenos que interesan a la (o las) sociedad(es) humana(s) a nivel del globo como tal (es el caso de la expresión «global warming» que designa el efecto invernadero), como a procesos que poseen la característica de ser «globales» únicamente en la perspectiva estratégica de un «agente económico» o de un «actor social» preciso. En lo que estamos viendo, el término «globalización» nació en las bussiness schools norteamericanas y reviste el segundo sentido. Se refiere a los parámetros pertinentes de la acción estratégica del gran grupo industrial. Lo mismo sucede en la esfera financiera. A la capacidad estratégica del gran grupo de adoptar una aproximación y una conducta «globales». En un debate público, el patrón de uno de los mayores grupos europeos explicó, en sustancia, que la «globalización» representa «la libertad para su grupo de implantarse donde quiera, cuando quiera, para producir lo que quiera, aprovisionándose y vendiendo donde quiera, y en donde tenga que soportar las menores obligaciones posibles en materia de derechos laborales y convenciones sociales» (extraido de Chesnais, 1997[a]).
triunfante. Incluso se llega a decir que en tanto que no son limosnas ni subsidios, aquellos que los han solicitado ven elevada su dignidad de forma automática, al tiempo que los préstamos no se dirigen hacia sectores estratégicos de la economía, sino que sirven para financiar actividades en áreas prioritarias para la población más desasistida, al satisfacer las necesidades sociales básicas de los sectores más empobrecidos. Hasta se llega a afirmar que estos microcréditos son la solución óptima para eliminar la pobreza en el mundo, generar desarrollo entre los sectores más pobres de la población y avanzar en el cumplimiento de acuerdos internacionales en materia de ayuda al desarrollo como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), reduciendo así las obligaciones que los países donantes han venido adquiriendo ante instituciones internacionales en los últimos años para incrementar y mejorar sus políticas de cooperación y ayuda al desarrollo.
En fin, lo que no se comprende bien es que tal cúmulo de bondades como parecen reunir los microcréditos no hayan sido descubiertas antes, porque a juzgar por los defensores de semejantes panegíricos son tantos los millones de personas que habrían salido de manera fulminante de la pobreza gracias a los mismos que prácticamente ya no quedarían en el mundo pobres, sino ignorantes desconocedores de estos milagrosos créditos
Créditos
Suma de dinero que una persona (el acreedor) tiene el derecho de exigir de otra persona (el deudor).
Créditos privados
Préstamos concedidos por los bancos comerciales, sea cual sea el prestatario.
Créditos públicos
Préstamos concedidos por acreedores públicos, sea cual sea el prestatario.
o gente abandonada y abúlica, incapaz de endeudarse para cambiar así un merecido destino debido a su pasividad a la hora de asumir felizmente estos créditos de por vida.
Los microcréditos han sido un instrumento de moda y su utilización indiscriminada en los discursos, en las políticas de las agencias de desarrollo y en los mismos proyectos de solidaridad internacional se nos ha presentado como un signo de modernidad incuestionable e irrebatible, siendo ampliamente respaldado por instituciones financieras, bancarias y multinacionales extraordinariamente poderosas. Así las cosas, pocos han sido quienes se han atrevido a cuestionar la eficacia real de estos instrumentos crediticios entre la población más pobre del planeta a riesgo de ser tachados de inconformistas, de radicales o de trasnochados, con el resultado de que mientras los microcréditos se imponían como un moderno icono de la solidaridad, las mismas instituciones que los impulsaban carecían de investigaciones empíricas de relevancia que demostraran los muchos dogmas que sobre ellos han ido difundiendo, tales como el papel que están teniendo en los países donde más impulso han disfrutado, su eficacia desde las políticas de cooperación al desarrollo o su impacto entre los sectores más pobres y vulnerables en los países empobrecidos.
