Muchos pueblos y países se encuentran actualmente en una situación crítica debido al aumento del precio de los alimentos y a la imposibilidad de acceder a algunos productos alimentarios en cantidad suficiente. Esta crisis alimentaria no tiene por causa principal la guerra en Ucrania, como lo difunden numerosos medios de comunicación. La crisis mundial a la que nos enfrentamos es ante todo una crisis profunda y estructural del modo de producción capitalista en su fase neoliberal.
Es un dato que resuena como una advertencia: entre 2014 y 2021, la cantidad de personas en el mundo que sufrían inseguridad alimentaria grave aumentó de manera vertiginosa, al pasar de 565 millones a 924 millones. En mayo de 2022, el Consejo de Naciones Unidas lanzó la voz de alarma: nos enfrentamos a la aparición de nuevas crisis alimentarias.
Si bien la invasión de Ucrania aumentó la fragilidad de numerosos países, la crisis alimentaria comenzó mucho antes que ese conflicto. En forma paradojal, la producción alimentaria mundial aumenta más rápidamente que el crecimiento demográfico desde hace más de medio siglo, y la cosecha de cereales alcanzó un récord histórico en 2021. Sin embargo, a pesar de que nuestras sociedades producen recursos alimentarios en abundancia, uno de cada diez seres humanos padece hambre en el mundo.
¿Cómo se llegó a esta situación?
La crisis alimentaria que conocemos y que afecta duramente a los países del Sur Global no es el resultado de una penuria de cereales, sino, más bien, de un problema de distribución. Efectivamente, es esencial recordar que, desde hace décadas, una parte importante de esos países, obligados a conectarse con los mercados internacionales bajo la presión de instituciones como el Banco Mundial y el FMI, devino muy dependiente de la importación de cereales y de otros productos alimentarios. En tiempos de crisis, brutalmente afectados por el aumento de los precios, los países que redujeron considerablemente sus actividades agrícolas locales, ya no pueden procurarse una cantidad suficiente de cereales. Remarquemos, también, que, a pesar de haber poblaciones que sufren para conseguir cereales para alimentarse, continúa habiendo un 10% de la producción de cereales destinada a la producción de combustibles y un 35 % destinada a la alimentación del ganado.
La especulación sobre el hambre debe terminar
El modelo neoliberal conduce a los países a ser violentamente impactados por la inseguridad alimentaria. Pero permite a las grandes sociedades capitalistas a dominar el mercado financiero, al transformar el comercio y la distribución de productos alimentarios y agrícolas en un mercado altamente especulativo, obteniendo, de esa manera, beneficios de la explosión de los precios y del hambre. Entre los factores recientes, que agravaron la crisis alimentaria, está la especulación masiva que se desarrolló en el mercado de cereales desde el día siguiente a la invasión rusa de Ucrania. Los precios del trigo y del maíz aumentaron artificialmente cerca de un 50 % en unos quince días.
Como lo demuestra el artículo del CADTM, en la coyuntura actual, las poblaciones rurales del Sur, desposeídas del valor de su producción agrícola, permanecen las más pobres mientras que, a nivel mundial, cuatro sociedades del Norte controlan el 70% del mercado de cereales y obtienen unos beneficios escandalosos.
Después de décadas, la especulación sobre el hambre y la lógica de la acumulación de capital en beneficio de una minoría genera, por ello, crisis alimentarias dramáticas. En su rechazo a abordar las causas profundas de las crisis, de las que son responsables, las grandes instituciones financieras y los Estados continúan aplicando políticas que privilegian los intereses del agrobusiness, en contra del derecho de los pueblos a disponer de su soberanía alimentaria.
Erradicar el hambre es posible si se abordan sus causas estructurales
No se puede pretender seriamente luchar contra el hambre sin identificar los actores que logran beneficios de la situación actual y sin abordar sus causas fundamentales. El modelo agrícola capitalista se basa en una producción intensiva para la exportación y el desarrollo del agrobusiness. El acaparamiento de tierras y de recursos hídricos se está acelerando en todo el mundo. La utilización de energías fósiles, de pesticidas y de abonos químicos contribuye en gran medida al cambio climático y, por consiguiente a las sequías recurrentes. Las reglamentaciones de la producción y de la comercialización de las semillas, monopolizada por algunas multinacionales, destruyen los sistemas campesinos de semillas. Se acentúa también, la marginación de la agricultura campesina, que, sin embargo, suministra el 70 % de la producción de alimentos en el mundo.
La deuda y los llamados acuerdos de libre comercio son dos mecanismos de dominación que permiten generalizar el modelo neoliberal de producción agrícola, especialmente en los países del Sur Global.
Promover la soberanía alimentaria implica luchar contra los mecanismos del sistema productivista y capitalista. La red CADTM reivindica la abolición de la deuda ilegítima para satisfacer las necesidades humanas fundamentales, entre las cuales está el acceso a una alimentación decente.
Retomando las propuestas formuladas por Vía campesina, el CADTM estima que la solución reside en la puesta en marcha urgente de un proyecto de soberanía alimentaria alternativo al actual reinado del agrobusiness. Para erradicar el hambre, es vital basarse en un modelo de justicia económica. Un modelo de ruptura radical con las políticas neoliberales que destruyen las agriculturas del Sud y los ecosistemas, al mismo tiempo que sacrifican la seguridad alimentarias de millones de personas en los mercados bursátiles.
Entre la lista de propuestas de Vía Campesina, desarrolladas con más detalle en nuestro artículo «la crisis alimentaria internacional y propuestas para superarla», citemos las siguientes: