Freno de emergencia para la energía

3 de marzo de 2020 por Manolo Garí


Publicamos hoy un segundo artículo Manuel Garí cuyo objetivo es el de alimentar el debate sobre la necesidad de construir un horizaonte ecosocialista (aquí el enlace para el primer texto). Ambos textos, habiendo sido escritos al calor de la conferencia de la COP 25 que tuvo lugar en Madrid en diciembre de 2019, plantean cuestiones estratégicas fundamentales para los movimientos de emancipación social, asumiendo la incompatibilidad esencial entre la lógica capitalista y cualquier horizonte que huya de la distopía.



La energía es imprescindible. La historia de la humanidad no puede entenderse sin el esfuerzo de la especie humana por dominar, para su uso, el “fuego” y la fuerza del agua, y, luego, más tarde, el viento para navegar o para moler. La energía facilita o sustituye buena parte del trabajo humano, aumenta la productividad y permite realizar diversas tareas con menor esfuerzo y mayor eficiencia, posibilita el bienestar y también el logro de ambiciosos objetivos. En definitiva, incrementa los grados de libertad individual y colectiva, así como la soberanía de la sociedad frente a los condicionantes del medio y permite la adaptación a las determinaciones materiales. La evolución demográfica es la mejor demostración de lo expuesto. Existe una correlación positiva entre el control de las fuentes de energía y el aumento de la población que, a partir de mediados del siglo XIX, experimentó un crecimiento exponencial. Tendencia que se consolidó desde los años cincuenta del siglo XX y que continúa en el momento actual.

Como corolario, cabe concluir que quien controla la energía tiene una gran fuente de poder porque la misma juega un papel social y económico central y, por tanto, político. Pero esa misma energía íntimamente ligada al uso de combustibles fósiles hoy amenaza el futuro de la humanidad.

Energía y electricidad arma de doble filo

El despegue y extensión del capitalismo industrial sería inexplicable sin la utilización de la fuerza del vapor, la explotación del carbón y los descubrimientos de yacimientos y uso de petróleo y gas. Tanto la industria y la agricultura como el transporte o la vida cotidiana experimentaron una revolución, particularmente cuando proliferaron y extendieron las aplicaciones de la electricidad. La producción generalizada de mercancías y su colocación en los mercados internacionales han dependido directamente de la evolución de la carbonización de la economía. En ese modelo productivo y de transporte la globalización Globalización (ver también Mundialización)

Origen y sentido de este término anglosajón: en inglés, la palabra «global» se refiere tanto a fenómenos que interesan a la (o las) sociedad(es) humana(s) a nivel del globo como tal (es el caso de la expresión «global warming» que designa el efecto invernadero), como a procesos que poseen la característica de ser «globales» únicamente en la perspectiva estratégica de un «agente económico» o de un «actor social» preciso. En lo que estamos viendo, el término «globalización» nació en las bussiness schools norteamericanas y reviste el segundo sentido. Se refiere a los parámetros pertinentes de la acción estratégica del gran grupo industrial. Lo mismo sucede en la esfera financiera. A la capacidad estratégica del gran grupo de adoptar una aproximación y una conducta «globales». En un debate público, el patrón de uno de los mayores grupos europeos explicó, en sustancia, que la «globalización» representa «la libertad para su grupo de implantarse donde quiera, cuando quiera, para producir lo que quiera, aprovisionándose y vendiendo donde quiera, y en donde tenga que soportar las menores obligaciones posibles en materia de derechos laborales y convenciones sociales» (extraido de Chesnais, 1997[a]).
capitalista ha encontrado un acelerador excepcional.

El modelo energético es el paradigma del conjunto del modelo productivo creado por el capitalismo. Ambos son la viva imagen de un Pantagruel digno de su padre Gargantúa, insaciable y varado que requiere ingentes cantidades de recursos/ materias primas / energía como inputs para alimentar un proceso productivo plagado de riesgos y altamente ineficiente, pues, sus outputs están compuestos por los bienes y servicios -algunos perfectamente prescindibles o nocivos-, pero también por un gran volumen de residuos (“deshechos”), emisiones y vertidos que en buena parte son tóxicos y peligrosos por su impacto sobre las diferentes formas de vida y por no poder ser metabolizados por la naturaleza. Estas son las características del modelo de producción lineal que no cierra los ciclos. En relación con el tema que nos ocupa el modelo muestra una gran voracidad energética dada la intensidad energética que requieren sus técnicas y procedimientos y baja eficacia en términos materiales pues tanto en la producción como en el consumo hay un despilfarro suicida.

Dos son los problemas asociados al modelo energético carbonero: los impactos nocivos de las emisiones (polución atmosférica y calentamiento global) y la existencia limitada de reservas de petróleo, carbón y gas cuyo agotamiento a plazo fijo es ya una evidencia como se puede comprobar en el caso del crudo con el aumento de costes de extracción y el descenso de la tasa de retorno energético. En este segundo nudo de problemas radica uno de los retos inmediatos del sistema productivo pues hemos sobrepasado los picos extractivos del petróleo y estamos muy cerca de superar los del gas y carbón. La carencia de materias primas energéticas fósiles puede conllevar, si no se modifican las fuentes de energía y los patrones de producción, un colapso productivo y, por tanto, social. Esta cuestión si bien es sumamente importante y prioritaria, no es objeto de este artículo, aunque tiene también relación con el que es el actual nudo gordiano ecológico y civilizatorio: el cambio climático. El calentamiento es el problema número a afrontar de forma urgente pues ya estamos inmersos en una situación de emergencia climática.