A nivel mundial, se puede hablar con toda propiedad de la industria de las microfinanzas, creada en las últimas décadas más como un paso en la expansión del capitalismo global que como una respuesta a la reducción de la pobreza. En este caso, el proceso tiene la virtualidad de dirigirse hacia los sectores más pobres y vulnerables del planeta, habitualmente alejados de la globalización neoliberal, al no ser potencialmente atractivos para las corporaciones bancarias y financieras, introduciéndoles así en el proceso de bancarización a través de un producto diseñado específicamente para ellos, pero huyendo de cualquier consideración sistémica que permita comprender, actuar y eliminar las causas de la pobreza en la que malviven.
Las microfinanzas están muy lejos de ser la fórmula milagrosa que de forma interesada se ha querido difundir. No se puede negar que los microcréditos facilitan unos recursos económicos que suministran liquidez temporal con la que afrontar gastos, generar consumo o poner en marcha alguna pequeña iniciativa de emprendimiento para la subsistencia; pero por sí solos no proporcionan una mejor posición social o económica para reducir la pobreza, ni ayudan a redistribuir la riqueza ni tampoco reducen o eliminan la exclusión social o la discriminación. Al mismo tiempo, si estos pequeños créditos no se acompañan de un adecuado estudio de sostenibilidad financiera y capacidad de carga, se convierten en un factor que profundiza todavía más la pobreza y la vulnerabilidad, en ocasiones a muy largo plazo y con enormes costes sociales, personales y familiares, en lo que algunos autores denominan como trayectorias de desarrollo adversas.
En el caso de las mujeres, las microfinanzas tratan de aprovecharse de elementos específicos de discriminación por razón de género que inciden en ellas para su extensión, como son el proporcionar el sustento familiar, el atender el cuidado de los hijos o su dimensión grupal, por lo que con frecuencia generan un aumento de la carga laboral, una reproducción de patrones sexistas, así como un mayor absentismo escolar en los hijos, sin que ello se traduzca automáticamente en un mayor empoderamiento, con el agravante de que muchas de ellas no controlan las condiciones financieras del préstamo o el destino final del dinero recibido.
De manera que proporcionar microfinanzas a colectivos vulnerables en condiciones y situaciones inadecuadas aumenta todavía más la exclusión social y financiera de estas personas, incrementando su desprotección y vulnerabilidad, quedando así desamparadas en manos de instituciones microfinancieras que amplían su presión sobre ellas para que hagan frente a unas deudas crecientes de las que no salen con facilidad.
Las microfinanzas, por sí solas, no pueden contribuir a reducir la pobreza, aumentar el ingreso, incrementar los activos económicos, mejorar la educación, la cobertura sanitaria o social, disminuir la desigualdad o la vulnerabilidad, dar un mayor empoderamiento, eliminar la privación o la desprotección si todo ello no se acompaña de los adecuados procesos que otorguen reconocimiento, participación, acceso, financiación e intervención sobre las personas más vulnerables. Por ello, en colectivos pobres y sin acceso al crédito, el elemento que determina su situación de exclusión y privación es la falta de reconocimiento social e institucional para acceder a dispositivos y recursos públicos, no la falta de crédito, como con frecuencia se ha afirmado.
Los microcréditos se nos han presentado como instrumentos repletos de virtudes y de éxitos a pesar de que todo ello está aún por demostrar. Su pretendida capacidad instrumental para eliminar la pobreza parece más encaminada a vaciar las responsabilidades políticas e institucionales que existen en su mantenimiento que en ofrecer transformaciones sustanciales que mejoren el acceso a bienes públicos globales por parte de los más desfavorecidos y aumenten el compromiso activo Activo En general, el término “activo” hace referencia a un bien que posee un valor realizable o que puede generar ingresos. Por el contrario, hablamos de “pasivo”, es decir la parte del balance compuesta por los recursos de los que dispone una empresa (capital propio aportado por los socios, provisiones por riesgos y gastos, así como las deudas). de los gobiernos y países más ricos con su eliminación. De manera que el modelo de microfinanzas alimenta mecanismos de dependencia regresivos, tanto en las condiciones de desarrollo personal como en el campo del desarrollo económico, no contribuyendo a generar elementos sostenibles de desarrollo, al tiempo que también deteriora otros factores económicos y sociales necesarios para generar impactos positivos en los países donde operan.
