El balotaje arrojó una holgada victoria del liberal libertario y una derrota aplastante del peronismo. Se abre una nueva fase cuyo rasgo central es la excepcionalidad de la situación. Al interrogante de si será posible una transición no caótica se suma si estaremos frente a los inicios de una nueva época en el país.
El largo proceso electoral nos ha deparado varias sorpresas y ha concluido este domingo 19 con un resultado realmente inesperado. No por el triunfo de Javier Milei, que numerosas consultoras ya lo habían anticipado, claro que en un marco de paridad de votos, sino por el diferencial obtenido, más de 11 puntos, en lo que creo es un resultado inédito para un balotaje y no solo en nuestro país. Por lo que las consultoras volvieron a errar sus pronósticos en lo que ha sido un triunfo de la LLA en toda la línea. Ganó en 21 de las 24 provincias y en la estratégica provincia de Buenos perdió por solo dos puntos.
Es también un triunfo de la extrema derecha internacional, Trump, Bolsonaro, Vox, Bukele saludaron con entusiasmo… Siendo además la primera vez en el mundo que un liberal libertario, para quién el mercado es la medida de valor de todos los valores (Teoría subjetiva del valor), accede al poder político por medio del régimen de la democracia liberal ganando por sobre las múltiples estructuras consolidadas (políticas, sociales, empresariales, culturales…). El país puede así estar ingresando en un experimento inédito en el mundo.
Cambios en el tablero político
El resultado acelera la reconfiguración ya en curso. No hay aún grandes certezas pero es evidente que las dos grandes corrientes políticas surgidas de la crisis del 2001 – kirchnerismo y macrismo- se han agotado. Las mayorías que ostentaron en sus momentos se diluyeron en coaliciones capaces de ganar una elección pero incapaces de administrar la crisis del capitalismo local. La resultante ha sido la más que evidente crisis de representación y la fragmentación política en curso.
Es que el largo y extenuante proceso electoral se ha desenvuelto en el marco de un fin de ciclo. En lo económico se profundizaran los cambios en el modelo de acumulación, dominados por la renta de la tierra (agraria, hidrocarburífera y minera) y el extractivismo, en consonancia con los cambios en la demanda internacional. En lo político el macrismo se ha subsumido en la LLA, y seguramente disputará cargos y orientaciones, mientras que el kirchnerismo ya no hegemonizará al conjunto del peronismo como en los últimos 20 años y tenderá a refugiarse en la provincia de Buenos Aires. Pero ya nada será como antes. La derecha extrema tiene en formación un liderazgo político, mientras que el peronismo por ahora carece de liderazgo y de programa. La incertidumbre es hoy su dominante.
¿Qué expresa el voto?
La crisis de representación y el desapego social con la política favorecieron el vertiginoso ascenso de una figura por demás disruptiva, pero las condiciones que lo hicieron posible estaban madurando desde hace tiempo.
De ahí que los análisis que ven el voto a LLA como expresión de la bronca y el inconformismo frente a un gobierno impotente e irresoluto, incluso los que hablan del «estrepitoso fracaso» de los gobiernos que se alternaron en los últimos 10 años, que no solo no resolvieron la crisis sino que la profundizaron, parecen insuficientes.
No necesariamente los movimientos en la superestructura política expresan lo que pasa en las bases de la sociedad, y en este sentido las diversas interpretaciones tienen cierto anclaje en la realidad, pero dada la naturaleza del cambio al que estamos asistiendo sería tal vez más productivo, en términos de dar respuestas al movimiento obrero y popular, pensar que hay algo más profundo en ese voto masivo. ¿Algo está surgiendo «desde el fondo de la patria sublevada»? ¿Como en aquella sublevación histórica pero con un signo y orientación totalmente contrario? ¿No será la expresión de un fuerte desencanto y hartazgo frente al régimen de la democracia liberal de los últimos 40 años? Régimen que facilitó conquistar derechos cívicos y sociales pero que a vastos sectores de la población no les mejoró las condiciones de vida y existencia sino que las empeoró. Ni el acceso a la vivienda y a servicios públicos de calidad y a precios accesibles, que deterioró el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones. Según el politólogo Atilio Borón «…el nivel de insatisfacción con el régimen democrático en Argentina es del 70-75%».
¿Cambio de época?
Aquella sublevación histórica dio origen a un cambio de época que se extendió por décadas. El sesgo cada vez más derechista asumido por el peronismo que acompaña la radicalización de la derecha ¿será un indicio de que estamos en los inicios de un nuevo cambio epocal? El resultado electoral pone fin al ciclo iniciado en 2001, que ya hace tiempo estaba superado, pero también al período histórico abierto en 1983. Están en cuestión consensos básicos construidos en esas cuatro décadas, no solo en lo que hace a DDHH y el juicio sobre el terrorismo de Estado, también en cuanto al rol del Estado y el mercado, en lo relativo a políticas activas y la redistribución de los ingresos, a los derechos sociales… ¿Hay un sesgo derechista en la sociedad argentina?
Los llamados a la resistencia y a organizarla se multiplican desde la misma noche del domingo pero ¿no sería también importante hacerse algunas preguntas previas que permitan conocer un poco más en profundidad el fenómeno político que nos atraviesa y nos preocupa? No para deslegitimar los llamados, sino para darles un sustento más sólido a su necesidad, para que los protagonistas de esa resistencia futura tomen conciencia de los hechos que protagonizaran y eleven su nivel político.
Transición y gobernabilidad
El período de transición, entre un presidente electo, que no tiene territorialidad, ni mayorías parlamentarias, ni una estructura política consolidada y un presidente supuestamente en funciones que no tiene poder alguno, en el marco de una crisis por demás profunda y compleja, no será sencillo. Por el contrario estará sometido a múltiples tensiones y disputas, en las que el movimiento obrero y popular deberá defender sus posiciones y conquistas históricas y mantener activa la esperanza. Tal vez se esté conformando un escenario excepcional, distópico, en el sentido de «una sociedad imaginaria, injusta y caótica, en la que nadie quisiera vivir»
Los tiempos por venir no serán sencillos.
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