La electricidad es una herramienta de primer orden para el bienestar y la satisfacción de las necesidades humanas. Y la forma de la generación eléctrica es uno de los elementos clave del núcleo duro de los problemas energéticos pues las tecnologías que se utilizan no son neutras, tienen impactos negativos en la biosfera (las centrales térmicas, por ejemplo) y/o son sumamente peligrosas (inseguridad evidente de las centrales nucleares y de su corolario los residuos radioactivos). Pero, a su vez, la electrificación (por ejemplo, del transporte) forma parte de la solución a los problemas. Pero, por si misma, no resuelve la cuestión: es preciso introducir cambios tecnológicos para impulsar la eficiencia y sustituir unas fuentes de energía sucias y peligrosas por otras limpias, renovables y sin riesgos y, a la vez, también hay que potenciar cambios radicales en el uso de la energía presididos por el criterio del ahorro y orientados por nuevas pautas culturales cuyo eje central es la contención.

Ahorro, contención y renovables solo podrán ser la pauta fuera de la lógica de la ganancia privada, solo podrán realizarse mediante una construcción democrática de la voluntad social, para ello deberán darse varios pasos: 1) acabar con el expolio y la dictadura de los oligopolios mediante la expropiación y socialización de sus activos materiales y financieros y 2) impulsar la soberanía popular mediante la planificación democrática de los recursos comunes y públicos en toda la cadena de valor que devuelva el dominio del fuego a los pueblos y comunidades.

Una historia de lucro, expolios y guerras

El 80% de la energía mundial depende de los combustibles fósiles porque presentan unas características (alta concentración energética medida por la ratio entre la energía potencial que contiene y su volumen y peso; gran potencial calórico; posibilidades de almacenamiento y transporte; durabilidad y otras) que han permitido la generalización de su uso. El control de esos recursos energéticos ha sido y es uno de los objetivos básicos de la oligarquía industrial y financiera mundial. A día de hoy (5 de diciembre de 2019), Aramco es la empresa que ha salido a bolsa Bolsa Lugar de encuentro de la oferta y demanda de valores mobiliarios que ya fueron emitidos en el mercado financiero primario. La bolsa es por tanto el mercado de ocasión de títulos mobiliarios; también llamado mercado secundario. con un valor mayor. Pronto competirá con el valor bursátil de Exxon Mobil y puede ser que en el futuro se acerque a las empresas globales de las TIC Microsoft, Apple, Amazon o Alphabet.

Inicialmente se dio un proceso de creación de empresas norteamericanas e inglesas que experimentaron procesos de fusión -pese a los intentos de algunas administraciones y legislaciones fallidas para evitar la formación de trust y monopolios y defender supuestamente la competencia- lo que desembocó en su fortalecimiento estratégico económico y político y potenció su capacidad para controlar, a su vez, las empresas creadas en los países productores. Tal como plantea el premio Pulitzer Daniel Yergin (1992) el poder actual de los Estados Unidos se fundamentó en la concentración de la industria extractora y refinadora petrolera. Asimismo, inmediatamente, el negocio energético se articuló a escala internacional en torno a grandes empresas que tendieron a funcionar como un oligopolio con una impronta monopolista en la práctica. Hecho que llevó al magnate Enrico Mattei, presidente de ENI (el ente nacional italiano de hidrocarburos) a denunciar en los años sesenta que esas empresas energéticas del momento, a las que denominó las “siete hermanas”, tendían a la cartelización en abierta oposición a la proclamada libre competencia. En 1944, años antes, Karl Polanyi (2016, pp. 138) había indicado que “La posibilidad de que la competencia derivase en monopolio era un hecho del que se era bien consciente”.

El carrusel de nombres de multinacionales como Exxon Mobil, Chevron, Royal Dutch Shell o BP es bien conocido, así como las que un artículo en el Financial Times del 15 de marzo de 2008 denominó las nuevas 7 hermanas: Aramco, CNPC, Gazprom, Nioc, PDVSA, Petrobras o Petronas que, pese a su base territorial, tienen importantes lazos y vasos comunicantes con las transnacionales. Lo que permite concluir que el orden energético mundial se ha articulado mediante una compleja alianza de empresas multinacionales y gobiernos de los países imperialistas con los gobernantes de los territorios que poseen reservas de petróleo, gas o carbón. Todas esas transnacionales son culpables en primer grado de la emisión de dióxido de carbono, pues su aportación puede ser 1/3 del total. Tal como puede comprobarse en el siguiente gráfico 1 [1].

Gráfico 1. Las 20 principales compañías petroleras que han contribuido a la emisión de 480.000 millones de toneladas de CO2 equivalente desde 1965.

