22 de diciembre de 2015 por Pierre Gottiniaux
Puerto Rico (CC Ricymar Photography)
Desde finales del siglo xix, Puerto Rico es una especie de colonia «disimulada» de Estados Unidos Oficialmente, las pocas islas que constituyen Puerto Rico son «un territorio no incorporado» que tiene un estatus de Commonwealth, o sea un estatus de Estado soberano pero con un radio de acción limitado. El sistema legislativo puertorriqueño está muy influenciado por Estados Unidos, que lo remodeló a su gusto. Y fueron tribunales estadounidenses los que anularon la ley sobre la quiebra del Estado, de la que disponen todas las llamadas economías desarrolladas, incluido Estados Unidos. Sin embargo, esta ley le sería muy útil al gobernador de este territorio, ya que él mismo declaró: «la deuda de Puerto Rico es impagable».
Dicho estatus, tan privilegiado de Puerto Rico, hasta permite beneficiar a su población de una serie de medidas extremadamente interesantes, como por ejemplo unas medidas de exoneraciones fiscales para los inversores estadounidenses, así como la exoneración fiscal de los intereses pagados por los títulos de la deuda puertorriqueña. Esto convierte a Puerto Rico en una especie de paraíso fiscal, y ¿quién no quisiera vivir en un paraíso? ¡Os lo pregunto!
Por el contrario, como Puerto Rico no es del todo parte de Estados Unidos, los inversores que compran los títulos de deuda tienen sus dudas. Así que necesitan unos tipos de interés Interés Cantidad pagada como remuneración de una inversión o percibida por un prestamista. El interés se calcula sobre la base de la cantidad de capital invertido o prestado, de la duración de la operación y del último tipo aplicado en ese momento. elevados, que oscilan entre el 8 y el 10 %. Para los inversores Puerto rico es el país de Jauja. Imaginad: consiguen un 8 % (mínimo) neto de impuestos y, la guinda del pastel, las leyes de Puerto Rico estipulan que el pago de los intereses es prioritario por sobre cualquier otro gasto del Estado. Los poseedores de capitales no se hacen rogar para proponer a los sucesivos gobiernos préstamos por miles de millones de dólares, así que los dirigentes siempre encontrarán alguna cosa para hacer… y por consiguiente siempre estarán prestos a aceptarlos. Poned una zanahoria delante de un asno y habrá pocas posibilidades de que os pregunte qué queréis a cambio.
Cada vez mayor dependencia de los mercados
Cuando estalló la «crisis» de 2007, el Estado vio cómo su recaudación se vaporizó, lo que provocó una fuerte contracción de la economía y como consecuencia un aumento del déficit. Por consiguiente, Puerto Rico tuvo que aumentar su nivel de financiación en los mercados, incrementando así su dependencia respecto al endeudamiento.
En 2013, la quiebra de la ciudad de Detroit tuvo un efecto «colateral Colateral Activo transferible o garantía aportada, que sirve como aval para asegurar la devolución de un préstamo en el caso de que el prestatario no pueda satisfacer sus obligaciones de pago. » insospechado sobre Puerto Rico. De golpe, los inversores golosos de títulos de deuda de colectividades públicas estadounidenses comenzaron a retirarse, ya que se decían que si el Estado comenzaba a inquietarse por las ciudades súper endeudadas, no era una buena señal para los negocios. Puerto Rico, por lo tanto, comenzó a tener problemas para conseguir compradores para sus títulos, y debió pedir prestado directamente a los bancos, con intereses todavía más altos.
Cansado, el gobierno se dijo: «hay algo que no funciona en nuestra manera de hacer las cosas, seguro». Y eso podría haber sido el comienzo de una reflexión interesante, pero finalmente quisieron ser originales. Llegaron a decirse que ese nivel insostenible de endeudamiento era debido necesariamente a los gastos excesivos del Estado, como en Grecia y en la mayoría de los países del mundo. Y, por lo tanto, como en Grecia y en la mayoría de los países del mundo, instauraron medidas de austeridad. El resultado fue letal: ahora, cerca del 60 % de los adultos no tienen empleo o incluso no lo buscan más, el 45 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza (que afecta al 56 % de la infancia), se cerraron más de 150 escuelas públicas, las desigualdades en los ingresos llegó a niveles superiores a los de cualquier otro estado estadounidense, y hay una emigración masiva, que pasó de unas 10.000 personas por año antes de 2000 a una media de 48.000 personas por año, entre 2010 y 2014. Además, una deuda que continúa aumentando, como en Grecia y en la mayoría de los países del mundo. ¡Qué sorpresa!
