IRLANDA

Catherine Connolly vence: una victoria histórica para la izquierda

3 de noviembre por Paul Murphy


Catherine Connolly. (03/10/2024). Por Houses of the Oireachtas from Ireland. CC BY 2.0

La sonada victoria de Catherine Connolly en la elección presidencial es todo un hito. Es la primera vez que la izquierda consigue la mayoría de votos en una elección nacional. Tampoco fue una victoria ajustada: Catherine obtuvo el porcentaje más elevado y el mayor número total de votos que cualquier candidato presidencial de la historia.



Las fuerzas combinadas del establishment político y mediático lanzaron todo lo que pudieron contra Connolly en un intento de frenar el impulso que sostenía su campaña. “Desprestigiarla hasta el tuétano”, como sugirió Ivan Yates, esa fue la estrategia desplegada. Su viaje a Siria, la contratación de un republicano condenado por un crimen con arma de fuego, sus comentarios de oposición al imperialismo estadounidense, francés y británico, así como su trabajo anterior como abogada, todo fue examinado con lupa una y otra vez y utilizado contra ella.

El hilo rojo que une la mayoría de calumnias fue el hecho de que ella no tiene nada que ver con el establishment político y mediático en su defensa de la neutralidad y su oposición a la alineación cada vez más evidente con la OTAN Organización del Tratado del Atlantico Norte
OTAN
Este organismo asegura a los Estados europeos la protección militar de los Estados Unidos en caso de agresión, pero, sobre todo, ofrece a los Estados Unidos la supremacía en el bloque occidental. Los países de Europa Occidental aceptaron la integración de sus fuerzas armadas en un sistema de defensa puesto bajo el mando estadounidense, reconociendo de hecho la preponderancia de los Estados Unidos. Fue fundada en 1994 en Washington, y pasó a un segundo plano acabada la guerra fría. En el año 2002 se componía de 19 miembros: Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y el Reino Unido, a los que se sumaron Grecia y Turquía en 1952, la República Federal de Alemania en 1955 (sustituida por la Alemania unificada en 1990), España en 1982, Hungría, Polonia y la República Checa en 1999.
. Mientras que la candidata de Fine Gael, Heather Humphreys, se negó rotundamente a criticar a quienes calificó de “nuestros aliados” y el suministro de armas a los genocidas, Catherine Connolly criticó sin ambages la financiación por EE UU de los crímenes de guerra de Israel y el impulso del rearme en Europa, para espanto de la mayoría de comentaristas políticos.

A pesar de ello, su campaña, respaldada por todos los partidos de izquierda y unas bases movilizadas, fue ganando apoyos en las sucesivas encuestas y acabó superando cómodamente a la candidata continuista. Habrá intentos de minimizar el alcance de la victoria señalando los reveses que sufrieron los partidos del sistema: desde la retirada por enfermedad de la candidata preferida del Fine Gael, Mairead McGuinness, y el dramático abandono del candidato del Fianna Fáil en plena campaña, hasta las intervenciones poco convincentes de Humphreys en los medios de comunicación. Sin embargo, dichos reveses fueron en su mayoría una manifestación del declive de las bases sociales del Fianna Fáil y del Fine Gael.

El hecho de que el Fianna Fáil, el partido históricamente más grande del Estado, no pudiera encontrar un candidato creíble dentro de sus propias filas y de que la dirección se viera obligada a recurrir a un famoso para impedir la nominación del corrupto ex Primer Ministro Bertie Ahern, es en sí mismo ilustrativo. Que Jim Gavin fuera derrotado a raíz de un escándalo ‒el de ser un propietario que robaba dinero a un inquilino‒ fue un acto de justicia poética para el Fianna Fáil.

Del mismo modo, el hecho de que Humphreys resultara ser una candidata tan mediocre ejemplifica lo desconectado que está el Fine Gael de la mayoría de la población. Estaban convencidos de que Humphreys llegaría a ser una figura popular caracterizada por la sencillez. En la práctica se mostró incómoda ante cualquier pregunta que fuera más allá de las frases hechas. A pesar de haber sido ministra, nunca se había enfrentado a preguntas difíciles. ¿Podría haber sido Mairead McGuinness una candidata mejor para el Fine Gael? Sin duda habría sido una polemista más capaz. Pero en ese caso, el debate se habría centrado más en la dirección de la Unión Europea y en su estrecha relación con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, partidaria de Israel, y la mayoría seguiría estando con Connolly.

¿Por qué triunfó?