La extracción y transformación de los combustibles fósiles supone una cuota importante del PIB Producto interno bruto
PIB
El PIB es un índice de la riqueza total producida en un territorio dado, estimada sobre la base de la suma de los valores añadidos.
Mundial. De la importancia económica del sector energético da buena cuenta el dato de que el 25% del PIB de la Unión Europea (UE) está vinculado a transacciones derivadas de la energía. Es significativo que gran parte de los fondos de inversión más importantes del mundo -que operan en todos los sectores económicos determinando su evolución- tienen su fuente de acumulación en los combustibles fósiles- Asimismo es destacar que las élites económicas y gobiernos de los países productores de petróleo árabes tienen importantes reservas de divisas internacionales, detentan una importante participación de la deuda soberana Deuda soberana Deuda de un Estado o garantizada por un Estado. y privada mundial, y los petrodólares Petrodólares Los petrodólares son los dólares salidos del petróleo. han jugado un papel enorme en la inversión internacional, que, por cierto en nada han beneficiado a los pueblos de esos países dada la concentración de poder, propiedad y riqueza en un exiguo número de familias.

Se ha organizado un modelo de negocio basado en la finitud de los yacimientos y en su aleatoria y desigual distribución territorial, por tanto, basado en la gestión de una nueva modalidad de renta ricardiana justificada ideológicamente por el relato de la escasez. Ello es lo que explica que, si bien hay sectores del capital que buscan los nichos de negocio de las energías renovables conservando el control privado del proceso, la apuesta energética estratégica del capitalismo sigue siendo la de los combustibles fósiles.

El gran capital es contrario al abaratamiento de los precios que a medio plazo suponen las fuentes renovables y al acortamiento de la secuencia extracción, transporte, procesamiento del combustible fósil y distribución, pues cada fase es una fuente de ganancia que sería puesta en cuestión por la más corta cadena de valor de las renovables, especialmente de la generación eléctrica distribuida que permite a las poblaciones, comunidades y personas gestionar directamente la energía que necesitan para sus necesidades básicas.

La opción hegemónica del capitalismo es la huida hacia delante suicida de seguir con unas explotaciones cada vez más caras y con menor retorno energético y la puesta en funcionamiento de métodos tan nocivos como el fracking para apurar la extracción, mediante la ruptura hidráulica, de los combustibles fósiles que impregnan las arenas, y lo que es peor si cabe, las irresponsables prospecciones árticas, “aprovechando” el deshielo fruto del calentamiento. Pero estas acciones están acompañadas por el debido discurso ideológico y la puesta en pie de un poderoso dispositivo de comunicación para favorecer los intereses de la oligarquía que se lucra con las energías fósiles. Los grandes poderes financieros e industriales vinculados al petróleo y el gas -y al carbón también en el caso de EE UU- han lanzado y financiado una contra ofensiva en toda regla frente a la creciente conciencia ecológica y han encontrado en los neoliberales autoritarios adoctrinados y entrenados por Steve Bannon el vehículo de su mensaje carbonero. En estos momentos los negacionistas del cambio climático siguiendo la estela de Trump que calificó el calentamiento como un hoax, algo así como “cuento chino”, no sólo cierran los ojos y mienten, sino que se muestran demagógicamente beligerantes y muestran sin pudor su ignorancia cuando, como en el caso español, la dirigente de Vox Rocío Monasterio no solo lo califica el calentamiento de camelo (sic) sino que habla de la “dictadura” del cambio climático (resic) mientras su adlátere político, socio de negocios y marido, Espinosa de los Monteros, dice que ni niega ni afirma la existencia del cambio climático pero que lo que el ecologismo propone para detener el calentamiento atenta contra “nuestro modo de vida”, tomando prestada la expresión usada en EE UU. Peligroso discurso que apela al individualismo.

Los vaivenes de la competencia entre los principales estados implicados y la guerra de los precios, así como buena parte de los conflictos bélicos durante los siglos XX y XXI, tienen su inmediato origen en la batalla por la hegemonía energética, por la apropiación y control de todos los segmentos de la cadena de valor para determinar el reparto de las rentas. Esta cuestión forma parte del núcleo duro de la naturaleza, la historia y la evolución del imperialismo y de las contradicciones inter imperialistas. Y, desgraciadamente, explican la razón última de la geopolítica y de las intervenciones militares de EE UU y otras potencias en Oriente Medio, a cuyos pueblos han sometido a un sufrimiento indecible e interminables y crueles guerras, a migraciones masivas, a la destrucción de sus ciudades y riquezas. En nombre de los intereses “occidentales” el imperialismo ha robado la soberanía de esos pueblos, les mantiene sometidos a dictaduras, la pobreza, la inseguridad y la inestabilidad permanentes. No es una hipérbole calificar al actual modo de producción de capitalismo petrolero. Vivimos en sociedades y economías carboneras.

La Unión Europea (UE) lleva años impulsando la liberalización y transferencia de la propiedad a manos del capital privado de todo el sistema energético y eléctrico. Ello ha provocado la aparición y consolidación de productores y mercados oligopólicos y no, como decían perseguir, una proliferación de empresas compitiendo por ofrecer mejores precios y servicios. Ese oligopolio abarca la cadena importación, extracción, transformación, generación, transporte/transmisión y comercialización en el conjunto de la UE y en cada país miembro. En el caso de la electricidad dominan los mercados mayoristas y minoristas, tienen la parte del león de la capacidad instalada, del total de la energía generada, distribuida (con gran control sobre las redes) y vendida. Es uno de los escenarios más completos de connivencia entre poderes económicos y élites políticas cuya mejor expresión es el impúdico funcionamiento de las puertas giratorias entre ministerios y consejos de administración para exgobernantes.