Por ahora, Puerto rico se encuentra bajo una fuerte presión por parte de sus acreedores, ya que no tiene suficiente liquidez para hacer frente a los vencimientos (como en Gr… En fin, de acuerdo, paro ya que lo habéis comprendido). La deuda puertorriqueña se eleva ahora a cerca de 73.000 millones de dólares, de los que 18.000 millones deben ser reembolsados antes de 2020. [1] El país dejó de pagar por primera vez este verano [2], en agosto, un vencimiento de 58 millones de dólares. El 1 de diciembre, topará con un vencimiento de 355 millones de dólares, seguido por otro de 330 millones de dólares el 1 de enero. La agencia de calificación Moody’s ve un nuevo default en perspectiva. [3] Evidentemente no es un ambiente de fiesta para el gobierno.
Default, quiebra, austeridad… ¿Qué elegir?
El gobernador, Alejandro García Padilla, pide a los acreedores una reestructuración de la deuda de Puerto Rico, afirmando: que si estuviera obligado, preferiría entrar en default antes que suspender los servicios sociales básicos a sus 3,5 millones de habitantes (sé que puede sonar como un chiste, pero es lo que realmente dijo). Solo que el pequeño Puerto Rico, frente a sus acreedores, tendrá que actuar con inteligencia. Hay que estar atentos a los posibles procesos por parte de los acreedores malintencionados, especialmente los fondos buitre Fondos buitre Fondos de inversiones que compran, en el mercado secundario (el mercadillo de la deuda), títulos de deuda de países que están en dificultades financieras. La compra es a un valor muy inferior a su valor nominal ya que los adquieren a otros inversores que prefieren sacárselos de encima a un coste menor para enjugar una pérdida o por miedo a que el país deudor haga cesación de pagos. Los fondos buitre reclaman seguidamente el pago integral de la deuda que acaban de adquirir, llegando a llevar al país deudor ante tribunales que privilegian los intereses de los inversores, típicamente tribunales estadounidenses y británicos. que ya están maniobrando [4] para recomprar los títulos puertorriqueños, anticipándose así a una reestructuración de la que intentarán sacar partido.
Por su parte, el gobierno de Obama, actuando con «gran mansedumbre», propone que Puerto Rico tenga acceso al famoso Capítulo 9, que prevé la quiebra ordenada de una colectividad pública estadounidense, protegiéndola de sus acreedores, como se hizo con Detroit. A cambio, se establecerá una comisión de supervisión para poner en marcha las reformas fiscales que «le hacen falta» a Puerto Rico para poder salir de su endeudamiento excesivo: nuevos cierres de escuelas públicas, más reducciones en los gastos sanitarios, nuevos recortes en las subvenciones y los salarios públicos…
¿Y si hubiera otra vía?
El plan de Obama no permitirá una recuperación económica de la isla, que se ahogará en unas medidas económicas de austeridad mortífera, cuya eficacia, por el contrario, jamás fue demostrada. Así mismo, una reestructuración, en la que se vería a los funcionarios de Puerto Rico sentarse con los acreedores alrededor de la mesa de negociación, no tendría muchas probabilidades de llegar a una salida favorable para los habitantes de la isla. El único medio eficaz conocido hasta ahora, aunque, (¿curiosamente?) muy poco presente en los medios, es revertir la relación de fuerza entre la isla y sus acreedores, suspendiendo el pago de la deuda y lanzando una auditoría integral de la deuda externa pública de Puerto Rico, con el fin de determinar qué parte de la deuda debe ser reembolsada y qué parte puede ser declarada ilegítima, ilegal, odiosa e insostenible, y, simple y llanamente, ser anulada. Unos tipos de interés indecentes o el estatus de colonia estadounidense de la isla son serias pistas para poder caminar en ese sentido.