No debemos olvidar que las y los periodistas de los medios de comunicación convencionales se equivocaron en gran medida. Estuvieron repitiéndonos una y otra vez que estas elecciones presidenciales eran “anodinas” e “insípidas”, mientras que detrás de Connolly se estaba movilizando rápidamente mucha gente. Para quienes piensan que la política real solo tiene lugar dentro de las cuatro paredes de Leinster House, esta fue una campaña aburrida. Pero en el mundo real, Catherine motivó a 1.500 jóvenes a asistir a un concierto benéfico en Vicar St., cuyas entradas se agotaron en menos de una hora, y en sus mítines y reuniones por todo el país se llenó el aforo en todas las ocasiones.

Ahora se derramará mucha tinta para evitar la conclusión más básica y simple: ganó porque la mayoría de la gente está de acuerdo con sus valores, los valores de la izquierda, y no con los del Fianna Fáil y del Fine Gael. Una gran mayoría apoya la neutralidad, apoya el derecho a la vivienda y aspira a una sociedad más igualitaria y justa. Se siente horrorizada por el genocidio en Gaza y quiere un presidente o presidenta que hable claro sobre la libertad de Palestina. El llamamiento de Connolly a crear un movimiento que trabaje para construir lo que ella denominó “una nueva República” tuvo un gran eco.

La juventud aportó la energía y la vitalidad de la campaña. En la última encuesta de Red C, Connolly obtuvo un 57 % de los votos entre las personas de 18 a 34 años de edad, frente al 17 % de Humphreys. Entre las y los votantes de 35 a 54 años, obtuvo un 49 %, y entre las y los mayores de 55 años, un 43 %. El Irish Times entrevistó a 35 personas que votaban por primera vez: 29 votaron a Connolly, cinco emitieron un voto nulo y solo una votó a Humphreys. También obtuvo más votos entre las mujeres que entre los hombres, como se puso de manifiesto sobre el terreno. Muchas de las participantes en la campaña señalaron las similitudes con la campaña a favor de la derogación de la ley del aborto, en la que las mujeres jóvenes fueron la fuerza motriz. La juventud rechazó a los partidos conservadores y votó por alguien que ofrecía esperanza y una alternativa.

La campaña de difamación fue totalmente ineficaz y, en última instancia, contraproducente para el Fine Gael por varias razones. Una de ellas es que Connolly nunca vaciló ante los ataques. No cedió ni un ápice y no se disculpó por sus críticas al rearme europeo, ni por contratar a un convicto. La idea de que su franqueza jugaría en su contra carecía sentido, teniendo en cuenta que nuestro actual y muy querido presidente, Michael D. Higgins, también es crítico con el imperialismo estadounidense y la política del gobierno. La propia naturaleza de la presidencia también creó un terreno más favorable para la izquierda. La falta de poder real del presidente hace que la gente se sintiera libre de votar por los valores progresistas a los que aspira, sin que el establishment pudiera amenazar de forma creíble con graves consecuencias económicas.

Las cualidades personales de Catherine también pasaron a primer plano en la campaña. “Auténtica” fue la palabra que mucha gente corriente utilizó para describirla. Todos los vídeos en los que aparece jugando con niños y adultos, desde haciendo malabares con el balón y driblando con una pelota de baloncesto, hasta clips en los que baila un céilí y toca el piano, revelaron un lado humano que la gente encontró inmensamente atractivo.

Otra razón por la que Catherine ganó por un margen tan amplio es que en torno a ella se generó todo un movimiento. No hay precedentes en la historia reciente de una campaña presidencial que se haya convertido en un movimiento de esta envergadura. Aunque Michael D. Higgins ha demostrado ser un presidente eficaz, su campaña de 2018 contó con el apoyo del Fianna Fáil y del Fine Gael, mientras que en 2011 ganó a raíz del colapso del apoyo a Sean Gallagher tras el debate final. El caso más parecido es la victoria de Mary Robinson en 1990, respaldada por una coalición del Partido Laborista, el Partido de los Trabajadores y los Verdes.

Fue una campaña insurgente, de oposición frontal, organizada por activistas capaces de la izquierda independiente y organizada. Mas de 15.000 personas colaboraron voluntariamente, que en su gran mayoría no pertenecían a ningún partido político. Más de la mitad de ellas donaron dinero o participaron activamente en la campaña. Esta energía, combinada con un hábil reclutamiento digital y sendos mensajes en las redes sociales, hizo que la campaña de Connolly fuera mucho más efectiva en las reuniones y diálogos con las y los votantes. En cada circunscripción se organizó un intenso proselitismo como no se ha visto en décadas con ocasión de una elección presidencial.

