Una de las características mas llamativas de la presente crisis económica, la más grave desde la Gran Depresión, es el rápido ritmo al cual las pérdidas de empleos se han acumulado a nivel global. Según la OIT (Organización internacional del trabajo), más de 50 millones de trabajadores perderán su empleo como consecuencia de la crisis. Un porcentaje importante de estas pérdidas de empleo se ha concentrado en los EE.UU., locomotora de la economía mundial y epicentro de la crisis financiera.
Desde el momento en que los temblores del colapso de la burbuja sub-prime se hicieron sentir en Wall Street, con la caída de dos Hedge Funds de Bear Sterns en junio de 2007 hasta la fecha, la tasa de desempleo en los EE.UU. pasó de un 4,6% a un 9,7%. Esto es un aumento de 5,1 puntos porcentuales. En términos absolutos, esto ha significado una pérdida total de 8 millones de empleos, o casi el 20% de las pérdidas globales de empleo proyectadas por la OIT.
Desde la perspectiva de los trabajadores estadounidenses, ésta ha sido una evolución catastrófica. Aunque en términos relativos, la tasa actual de desempleo se mantiene por debajo del récord histórico del 10,6%, establecido en 1982 en medio de la recesión causada por el aumento indiscriminado de las tasas de interés por la FED, en términos absolutos el número total de desempleados en la actual crisis ha superado con creces todo lo presenciado anteriormente. Mientras que en el momento más profundo de la recesión de los años ochenta, el desempleo afectó a 12 millones de trabajadores, la recesión en curso ha dejado a cerca de 15 millones de trabajadores en busca de un empleo.
Es importante señalar que una gran parte de los trabajadores desempleados se concentra en los Estados más afectados por el colapso de la burbuja sub-prime, como California o Florida. Trabajadores en estas regiones no sólo tienen que lidiar con la pérdida de su empleo, y por tanto de su cobertura de salud, sino que también se enfrentan a una reducción en los servicios sociales públicos locales, tales como educación y seguridad, en la medida en que los Estados han procedido a recortar sus gastos con el fin de equilibrar sus presupuestos. Este panorama es aún más sombrío en el caso de los propietarios de hogares quienes, seducidos por las falsas promesas de los bancos, decidieron comprar una vivienda en medio del auge del fenómeno sub-prime, sólo para quedar frente a la cruda realidad de la rápida disminución de los precios de sus viviendas y el aumento de las primas en sus hipotecas. Debido a esta combinación letal de pérdidas de empleo y disminución del valor de sus propiedades, se espera que unos 25 millones de propietarios de viviendas enfrenten un proceso de desalojo en el año 2011.
Aún más preocupante, no hay señales de esperanza en el horizonte. Aunque la recesión técnicamente ha terminado, según su definición estadística, es altamente probable que las pérdidas de empleo continúen durante los trimestres siguientes, tal y como ocurrió en el caso de la recuperación de la recesión del año 2001. En ese episodio, aunque la recesión se dio por terminada en el primer trimestre del 2002, el desempleo no alcanzó su pico sino hasta el tercer trimestre de 2003, momento en el cual la burbuja sub-prime ya se encontraba en marcha. En la crisis actual, el pronóstico oficial de la CBO (Congressional Budget Office, Oficina del presupuesto del Congreso) estima que la tasa de desempleo llegará al 10,2% en 2010, para luego descender paulatinamente a un 9,1% en 2011 y un 7,7% en 2012. Estimaciones independientes son mas sombrías en sus proyecciones. David Rosenberg espera, por ejemplo, que la tasa de desempleo en 2010 llegue a superar el récord establecido en 1982, afectando así a casi 17 millones de trabajadores.
No obstante, incluso si la economía de EE.UU. se recupera siguiendo las optimistas proyecciones oficiales, hay varios elementos que permiten inferir que ésta bien puede ser una recuperación que sólo beneficie los jugosos bonos de los banqueros de Wall Street, mas no los salarios y condiciones de vida de los trabajadores estadounidenses.
El primer elemento es el aumento en el número de trabajadores que están empleados a tiempo parcial, a quien les gustaría estar trabajando a tiempo completo, mas sin embargo no pueden extender sus horas de trabajo debido a la situación económica. Ésta es la llamada tasa de desempleo U6. Históricamente, la diferencia entre la tasa de desempleo de referencia y la tasa de desempleo U6 ha sido como promedio, un 4%. Como resultado de la crisis esta diferencia, según el BLS (US Bureau of Labor Statistics, Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU.), se ha incrementado a un récord de 7 puntos porcentuales. Esto significa que, además de los 15 millones de trabajadores que están actualmente desempleados hay otros 10 millones de trabajadores que no pueden conseguir un trabajo a tiempo completo.
