RESUMEN:
La unanimidad derechista ha quedado reemplazada por tres tipos de gobiernos. Los conservadores son neoliberales, pro-norteamericanos, represivos y opuestos a cualquier mejora social. Los centroizquierdistas mantienen una relación ambigua con Estados Unidos, arbitran entre el empresariado, toleran las conquistas democráticas y bloquean las mejoras populares. Los nacionalistas radicales son más estatistas, chocan con el imperialismo y la burguesía local, pero oscilan entre el neo-desarrollismo y la redistribución del ingreso.
Las libertades públicas superan la norma histórica, pero en el polo derechista imperan formas de terrorismo estatal y un gran incumplimiento de las reglas constitucionales. En lugar de la crisis del 90 predomina un contexto económico de recuperación. Las transiciones post-dictatoriales fueron muy diferentes a los casos comprables de Europa y legaron un alto grado de inestabilidad.
El presidencialismo es un efecto general de la vulnerabilidad periférica. Pero Uribe, Lula y Chávez acaparan facultades con finalidades muy opuestas. En ciertos casos el acceso de mujeres, indígenas y ex obreros a la presidencia expresa el ascenso de sectores plebeyos y en otros disfraza la permanencia de las elites en el poder.
La derecha refuerza las plutocracias que la centroizquierda intenta disimular y los nacionalistas pretenden eliminar. Los tres tipos de gobiernos se asientan en mecanismos formales e informales. La mayor gravitación de los partidos o del clientelismo no es una peculiaridad de gobiernos progresistas o reaccionarios y la actual contraposición entre republicanos y populistas es una falsa disyuntiva. Este contraste no sustituye la distinción entre izquierda y derecha, ni esclarece los intereses sociales en juego.
La república que elogia el establishment es la antítesis de la democracia. Promueve la división de poderes para estabilizar los negocios y zanjar los conflictos entre los capitalistas. El sistema republicano arrastra una historia de fragilidad periférica, proscripciones oligárquicas y carencia de cohesión por arriba o legitimidad por abajo.
La derecha y el socio-liberalismo utilizan un doble patrón de legalidad republicana para evaluar a sus aliados y a sus adversarios. Presentan al populismo como un virus regional, pero no aclaran el significado de este fenómeno.
Por otra parte, los teóricos que elogian al populismo encubren su función regimentadora y diluyen la tensión que opone a la centroizquierda con el nacionalismo radical. Mantienen la vaguedad del concepto y oscurecen con indefinidas referencias al pueblo el sentido de la lucha de los oprimidos. Es vital caracterizar en la actual coyuntura regional el papel de cada clase social.
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