¿Rompe el voto?

La derecha católica ultraconservadora no consiguió por los pelos reunir un número suficiente de apoyos de diputados o senadores para aparecer en las papeletas de votación, de modo que lanzó una campaña de boicot activo Activo En general, el término “activo” hace referencia a un bien que posee un valor realizable o que puede generar ingresos. Por el contrario, hablamos de “pasivo”, es decir la parte del balance compuesta por los recursos de los que dispone una empresa (capital propio aportado por los socios, provisiones por riesgos y gastos, así como las deudas). con el lema de ¡Rompe el voto!. Esta también es una primicia de esta campaña en la política irlandesa.

El 12,9 % de votos nulos comporta otra advertencia: la extrema derecha está implantada e influye en comunidades de clase trabajadora. No obstante, las dificultades del proselitismo en estas comunidades demuestran que esta no es una batalla perdida, sino que hay que lidiarla. La mayoría de personas que se planteaban votar nulo estaban abiertas a que les convencieran de que la mejor protesta es la derrota del establishment político. Un profundo trabajo de reclutamiento en estas comunidades y su movilización en torno a cuestiones como la crisis del coste de la vida serán fundamentales para no cederlas a la extrema derecha.

A pesar de que la extrema derecha no aparecía como tal en las papeletas, su ascenso y la proliferación de agresiones e ideas reaccionarias fueron sin duda un factor en la campaña. Mucha gente entendió correctamente que al apoyo a Connolly era una manera de oponerse a la derechización de la política, tímidamente secundada por el Fine Gael y el Fianna Fáil. Su victoria forma parte de una contracorriente frente al ascenso de la extrema derecha.

Connolly también destacó como tenaz activista a favor de la inversión en la Gaeltacht y del apoyo a la lengua irlandesa. El hecho de que aprendiera a hablar irlandés con soltura con 40 años de edad subrayó su compromiso con la lengua y las comunidades de la Gaeltacht. Así, deberíamos ver su campaña como parte de una nueva revitalización de la lengua propia de Irlanda que ya podemos ver en la popularidad de Kneecap y otros artistas. Esto forma parte de un proceso de construcción de una identidad progresista de lo que supone ser irlandés o irlandesa hoy en día, en relación con nuestra historia anticolonial y en oposición al estrecho nacionalismo blanco de la extrema derecha, que abusa de la tricolor.

La izquierda socialista, columna dorsal de la campaña

La izquierda socialista, en particular People Before Profit (PBP) y activistas independientes de izquierda, fue una componente crucial de la campaña de Connolly. Buena parte de los y las activistas clave que desempeñaron papeles centrales a nivel nacional ya habían participado en anteriores campañas exitosas lideradas por la izquierda.

La decisión de PBP de lanzarse a esta campaña, a pesar de las limitaciones del cargo de la presidencia, se ha visto justificada por el dinamismo de la campaña, el resultado y las oportunidades que se abren ahora. Aunque la intensidad del activismo sobre el terreno fue menor de lo que habría sido posible con una campaña más larga, representa una victoria crucial tras unas elecciones generales difíciles y abre nuevas oportunidades.

Los sectores independientes que antes se mostraban escépticos con respecto a PBP han destacado el enfoque constructivo y no sectario adoptado por PBP. Deberían plantearse unirse a PBP para trabajar juntos en la construcción de un partido pluralista y ecosocialista de masas.

Cabe esperar que aquellos sectores de la izquierda socialista que apoyaron a Catherine a regañadientes mientras criticaban la participación de PBP en la campaña reflexionen sobre lo que ha ocurrido y sobre lo que han dejado de lado. Se produjo una polarización entre la izquierda y la derecha, y ganó la izquierda. Miles de activistas se movilizaron por primera vez y adquirieron experiencia organizativa. La izquierda ha recuperado el impulso que había perdido a favor de la derecha.

Otros partidos del bando de Connolly

La campaña de Connolly también dinamizó a los demás partidos que la apoyaron. Los socialdemócratas estuvieron con PBP desde el principio en el apoyo a Catherine Connolly. Ayudaron a generar un impulso en el seno de la izquierda, lo que efectivamente dejó al Partido Laborista y a los Verdes con la opción de apoyar a Connolly o no tener ningún candidato. Los miembros del Partido Socialdemócrata se comprometieron con entusiasmo a escala local y nacional.

