7 de abril por Fernanda Gadea

Museo real sobre África central en Bélgica. Imagen con Licencia Creative Commons. Fuente: Wikimedia Commons.
Acudí a esta actividad propuesta por el CADTM, en su edición del 3 de abril de 2025, con la motivadora sensación de que no iba a ser una visita a un Museo al uso: esto era otra cosa.
El recorrido da comienzo en el exterior del nuevo edificio de cristal inaugurado en 2018, en donde un grupo de unas 15 personas nos disponemos a escuchar las explicaciones de François Makanga, guía «artivista», decolonial y miembro del colectivo Bamko-cran. El recorrido (apasionante) por los inicios del colonialismo europeo, en especial el belga, nos pone en situación para conocer, primeramente, dónde nos encontramos: en el centro del capitalismo racial.
Una vez dentro del edificio, nos explica la maqueta del museo y ya empezamos a tener claro que la colonización africana por parte de la Monarquía Belga es un proyecto que el Primer Rey de Bélgica, Leopoldo I tenía en mente y que llevó a la práctica su hijo Leopoldo II.
Uno de los mayores triunfos de Leopoldo II en Conferencia de Berlín de 1885, en la que se decidió el futuro de África, pero ningún país africano estuvo presente, fue asegurar el Libre Comercio en África, aunque no todo quedó ahí; los principales acuerdos fueron: la Libertad de Comercio en la Cuenca del río Congo, la Declaración sobre la trata de esclavos, la neutralidad internacional de la zona Central de África, una Ley de Navegación para los ríos Níger y Congo y la introducción en las relaciones internacionales de normas para futuras ocupaciones. La temporada de caza daba comienzo.
Este Museo, como todos, es una demostración de poder, en este caso, del Poder del Imperio de Leopoldo II basado en tres ejes: Comercio, Iglesia y Estado. La Exposición Universal de Bruselas de 1897 tuvo una sección en el Palacio Colonial de Tervuren, a 14 km de Bruselas, llamado ahora Palacio de África.
Tras bajar las escaleras de hormigón, una imponente canoa de madera de sipo, un tipo de caoba, de 22 metros de largo, regalo al Rey Leopoldo III, nos acompaña al Museo a través de una galería. Nos detenemos ante la canoa de 3,500 kg con capacidad para transportar a cien personas y François nos interpela acerca de las sensaciones que provoca: asombro ante el inmenso tronco del árbol del que fue tallada en una sola pieza, admiración por el perfecto trabajo de ingeniería que supuso su construcción tantos años atrás… a mí, la frase en diferentes lenguas escrita en la pared, “Todo pasa, menos el pasado”, me suscita inmediatamente una gran tristeza, las penurias del viaje que tantos y tantos seres humanos realizan desde África para alcanzar las costas de Europa. Vivo en Canarias, cerca de 10.500 personas se ahogaron en el Atlántico en 2024, en la que está considerada como la ruta migratoria más mortífera del mundo en estos momentos y esos cuerpos en el mar me persiguen allá donde vaya, porque no son muertes, son asesinatos. Son uno de los resultados del capitalismo racial imperante.
Tras pasar el almacén de esculturas que ya no querríamos ver, pero ahí están, nos encontramos ante un cuadro del reconocido pintor congoleño Chéri Samba que escenifica la “Reorganización del Museo”.
Llegamos a la impresionante rotonda, con sus enormes estatuas, en la que ahora se alza la monumental obra de arte moderno africano, en forma de dos cabezas de madera enfrentadas, del artista Aimé Mpane; una de ellas muestra una rama metálica, simbolizando un nuevo comienzo.
Y llegamos así a la colección del Museo. Lo que se exhibe allí es solamente una pequeña parte de las miles de obras que alberga.
No podemos obviar que las colecciones creadas para el Museo fueron pensadas por europeos. El desafío de un relato colonial desde el punto de vista africano continúa ahí, de la misma forma en que cada cual se enfrenta al colonialismo desde sus vivencias, sin restar ni un ápice de importancia a la diáspora congoleña asentada en Bélgica. A este gran grupo le corresponde su propia representación, así como el reconocimiento, la apropiación de su historia y la exigencia de la Reparación que se les debe.
«El neocolonialista es un necio que cree aún que se puede arreglar el sistema colonial o un maligno que propone reformas porque sabe que son ineficaces». Jean Paul Sartre, en su intervención de 1956 en un mitin por la paz en Argelia.
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