Ponencia presentada en la conferencia de CLACSO en La Habana, noviembre 2003.
En un sugestivo debate acerca del avance de las llamadas “reformas económicas orientadas hacia el mercado” y en el cual se abogaba empecinadamente en la necesidad de “achicar” el estado Richard Feinberg, quien fuera Jefe del Policy Planning Staff del Departamento de Estado
del gobierno norteamericano, planteó con fina ironía una instructiva metáfora automovilística : «¿ Pero, que estado queremos? ¿Queremos que el producto final de la reforma sea un Jaguar, estilizado y de alta performance, o un Yugo minimalista?»
Más allá del debate suscitado por su intervención parece claro que en los despachos oficiales de América Latina la respuesta implícita a la pregunta de qué estado queremos ha sido un pequeño, débil e ineficiente Yugo antes que un potente Jaguar. De hecho, si algo puede servir como caracterización de los procesos de “reforma del estado” puestos en marcha en América Latina en las dos últimas décadas es el fervor con que distintos gobiernos se han abocado a la tarea de desmantelar y destruir al estado, en la creencia -¿ ingenua, desinteresada, negligente?- de que de ése modo lo estaban reformando. No hay que descartar, por supuesto, que el entusiasmo oficial en estas políticas no haya sido también estimulado por la alta dosis de corrupción que rodeó al proceso reformista.
Analista Político. Coordinador del Ciclo de Complementación Curricular en Historia de América Latina-Facultad de Historia y Artes, UNDAV. Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación «Floreal Gorini».