El Sinn Féin (SF) se sumó a la campaña relativamente tarde, después de considerar la posibilidad de presentar un candidato propio. Aportaron un valor añadido a la campaña a nivel central y local, trabajando de forma constructiva, al tiempo que la utilizaron como una oportunidad para volver a popularizar a Mary Lou McDonald como futura primera ministra alternativa. Este fue el primer intento serio de aplicar la estrategia de un “bloque republicano de izquierda progresista que respeta la independencia y la autonomía de los partidos políticos que cooperan”, planteada por primera vez tras las últimas elecciones generales por el presidente nacional del Sinn Féin, Declan Kearney.

Desde cualquier punto de vista, ha sido un éxito, no solo por la victoria de Catherine Connolly, sino también por el aumento del 5 % en las encuestas del SF. La colaboración con otros partidos ha demostrado ser eficaz para impulsar el apoyo al SF. Para los miembros y la dirección del SF, la cuestión clave es si ahora están dispuestos a descartar la coalición con el Fianna Fáil y el Fine Gael y poner toda su energía en una campaña a favor de un gobierno de izquierda.

Para el Partido Laborista y los Verdes, la campaña de Connolly fue polarizadora. Puso al descubierto y socavó a sus sectores más derechistas. El exlíder laborista Alan Kelly apareció casi semanalmente en los medios de comunicación para declarar su oposición a Catherine Connolly y su apoyo al Fine Gael. Los medios informaron de un malestar generalizado en el grupo parlamentario, aunque no se materializó públicamente. Con la victoria tan decisiva de Connolly, la posición de Kelly se ha debilitado.

Lo mismo ocurrió en el Partido Verde, donde el exdiputado Brian Leddin dimitió del partido en oposición al apoyo a Catherine Connolly, principalmente, al parecer, por su oposición a la guerra y al imperialismo. Un puñado de militantes le siguieron.

El debilitamiento de la oposición a la cooperación de izquierda en el Partido Laborista y los Verdes debería facilitar que sus dirigentes sigan adelante con ella si así lo desean. Sin embargo, un obstáculo importante es que, hasta ahora, la alianza progresista propuesta tanto por el Partido Laborista como por los Verdes (dirigida de forma abrumadora a los socialdemócratas) ha consistido en maximizar el poder de negociación de estos partidos en una futura coalición con el Fianna Fáil o el Fine Gael. Eso no es lo que buscan los participantes en la campaña de Connolly, que, con razón, quieren descartar al FF y al FG.

¿Y ahora qué?

Para las miles de personas que participaron activamente en la campaña de Catherine Connolly y para muchas más que la apoyaron pasivamente, la gran pregunta es: ¿y ahora qué? Nadie cree que ganar la presidencia sea suficiente para cambiar el país, dados los poderes muy limitados que ostenta. Catherine Connolly representará bien nuestros valores en la presidencia y será una espina clavada para la clase política. Sin duda, seguirán apareciendo columnas de comentaristas criticando a la presidenta por sobrepasar los límites de su cargo, algo que se hizo muy habitual con Michael D. Higgins.

Pero la gente entiende que para lograr el cambio que necesitamos, tenemos que ganar mucho más que la presidencia. La gran lección es que si la izquierda se une y busca movilizar a la población, puede ganar. La dinámica unitaria puede generar confianza y animar a otros a participar. La cuestión de un gobierno de izquierda vuelve a ocupar un lugar cada vez más central. Sin embargo, cualquier intento de desarrollar una iniciativa que se centre únicamente en las próximas elecciones generales está condenado al fracaso, ya que haría que la energía y el activismo se disiparan. Desempeñar el papel de gobierno responsable en funciones entre 2020 y 2024 resultó fatal para el Sinn Féin.

Las personas que sufren el impacto de las repetidas subidas de los precios de la energía y los alimentos no pueden esperar. Quienes se enfrentan a desahucios o a subidas masivas de los alquileres en virtud de los nuevos planes del gobierno no pueden esperar. La gente que desea que se tomen medidas efectivas a favor de Palestina y la defensa de nuestra neutralidad no pueden esperar. Es preciso organizar iniciativas conjuntas con los sindicatos y los movimientos sociales, para defender el Triple Lock [1]; para exigir la plena aplicación de la Ley de Territorios Ocupados antes de Navidad; para poner fin a la crisis del coste de la vida mediante el control de los precios y el fin de la especulación Especulación Actividad consistente en buscar ganancias bajo la forma de plusvalía apostando por el valor futuro de los bienes y activos financieros o monetarios. La especulación genera un divorcio entre la esfera financiera y la esfera productiva. Los mercados de cambios constituyen el principal lugar de especulación. ; y para prohibir los desahucios junto con un control efectivo de los alquileres y la construcción de viviendas públicas.

Sin embargo, las luchas defensivas por sí solas no son suficientes. Tenemos que convencer a la gente de que es posible un gobierno de izquierda por primera vez en la historia del Estado. PBP propone a otros partidos e individuos la organización de una gran conferencia de la izquierda en Año Nuevo para debatir cómo se puede profundizar la cooperación de la izquierda con vistas a presentar una opción clara en las próximas elecciones generales: Fianna Fáil, Fine Gael y quienes los apoyarían, frente a un gobierno de izquierda.

Todo esto plantea cuestiones complicadas a la izquierda socialista. Entendemos que el sistema capitalista, en el que impera el beneficio Beneficio Resultado contable positivo neto fruto de la actividad de una sociedad. El beneficio neto es el beneficio después de impuestos. El beneficio a distribuir es la parte de aquél que puede ser repartido entre los accionistas. , simplemente no puede ofrecer lo que la gente demanda y necesita: el derecho a una vivienda y a una vida dignas, un mundo sin guerras ni opresión, el derecho a un futuro sostenible y habitable para nuestros hijos. Por lo tanto, solo entraremos en un gobierno que se comprometa con una estrategia de poder popular y de movilización desde abajo para superar la oposición de la poderosa clase capitalista y llevar a cabo un cambio ecosocialista. Eso queda muy lejos del programa de los otros grandes partidos que apoyan a Connolly.

No obstante, obramos activamente para poner fin al gobierno de Fianna Fáil y Fine Gael. Queremos un gobierno de izquierda, incluso con un programa mucho menos ambicioso que el ecosocialista que defendemos. Queremos que tal gobierno y el enfoque de reformar el capitalismo se pongan a prueba ante las masas. Por lo tanto, estamos abiertos a participar en esta dinámica hacia un gobierno de izquierda, incluyendo el compromiso de votar a favor de que se forme este gobierno, a pesar de las limitaciones muy significativas del probable programa. La condición clave para nosotros es que conservemos nuestro derecho a la independencia, a presentar nuestra propia posición ecosocialista y a seguir fortaleciendo nuestros lazos con las comunidades para movilizar el poder del pueblo desde abajo.

En 1843, Karl Marx proporcionó una orientación útil para los socialistas que se enfrentaban a situaciones complicadas: “No nos encaramos con el mundo de forma doctrinaria con un nuevo principio: ¡Aquí está la verdad, arrodillaos ante ella! Desarrollamos nuevos principios para el mundo a partir de los propios principios del mundo. No decimos al mundo: Cesad vuestras luchas, son absurdas; os daremos la verdadera consigna de lucha. Simplemente mostramos al mundo por qué está luchando realmente, y la conciencia es algo que tiene que adquirir, aunque no quiera.”

Un número significativo de personas están ahora ansiosas por dar los siguientes pasos tras la campaña de Connolly y trabajar para deshacernos del Fianna Fáil y el Fine Gael y elegir un gobierno de izquierda. Debemos estar ahí, junto a ellos, organizándonos y avanzando juntos, al tiempo que aprovechamos la oportunidad para convencer a la gente del argumento planteado por James Connolly en 1897: “Si mañana expulsáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el castillo de Dublín, a menos que os pongáis a organizar la República Socialista, vuestros esfuerzos serán en vano.”

Para conseguir una República verdaderamente nueva, no bastará con sustituir al gobierno, ni siquiera con redactar una nueva Constitución. Se necesita una República Socialista en la que el poder esté en manos de la clase trabajadora y del pueblo oprimido.

Fuente: viento sur, extraída de Rupture

Traducción: viento sur


Notas

[1La legislación irlandesa estipula que para poder enviar tropas del país a misiones de mantenimiento de la paz en el extranjero han de cumplirse tres requisitos: 1) una resolución del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General de Naciones Unidas; 2) una decisión formal del gobierno irlandés; 3) la aprobación de la cámara baja del parlamento.

Paul Murphy

Diputado del partido People Before Profit por Dublín Sudoeste, miembro de la red RISE y colaborador habitual de Rupture Radio.

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