El caso español no es una excepción pues su sistema energético y eléctrico están totalmente controlados y al servicio del oligopolio (Garí, García Breva, María-Tomé y Morales, 2013). En el Estado español el 70% de la generación eléctrica, casi el 100% de la red de distribución y el 90% de las ventas las realizan las tres grandes compañías Naturgy (Gas Natural Fenosa), Iberdrola y Endesa, acompañadas por las empresas medianas Viesgo, propiedad de Repsol, y EDP. Todo el mercado eléctrico está concebido para preservar sus intereses. Para quienes quieran ahondar en el mercado y las sucesivas y fracasadas reformas del sistema eléctrico español pueden consultar en vientosur.info y la revista Viento Sur los artículos que nos aportó en su corta vida Ladislao Martínez, nuestro Ladis, al que tanto debe la ecología política en el Estado español. El conjunto de las grandes empresas energéticas españolas tanto las que tienen relación con la generación de electricidad como las que no, han experimentado un fuerte proceso de internacionalización mediante su presencia en numerosos países que las ha convertido en transnacionales y también de interpenetración con otras empresas del sector y con los distintos dispositivos, operadores y mercados del sistema financiero español e internacional.

El funcionamiento del oligopolio energético

Tal como planteó Nikolai Bujarin “Las raíces de la expansión capitalista residen en las condiciones de compra tanto como del propio proceso de producción, y finalmente en las condiciones de venta. Tres problemas se relacionan generalmente con esto: el problema del mercado de las materias primas y de la fuerza de trabajo; el problema de los nuevos campos para la inversión de capitales; y finalmente el problema del mercado”. (Bujarin, 1973, pp. 194-195). Esa idea nos permite, abordar mejor el funcionamiento de la economía de mercado, incluida la energética. Ello es lo que explica que patrimonio y bienes comunes Bienes comunes En economía los bienes comunes se caracterizan por un modo de propiedad colectiva, que se diferencia tanto de la propiedad privada como de la pública. En filosofía hacen referencia a aquello que comparten los miembros de una misma comunidad, ciudad o la propia humanidad, desde un punto de vista jurídico, político o moral. se privaticen, que actividades que podrían realizarse de forma eficiente y barata en cooperación se monopolicen y que el modelo técnico que se adopte sea siempre el de la gran instalación porque ello facilita todo lo anterior. Ante los dilemas técnicos en el inicio de la electricidad en tiempos de Thomas Edison y J.P. Morgan ya se adoptaron las soluciones big (Noble, 1987, 2001) en la lógica de que la “mega máquina” era la opción del capital Mumford (2010 y 2011). Las soluciones que requieren mayor inversión son mejor campo de juego para los intereses del capital financiero como bien se explica en los trabajos de Lewis Mumford. La opción por las grandes instalaciones frente a alternativas ligeras y geográficamente distribuidas expulsan a las comunidades de los procesos de generación eléctrica y también a los pequeños empresarios porque favorecen la concentración monopolista. De ahí que o bien se crean grandes empresas públicas -que en muchos países se constituyeron- o se crean privadas -que fue la opción en EE UU donde capital industrial y financiero fueron de la mano-. En los años ochenta el neoliberalismo decidió que sólo existieran estas últimas, las privadas, por lo que en la UE se impulsó el gran proceso de expoliación privatizadora.

Para comprender mejor el continuum calentamiento/modelo energético/sistema eléctrico no basta con el debate sobre las tecnologías a abandonar y las tecnologías a desarrollar. También hay que abordar el marco en el que aparecen los problemas y las alternativas, por lo que hay que desentrañar algunos elementos de la estructura oligopólica que controla toda la cadena de valor: extracción carbón, petróleo y gas; refino y otros procesamientos; transporte de materia prima, productos semielaborados y elaborados en diversas fases, generación eléctrica, trasmisión y comercialización.

El oligopolio se impuso en el mundo de la energía y, particularmente, en el de la electricidad, que como bien / mercancía, tiene unas características físicas y técnicas que facilitan que o bien sea controlado por la sociedad mediante la propiedad pública y social o bien caiga en manos de grandes empresas oligopólicas que en la práctica funcionan como monopolios. La electricidad juega un papel estratégico en múltiples procesos productivos, en los nuevos despliegues de la electrónica, la robótica y las telecomunicaciones y, por supuesto, en equipos de uso privado como los electrodomésticos o en la iluminación pública y privada. Posee homogeneidad en términos físicos con independencia de la fuente empleada en su generación. Pero no se puede almacenar, lo que exige la planificación continuada y previsión de futuro, así como establecer mecanismos de transporte ágiles que permitan poner en relación necesidades y oferta en diferentes momentos horarios, para diferentes demandantes y requerimientos en cuanto a los volúmenes y aplicaciones y hay partes, por tanto, de la cadena de valor que presionan hacia lo que se conoce como “monopolio natural”. Ello presenta posibilidades y restos para las alternativas ecosocialistas, pero, de momento es fuente de ganancia privada.

Las empresas energéticas y eléctricas no funcionan, a efectos de su lucha por el control de los mercados, de forma diferente a otros sectores oligopólicos. Por ello es útil tener en cuenta, a este respecto, las aportaciones de autores como Ernest Mandel que considera que existe una delgada línea de separación entre las empresas en régimen monopólicas y los denominados oligopolios constituidos por un pequeño número de empresas que dominan un sector productivo. Rechaza la drástica diferenciación entre monopolio y oligopolio porque “las discusiones de semántica son, naturalmente, ociosas (…) la pretendida precisión terminológica académica esconde en realidad una impotencia para aprehender los problemas de estructura. La aparición de oligopolios no significa solamente un simple cambio gradual de la situación (“un poco más de imperfección” en la competencia). Significa el advenimiento de una nueva era, caracterizada por una modificación radical en los comportamientos de los jefes de las principales industrias, lo que entraña modificaciones no menos radicales en materia de política interior y exterior”. (Mandel, 1969, T II, pp. 53).

Mandel apoya su afirmación en el informe “Monopoly and Free Enterprise” realizado por Stocking y Watkins, gestores y economistas de empresas privadas, documento al que califica de honesto y del que cita literalmente: “La fusión de [antiguos] competidores no debe necesariamente conducir a la unificación total, a los monopolios al 100%, para reducir las presiones competitivas y aportar ganancias. Para el poder de reducir la oferta y aumentar los precios “interesantes” no es necesario que sea absoluto. Este poder asegura ganancias [más elevadas], desde el momento en que el número de vendedores es tan reducido que cada uno de ellos reconoce las ventajas de seguir una política no competitiva” (Mandel, 1969, T II, pp. 53).

Por su parte Michal Kalecki ha desarrollado modelos explicativos en los que asocia la consolidación de estructuras monopólicas con la realización de sobre beneficios gracias a precios impuestos y superiores a los que habría en un mercado con competencia. (Kalecki, 1977). Y Piero Sraffa ha analizado la relación entre el grado de competencia y el marco institucional, concretamente las barreras existentes, que posibilita o dificulta los aumentos de los precios para obtener una ganancia superior en comparación con una situación de competencia perfecta entre iguales. (Sraffa, 1960).

En la evolución hacia el oligopolio y monopolio de las empresas el Estado no ha sido indiferente, sino que, según Mandel, “… el poder coercitivo del Estado burgués intervino de manera cada vez más directa en la economía, tanto para asegurar la extracción ininterrumpida de las ganancias extraordinarias monopólicos en el exterior como para garantizar las mejores condiciones para la acumulación de capital en el propio país”. Y concluye “Este paso marcó el comienzo de la era del capitalismo tardío”. (Mandel, 1972) [2].

Es interesante poner de relieve que un economista nada dudoso de su lealtad al sistema capitalista como es el caso de Paolo Sylos Labini, (para quien no existe una forma “natural” de empresa vinculada a la libre competencia, ni esta es un valor per se), llegara a la conclusión de que la formación de oligopolios es inherente a la propia dinámica del capitalismo. Para Sylos (1988) grandes empresas y mercados oligopólicos son la forma en la que la rentabilidad empresarial mejor se realiza y, con ello, se asegura la pervivencia del sistema capitalista. Ello ha inducido a las grandes empresas a realizar un doble movimiento: por una parte potenciar la integración vertical que permite economías de escala y ventajas tecnológicas y, por otra, evitar al máximo el choque de trenes de la competencia mediante acuerdos entre corporaciones sobre precios, reparto de mercados, asignación pactada de cuotas en los mismos y otros consensos inter corporaciones para lograr que la distancia entre ingresos y costes empresariales sea lo mayor posible y ello posibilite la realización de beneficios extraordinarios de forma continuada.

La desigualdad como regla

El primer aspecto, el de la desigualdad social en el control y propiedad de los medios de producción y de los mercados se ha desarrollado en el apartado anterior, pero se dan otras manifestaciones de desigualdad derivadas de ello. Existe, consecuente con el modelo energético vigente que concentra la propiedad del “fuego” en una exigua minoría de capitalistas, un acceso a desigual a la energía como bien tanto a nivel mundial como local. En el mundo industrializado se puede producir un colapso social por la abundancia y el derroche en su uso a la vez que hay carencia absoluta o hambre energética en los países empobrecidos. La cuarta parte de la población mundial consume el 75% de la energía, 2.000 millones de personas no tienen acceso a la electricidad y según la FAO 2.400 millones de personas viven en áreas dónde la madera, su única fuente primaria de energía, escasea. Los países industrializados son los contribuyentes netos de emisiones y son también los responsables de la desaparición de bosques enteros. A la vez la pobreza está empujando a millones de seres humanos a la deforestación masiva para obtener leña, la “energía de los pobres”. En el seno de los países industrializados existen desigualdades también: ha aparecido el fenómeno de la pobreza energética que impide o dificulta combatir el tanto el calor como el frío o simplemente para cocinar alimentos.