Esto es en parte lo que propone Bernie Sanders, el candidato a la investidura demócrata que hace tambalear un poco el juego político estadounidense. [5] En una carta (véase al final del artículo) dirigida al secretario del tesoro de Estados Unidos, Jacob Lew, Bernie Sanders urge al gobierno organizar un encuentro con el gobernador de Puerto Rico, los principales acreedores de la isla, los representantes de los fondos de pensión que invirtieron en la deuda puertorriqueña y los sindicatos, con el objeto de organizar un plan de reembolso de la deuda realista y justo. Se opone claramente a una mayor austeridad, precisando que es imposible extraer sangre de las piedras (it’s impossible to get blood from stones). Y mejor aún, el candidato demócrata aboga por una auditoría integral de Puerto Rico, previa a cualquier reestructuración de la deuda, precisando simplemente que cualquier préstamo firmado en descuerdo con la Constitución se debía dejar de lado. Lo que nos parece algo flojo, pero al provenir de un senador estadounidense, es enorme. Bernie Sanders reclama finalmente que Puerto Rico pueda recurrir a la ley de quiebras de las colectividades públicas, llamada Capítulo 9, y que la cobertura social se extienda a los habitantes de la isla, que pagan las mismas cotizaciones que los ciudadanos estadounidenses que viven en los 50 estados federales, pero reciben, en promedio, la mitad del porcentaje de reembolso, lo que el candidato considera como una discriminación con respecto a los ciudadanos de Estados Unidos. Sobre este último punto, sería difícil estar en contra, pero en cuanto al Capítulo 9, se vio que en el caso de Detroit no impidió que los acreedores lograran unas terribles medidas de austeridad. Por lo tanto, no es una buena solución. La realización de una auditoría integral de la deuda con suspensión de pago debería desembocar a un alivio duradero de la economía puertorriqueña. Si, además, se acompañara de medidas sociales con objetivos como la creación de empleos, el mejoramiento de los sistemas sanitarios y educativos, la lucha contra la pobreza y, por lo tanto, contra la emigración, Puerto Rico podría rápidamente deshacerse del yugo de la deuda. Los grandes medios estadounidenses, como buenos perros guardianes del capitalismo que velan sobre su esfera de influencia como si velaran sobre una manada, divulgan toda clase de amenazas, cada una más pavorosa que la anterior, sobre la suerte de Puerto Rico. Podemos leer en The New York Times que una cesación de pagos arrastraría a toda la isla, a sus acreedores y residentes «a un limbo financiero del que tardarían años en salir». De eso a decir que Puerto Rico podría hundirse en el océano después de haber sufrido un tornado abominable, un tsunami de una magnitud que no recuerda ningún pescador y de un ataque de gaviotas zombies devoradoras de hombres, sería arriesgarme a que me insultara todo Hollywood por haber revelado el final de una película todavía no estrenada… Desgraciadamente, creer que el gobierno tomará otra vía que la, desde ahora, sacrosanta austeridad, es pura ciencia ficción. La reciente historia lo ha mostrado, sin movilización popular masiva, como en Ecuador o en Islandia, no hay escapatoria a las lógicas retorcidas de los acreedores y de los gobiernos cómplices.
Traducción: Griselda Piñero.
Luego viene la carta de Bernie Sanders a Jacob Lew.
[1] http://www.latribune.fr/economie/international/porto-rico-propose-une-forte-decote-sur-sa-dette-a-ses-creanciers-503976.html
[4] http://www.nytimes.com/2015/11/05/business/puerto-ricos-debt-crisis-and-the-1975-law-complicating-matters.html?_r=1
[5] Uno de sus últimos debates televisados tuvo, por otra parte, un efecto no esperado: las búsquedas en los buscadores de internet sobre el término socialism se dispararon, durante y justamente después del debate.
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