No menos importante es el hecho de que la filosofía del microcrédito se basa en desplazar la responsabilidad sobre el desarrollo y la supervivencia misma de los más pobres desde las instituciones y poderes públicos a los propios individuos, perpetuando así la desigualdad, la exclusión y la discriminación de un orden mundial manifiestamente injusto, en línea con los postulados económicos y sociales neoliberales dominantes en el marco de la globalización. Por ello, es importante tomar conciencia de que las microfinanzas entre la población más vulnerable como instrumento de la cooperación al desarrollo han profundizado en dinámicas de exclusión y discriminación que han erosionado seriamente los acuerdos, compromisos y discursos sobre la lucha contra la pobreza y el desarrollo, contribuyendo a incrustar con fuerza modelos económicos regresivos que han dañado el papel del Estado y han reducido a la mínima expresión las políticas públicas en los países donde se han extendido.
Por el contrario, buena parte de los microcréditos se han diseñado como herramientas de un mercado neoliberal y global avanzado, como instrumentos pensados por los más poderosos, capaces de generar espacios clientelares, de dependencia y control sobre grupos vulnerables; como fórmulas nuevas de financiación para ONG y grupos de poder que vacían toda la carga de injusticia e iniquidad que rodea la existencia de la gigantesca pobreza que se mantiene en buena parte de la humanidad hoy día, convirtiendo a estos sectores marginales en culpables de su situación por no haberse entregado en manos de un capitalismo global que convierte a las personas en endeudados, generando así un darwinismo social que lleva a suponer que todo aquel que mantiene su situación de pobreza es porque quiere, al no haber solicitado un crédito. Tampoco pueden dejarse de lado las tramas de dependencia y control que se tejen sobre la población solicitante de muchos de estos “nanocréditos”, especialmente por las Instituciones Microfinancieras (IMF) y las ONG, para asegurarse el pago de las deudas, llegando a desarrollar pautas de control y seguimiento sobre las familias demandantes que en algunos casos no son de recibo. Incluso las investigaciones empíricas llevadas a cabo ponen de manifiesto que los microcréditos han sobreestimado el potencial de creación de empresas para los pobres y su importancia, tanto como fuente de ingresos como medio de capacitación y empoderamiento de las mujeres.
El problema es que en estos momentos, la extensión de los microcréditos entre la población más vulnerable plantea como prioridad no solo reducir la pobreza, sino también disminuir la gigantesca deuda que han alimentado y que en numerosas comunidades y poblaciones se ha convertido en un auténtico lastre para muchas personas.
Así las cosas, los microcréditos se presentan como un peaje más que tienen que pagar los pobres por serlo, ofreciendo una respuesta estrictamente monetaria a un problema que no lo es. Tal y como se han ido configurando, parecen más la constatación del fracaso de las políticas y compromisos mundiales en materia de cooperación al desarrollo para reducir la pobreza en el mundo y avanzar hacia un mayor bienestar de la población, al tiempo que fortalecen la construcción de un tipo de relaciones sociales y económicas basadas en el crédito, el dinero y el endeudamiento permanente para dar réplica a la avaricia desmedida de unos pocos. Por ello, hay que explorar la búsqueda de fórmulas nuevas para generar riqueza, desarrollo y bienestar que no pasen necesariamente por el endeudamiento y el empobrecimiento generalizado como único designio hacia el que todos nos dirigimos irremediablemente.
es Doctor en Sociología, profesor de la Universidad de Alicante, donde imparte clases en el Máster Interuniversitario en Cooperación al Desarrollo. Investigador asociado de la Universidad Internacional Tierra Ciudadana (UITC) de París, adscrita en España a la Cátedra Tierra Ciudadana de la UPC y de RIOS (Red de Investigadores y Observatorio de la Solidaridad).
www.carlosgomezgil.com
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