A su vez, los efectos nocivos del modelo energético basado en el uso de combustibles fósiles, si bien son globales y planetarios como se puede verificar en el calentamiento atmosférico, son los países empobrecidos (África, parte del sudeste asiático y zonas del Caribe y Latinoamérica) y los sectores populares de los industrializados (recordemos el huracán Katrina en Nueva Orleans) los más indefensos ante la proliferación y agudización de incidentes climáticos. Cosa que, en el futuro, si no damos respuesta, puede condenar al exterminio de la mayoría social mientras las élites aseguran su supervivencia en las limitadas zonas en las que el clima sea más benigno. Para poder disfrutar de esa “isla climática” la minoría privilegiada deberá gobernar mediante políticas autoritarias y represivas, en lo que genéricamente se califica de ecofascismo. Hay otros efectos de la contaminación atmosférica y troposférica que inciden muy negativamente en la salud, especialmente de los pueblos empobrecidos, de las clases trabajadoras y que afectan particularmente a los de los sectores más frágiles de la sociedad infancia y senectud.

Alternativas y planificación

En el marco de una estrategia de transición ecológica basada en un decrecimiento en la cantidad de energía y de materiales utilizados en el mundo industrializado y el desarrollo de un modelo eco-sostenible para las gentes de los países empobrecidos, el cambio de modelo energético es el primer paso clave y sine qua non del cambio del modelo productivo en clave ecológica. Cambio en el que la tecnología ocupa un papel central en los términos que ha planteado Albarracín (2019) en el artículo “Criterios para una tecnología acorde a la transición energética y el cambio de modelo productivo” publicado recientemente en vientosur.info. Tal como el autor sostiene, las nuevas tecnologías solo adquieren sentido y pueden desplegar los aspectos positivos que comportan y minimizar los negativos si se insertan en el marco y al servicio de una nueva concepción del proceso productivo.

A su vez, las claves del cambio de modelo energético son la combinación de las siguientes acciones: dejar bajo tierra las existencias de petróleo, gas y carbón; impulsar el ahorro de energía; electrificar los transportes y el conjunto de la actividad productiva demandante de energía; cambiar de fuentes sustituyendo los combustibles fósiles y nucleares por las renovables (solar, eólica, geotérmica, maremotriz, etc.) con especial desarrollo de la generación distribuida y los sistemas de producción, transporte y distribución energéticos de propiedad pública y social en un modelo que tenga en cuenta tanto la dimensión de coordinación de recursos para posibilitar sinergias y ahorros como la de la descentralización para acercar las decisiones a las personas y comunidades en sus facetas de productores y consumidores, como forma de impulsar la soberanía y la democracia en los asuntos del “fuego”. En resumen, se trata de reducir drásticamente el uso de energía y que esta sea de fuentes renovables de propiedad común.

En ocasiones, y con razón, se esgrime el discurso de que las energías renovables son una fuente de empleo si se comparan con las convencionales. Es un buen argumento en la batalla por las ideas frente quienes defienden el modelo de economía carbonizada porque, aunque la transición energética no tenga por objetivo crear puestos de trabajo, crearlos los crea. El saldo neto final (empleo generado-empleo destruido) es muy favorable a las energías renovables respecto a las convencionales. Son numerosos los estudios de la OIT a nivel internacional y europeo, o de Emilio Menéndez Pérez (2001) y del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud de CC.OO. en el caso español, que avalan que las energías renovables son intensivas en trabajo humano tanto en las fases de investigación, diseño, planificación como en las de montaje y mantenimiento. Pero no podemos olvidarlo, la creación de empleo es una segunda derivada. La primera exigencia es acabar con el modelo carbonero por razones globales.

De la magnitud del reto de dejar bajo tierra las reservas de combustibles fósiles, significa renunciar al 80% de las existencias de carbón conocidas, el 33% del total de existencias de petróleo conocidas (agotadas o por explotar) y al 50% de las existencias inventariadas (agotadas o por explotar) lo equivale a renunciar al 80% de las rentas carboneras estimadas sin realizar todavía.

Todo ello nos remite a otra cuestión: el marco en el que se puede dar esa opción ecológica exige un sociedad justa e igualitaria para evitar las guerra por un bien escaso, la energía; una sociedad capaz de generar un nuevo modo de vida con valores y cultura alternativos al del lucro individualista; un acceso a los puestos de trabajo y a los bienes y servicios que permita la “pacificación” del compulsivo consumismo y de los desplazamientos laborales o de ocio, lo que comporta una profunda reorganización del territorio al servicio de la población frente a la especulación Especulación Actividad consistente en buscar ganancias bajo la forma de plusvalía apostando por el valor futuro de los bienes y activos financieros o monetarios. La especulación genera un divorcio entre la esfera financiera y la esfera productiva. Los mercados de cambios constituyen el principal lugar de especulación. y un acceso universal a los bienes culturales, que no exijan necesariamente la movilidad y de tener que darse, lo sea mediante medios que minimicen la huella de carbono.

En cualquier caso, el futuro modelo energético no podrá ni deberá mantener un nivel de oferta tal que sirva de motor para un crecimiento económico sin fin como el actual, por ello resulta ingenua e inane la propuesta del New Green Deal que intenta servir a dos señores: descarbonización y ganancia del capital porque el reto de la transición energética es imposible abordarlo sin tocar las bases del funcionamiento y dominación del capital, de la propiedad de recursos y medios y, por ende, del entramado institucional estatal a su servicio que ni es neutro ni sirve para cualquier fin distinto para el que se creó.