El segundo elemento es la reducción de las horas de trabajo semanal, a un mínimo histórico. De un promedio histórico de 34,2 horas por semana, las horas de trabajo se han reducido a 33,1 horas. Esta reducción se produjo como consecuencia de la caída de la inversión privada y el recorte de las inversiones de las empresas a medida que la crisis afectó los bolsillos de los consumidores estadounidenses. La importancia de estos números, es que aun si una recuperación económica ocurre, las empresas en primer lugar aumentarán las horas de trabajo de los empleados que se encuentran actualmente en sus nóminas antes de proceder a contratar nuevos empleados.
En este sentido, según John Malaudin, la recuperación de las horas semanales de trabajo hacia su promedio histórico, sería el equivalente a la creación de 3 millones de empleos a tiempo completo. Al mismo tiempo, la reducción del mencionado diferencial entre la tasa de desempleo clásica y la tasa de desempleo U6 requeriría la creación de otros 4 millones de puestos de trabajo. Si espaciáramos la creación de esos 7 millones de empleos durante un período de 5 años, lo cual básicamente mantendría la tasa de desempleo en su nivel actual, esto requeriría una creación mensual de 120 000 empleos. Para poner este número en perspectiva es importante recordar que, según el BLS, los dos últimos periodos de crecimiento económico se tradujeron en un aumento mensual promedio de 150 000 empleos. Así pues, aunque una recuperación del tipo que tuvo lugar a principios de los años 90 (como resultado de la burbuja dot com) o al principio de esta década (como resultado de la burbuja sub-prime), logra materializarse ahora, ésta no tendría ningún efecto sobre la tasa de desempleo. Parece pues que una tasa de desempleo de dos dígitos puede convertirse en un elemento permanente del panorama económico en los EE.UU. durante la próxima década.
Así, dada la falta de redes de seguridad social en los EE.UU., un aumento en el desempleo estructural de la clase que está teniendo lugar actualmente puede tener efectos sociales devastadores. Según el BLS, el número de trabajadores actualmente desempleados que han agotado sus beneficios de desempleo ha aumentado a un máximo histórico de 52,4%. En términos absolutos esto implica que cerca de 8 millones de trabajadores no tienen ninguna otra fuente de ingresos que sus ahorros previos o riqueza acumulada. En un entorno caracterizado por el colapso de la riqueza de los hogares, debido a la caída de precios de la vivienda (de lejos el elemento más importante en el patrimonio de los hogares en los EE.UU.) y al estancamiento de los salarios reales en los niveles presentes a principios de los años 80, esto representa una situación desesperada sin salidas fáciles a la vista.
Mientras tanto, la administración de Obama se ha embarcado en una estrategia de rescate de instituciones financieras en problemas, a expensas de los contribuyentes norteamericanos. Según las estimaciones más recientes de la CBO, el déficit presupuestario de EE.UU. se prevé que aumentará en 9 billones de dólares a finales de la década, aumentando de esta forma la deuda pública nacional de EE.UU. a un 77% del PIB. Como señala Paul Krugman, el 30% de ese aumento es el resultado de la continuación de las políticas de Bush en la administración de Obama, tales como los controvertidos recortes de impuestos diseñados para beneficiar a los más ricos y las guerras en Irak y Afganistán.
Finalmente, mientras la administración de Obama tiene dificultades para mantener una posición clara sobre la provisión de un seguro médico universal, el control de emisiones de gases de efecto invernadero y una revisión completa de las regulaciones existentes sobre el sistema financiero de EE.UU., al mismo tiempo continúa aumentando las garantías y protección de las mismas instituciones que, a través de su comportamiento imprudente y codicioso, han llevado a la economía mundial hasta el punto de colapso, en cuantías de los billones de dólares.
Esto lo deja a uno preguntándose, ¿dónde está la ayuda para los trabajadores?
es un economista post-keynesiano de Bogotá, Colombia. De marzo a julio de 2015, trabajó como asistente del ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, asesorándolo en materia de política fiscal y sostenibilidad de la deuda.
Anteriormente, fue asesor del Ministerio de Hacienda de Colombia. También ha trabajado en la UNCTAD.
Es una de los principales autores en el estudio de la deuda pública a nivel internacional. Es investigador en Eurodad.