Cabe preguntarse ¿el “100 por 100 renovables” es la solución a los problemas energéticos? ¿es factible desarrollarlas a tiempo para evitar el abismo climático? ¿puede cambiarse el modelo energético sin expropiar a los oligopolios? ¿es compatible una reconversión ecológico-energética en un sistema económico basado en la realización de la ganancia privada? ¿puede mantenerse el actual consumo energético a base de fuentes renovables? ¿es compatible mantener el nivel actual de intensidad energética con una sociedad en armonía con la naturaleza?

Ambos aspectos, el abandonar el uso de combustibles fósiles y el despliegue de un nuevo modelo exigen grandes inversiones por parte de los poderes públicos pues el capital privado no lo va a realizar, pero también la expropiación de los medios y activos del oligopolio y una decisión política hercúlea frente a los movimientos financieros y de todo tipo, sin excluir la violencia, que desatarán los poderes fácticos del capital. Nadie nos exime de poner a prueba nuestra apuesta por las renovables.

Jorge Riechmann [3] en diversos trabajos insiste en la necesidad de practicar el realismo ecológico, económico y político al evaluar las posibilidades que pueden ofrecer lase energías alternativas. Si en ¿Derrotó el Smartphone al movimiento ecologista? Afirma si bien las conclusiones del científico del CSIC Antonio Garcia-Olivares y de su equipo de investigación permiten diseñar un mix energético de fuentes renovables capaz de atender las necesidades de una sociedad industrial sustentable, en el caso de superar el hándicap de las limitadas reservas de litio, níquel y neodimio, el problema se plantearía otro terreno, el económico y político, porque “ello sólo sería posible con una ingente reorientación del esfuerzo inversor (digámoslo claramente: un esfuerzo incompatible con la organización de las prioridades privadas de inversión bajo el capitalismo), y se llegaría a una situación de generación estacionaria de energía (básicamente electricidad), situación incompatible con la continuación del crecimiento socioeconómico exponencial de los últimos decenios”. (Riechmann, 2018).

En Ética extramuros el mismo autor, reflexionando sobre trabajos de otro investigador del CSIC, Antonio Turiel, publicados en su blog y en diversas revistas afirma que “En el caso español, Antonio Turiel (científico titular del CSIC, presidente del Oil Crash Observatory y autor del blog The Oil Crash calcula que sustituir los aproximadamente seis exajulios de energía primaria usada anualmente en España por fuentes renovables implicaría instalar un terawatio eléctrico (asumiendo que las ganancias de eficiencia de los motores eléctricos serían compensadas por pérdidas de transformación en otros usos de la energía), de modo que las necesidades de capital de esta transformación se elevarían a 4’12 billones dólares: tres veces el PIB de España. Si se adoptase una “economía de guerra” que permitiese destinar el 10% del PIB cada año para sufragar esa transición hacia uno de los rasgos básicos de una sociedad sostenible (un sistema energético sostenible), y suponiendo que el territorio nacional pudiese proporcionar toda esa energía renovable (y sin entrar a considerar los problemas de “cuellos de botella” y otras escaseces, por ejemplo en materiales raros, que sin duda aparecerían), se necesitarían 32 años para completar la transformación (y sin tener en cuenta costes financieros y otros gastos indirectos). El propio Turiel comenta: “Es evidente que, en el marco de un sistema de economía de mercado, el capital privado no acometerá una inversión tan grandiosa y de tan dudosa o nula rentabilidad” (Riechmann, 2017, pp. 332). Lo que significaría, según Turiel que las renovables podrían proporcionar como máximo la energía del consumo mundial actual, por lo que la transición energética implica una contención que entraría en contradicción con el sistema socioeconómico actual.

Afirmaciones demoledoras para el optimismo tecnológico auspiciado desde las élites del capitalismo y que dan al traste con la ingenuidad de quienes abogan un cambio de modelo energético sin afectar al crecimiento económico ni poner en cuestión al oligopolio energético y eléctrico al que en el mejor de los casos solo piensan combatir creando una empresa pública que, de nacer porque la UE no lo impida, difícilmente podría actuar ni siquiera de correctora. Demoledoras para quienes se contentan con medidas de mercado como los cambios en la fiscalidad para influir en los precios e influir en los consumidores pues el tiempo urge y esas medidas de tener efecto es limitado y a largo plazo. Y demoledoras para quienes defienden un Nuevo Pacto Social-Verde haciendo caso omiso de que la contraparte -el capital- no está en absoluto interesado en el mismo. Afirmaciones demoledoras, en definitiva, para quienes pretenden realizar una transición energética incolora e indolora exenta de conflicto, del conflicto ligado a las formas que adopta la vieja lucha de clases en la actualidad.

Finalmente ¿Cómo puede llevarse adelante la gestión de ese nuevo modelo energético si su existencia depende de la expoliación de los expoliadores, de la electrificación masiva y de revertir la carrera del crecimiento continuo de la oferta y demanda efectivas de electricidad? Efectivamente ello nos lleva a dos asuntos: la cuestión de qué gobierno es capaz de llevarlo adelante y la cuestión de la planificación en sustitución de las reglas del mercado oligopolista. Bien es cierto que mientras se solucionan ambos temas, no vamos a cejar en objetivos parciales, en ir consiguiendo cuotas de ahorro y cambio de fuentes, etc.

Si el razonamiento económico introduce frente a la dictadura de los mercados la necesidad de que los fines y medios se decidan democráticamente, articular esa voluntad popular lleva a revalorizar la planificación. Si una nueva economía frente al expolio capitalista de la naturaleza, cuyos recursos considera meras “materias primas” o mercancías ilimitadas, parte de la finitud de los recursos no renovables y la necesidad de respetar los ciclos de los renovables, la cuestión del plan vuelve a jugar un papel central que los neoliberales intentaron borrar de la faz de los gobiernos, la academia y las mentes. Si ello es así en todos los aspectos que afectan al intercambio sociedad-naturaleza y, por tanto, en todos los procesos productivos, aún lo es de forma más clara en lo referente al modelo energético. La cuestión de la planificación democrática de la energía es una herramienta de primer orden para la estrategia de cambio de modelo. Y, por sus características, si hay un sector en el que el plan es imprescindible -incluso en la economía capitalista- es en el de la electricidad. Tanto en bajo la economía de mercado como en su opuesta la ecosocialista, la previsión planificada a largo plazo de las redes e infraestructuras básicas es obligatoria. Pero la sustitución de la lógica del beneficio Beneficio Resultado contable positivo neto fruto de la actividad de una sociedad. El beneficio neto es el beneficio después de impuestos. El beneficio a distribuir es la parte de aquél que puede ser repartido entre los accionistas. privado por el beneficio de la sociedad exige llevar esa planificación a toda la cadena de valor. La propiedad pública y social de las fuentes y aplicaciones de la energía lejos de repetir las viejas falsas soluciones estatistas del “socialismo real” regidas por una ineficiente planificación burocrática, deberá, por el contrario, ser en expresión de Catherine Samary, una “planificación socialista autogestionada por las comunidades afectadas y articulada a todos los niveles territoriales necesarios (…) contraria al estatismo pero que tampoco se puede reducir a procesos de decisión descentralizados y atomizados, aunque sean autogestionados localmente. Todo eso hay que debatirlo en base a objetivos y experiencias concretas”. (Samary, 2019).

Tal como están las cosas, nadie dijo que la transición energética fuera fácil, pero es nuestra única esperanza.

Bibliografía citada

Albarracín, D. (2019) “Criterios para una tecnología acorde a la transición energética y el cambio de modelo productivo”, https://vientosur.info/spip.php?article15350
Bujarin, N. (1973), El imperialismo y la acumulación de capital, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires.
Garí, M., García Breva, J., María-Tomé, B. y Morales, J. (2013) Qué hacemos para cambiar un modelo irracional por otra forma sostenible y democrática de cultura energética. Akal, Madrid.
Kalecki, M. (1977) Ensayos escogidos sobre dinámica de la economía capitalista 1933-1970, Fondo de Cultura Económica.
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Mandel, E. (1972). El capitalismo tardío. Ediciones Era, México.
Menéndez Pérez, E. (2001). Energías renovables, sustentabilidad y creación de empleo. La economía impulsada por el sol. Los libros de la Catarata, Madrid.
Mumford, L. (2010). El mito de la máquina. Técnica y evolución humana. Pepitas de calabaza, Logroño.
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Noble, D.F. (1987). El diseño de Estados Unidos: la ciencia, la tecnología y la aparición del capitalismo monopolista. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid.
Noble, D.F. (2001). La locura de la automatización. Alikornio Ediciones, Barcelona.
Polany, K. (2016). La gran transformación, crítica del liberalismo económico. Virus Editorial, Barcelona.
Riechmann, J. (2018). ¿Derrotó el Smartphone al movimiento ecologista? Por una crítica del mesianismo tecnológico. Libros La Catarata, Madrid.
Riechmann, J. (2017) Ética extramuros. Universidad Autónoma de Madrid.
Samary, C. (2019) “El mundo debe cambiar de base”. Vientosur.info
https://vientosur.info/spip.php?article15373
Sraffa, P. (1960). Producción de mercancías por medio de mercancías, Oikos-Tau, Barcelona.
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Tejero, H., Santiago, E. (2019). ¿Qué hacer en caso de incendio? Capitán Swing. Madrid.
Yergyn, D. (19912). La historia del petróleo. Plaza & Janés/Cambio 16. Barcelona.


Notas

[1El gráfico publicado por The Guardian el 9 de octubre, ha sido tomado por mí del artículo titulado “Las 20 empresas responsables de la emisión de un 1/3 de las emisiones de gases de efecto invernadero” de Matthew Taylor y Jonathan Watts en la web A l´encontre.
https://alencontre.org/?s=Por+Matthew+Taylor+y+Jonathan+Watts

[2Para conocer mejor las garantías estatales a favor de las ganancias capitalistas en el capitalismo tardío, particularmente en el monopolista, puede consultarse Mandel, E. Tratado de Economía marxista, Tomo II, pp. 118-124.

[3Agradezco a Jorge Riechmann que tras una consulta mía me pusiera en la pista de los trabajos y científicos que a continuación cito.

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